En mi largo peregrinar a través de planeta azul que habito, siempre y en toda ocasión que así se me requirió, me definí como judeocristiano y consecuente de ese mi intimo sentir y formación cultural, es el hecho de que maneje con total cotidianeidad el calendario Hebreo y el Gregoriano. No siendo ajeno en ninguno de los casos a las festividades solemnes de ambas concepciones religiosas. Como hombre, soy un animal religioso.
No puedo negar esa mi imprescindible
necesidad de creer en Él, uno o triduo, lo mismo que el día que supe de la
existencia de María, hija de Ana y Joaquín, de la estirpe de David, madre de
Jesús el de Nazaret y judío, por extensión madre amantísima mía. Ella pasó a
ocupar un especial lugar en mí concepción de valores, quereres y satisfacción
al estar ligado a su divina y maternal protección.
Siendo niño, acompañado de mi madre
terrena y hermanos, asistí a una procesión católica, conocida por el
“Encuentro”. Donde lo que vi, me sorprendió, pero lo que nunca podré olvidar
fue el mensaje de aquella, mi madre terrena, que con palabras muy simples y
apropiadas a mis seis o siete años, me explicó lo que fue el principio de mi
fe: el milagro de la vida después de la muerte.
Desde tan lejana fecha, con independencia
del lugar en el que me encuentre, siempre recuerdo aquel momento tan especial.
De de ahí que durante muchos años, por el correspondiente algoritmo calculé con
total exactitud dicha fecha en que coincidía la pasión – muerte y resurrección
de Jesús, el hijo de Dios hecho hombre, en la humilde judía María. Repito mí
Celestial Madre.
Cuando en un dado momento de mi vida, pasé por
una profunda crisis, el “Encuentro” fue una tabla a la que me agarré y transité
de la escolástica de Johannes Vuyclevum
a la de Juan Duns Scoto y de esta a la patrística.
Hoy Sábado de Gloria, a este
judeocristiano, solamente le cabe el júbilo de reafirmarse en sus más firmes e
íntimas creencias, por dos mil veintiuno años solares (julianos y gregorianos)
y en el día 21 de Nisan del 5781. Una vez más el milagro se cumplió y Jesús
Redentor del Mundo RESUCITÓ.
A toda mi familia, en las dos concepciones
en mí resumidas, a los creyentes en Él y a todos los hombres de buena voluntad,
con afán de paz: les deseo una FELIZ PASCUA DE RESURRECCION.
Capt. Willie