Antiguo proverbio judío
Indudablemente el hebreo עִבְרִית, como lengua semítica afroasiática, no puede renegar de su condición de
lengua litúrgica y de oración, de ahí la “denominación”, que entre los hebreos
y arameo parlantes, obtenga el calificativo de idioma de lo sagrado לשון הקודש,
donde a pesar de ser muy hipocorísticas
ellas, tienen proverbios como el que precede y encabeza a estas secuencias o “ciclo”
de escritos, donde por la rotundidez de la misma pierde todo “tono” cariñoso,
familiar y/o eufemístico. De la cabra y del cabrón, cabronadas y embestidas;
del caballo, mordiscos o coces y del tonto, qué decir… “tontunadas” o salidas
de tono como las arzobispales, con fondo musical de tuna, posiblemente con
dedicación al “tunante”, quien obrando en su provecho, toma de la ya famosa
“crucecita” (la de la declaración de la renta), lo que le conviene a mayor
gloria de sus conocidas aficiones “sportivas”, a la buena mesa y… otras que la
maledicencia y esas sus formas y saltarines pasos añaden… ¿Qué le vamos a
hacer… va a quedarse atrás la ICAR con respecto a los nuevos tiempos? Él,
ella, elle, que no falte, es la aportación Católica a la modernidad. A la verdad
líquida y al vaciado de las iglesias; las exequias por “la palabra”; los casados,
por “casorios”. Ya rizando el rizo, los “bautismos laicos”, por lo de la
manguera del agua a utilizar… supongo dependiente de algún concejal de parques
y jardines o bomberos… no del cura, como fue habitual en la antigüedad
inmediata.
Hasta ahora, de forma resumida
pero nítida, dejamos más o menos aproximada a la realidad lo que era una
posición de la clase dirigente árabe, donde la “base” en general, tenía tan
claro que los otomanos o los dirigentes propios estaban en disposición de “joderles”,
siempre que la ocasión les fuese propicia. De ahí la “gran participación popular”
en las distintas sociedades, agrupaciones, clubs, comités, congresos y/o “saraos” organizados en representación del
pueblo árabe, subyugado al imperio otomano. La alegría manifestada cuando se
frustra el gran reino árabe, después utilizado por los “segundones” en el
reparto de reinos y reinados, siempre y en todos los casos, sacrificados por el
“pueblo” pero… sin él. Quizás fue, que muy textuales ellos, los “jefes” y
“jefucos” venidos a más, tomaron con total literalidad el concepto emanado de
la “Sociedad de Naciones” de “pueblos no capacitados para regirse
por sí mismos”. De ahí que una vez más, ellos, los “jefes” y “jefucos” se viesen en la
necesidad de sacrificarse aspirando a mandarlos y no gobernarlos.
Con todos
mis respetos a las cifras originales barajadas por el Ministerio de Absorción e
Inmigración Israelí, difiero de sus números y mucho más aún de los interesados
y alterados “per se”, guarismos y porcentajes poblacionales, inventados,
tergiversados y amañados, de acuerdo a necesidades de cuándo y a quien “joder”.
Siempre que el “jodido” fuese un judío y cerca del “jodedor”, estuviese o
hubiese un católico, recordando que el malvado judío, por principio, es un
“deicida”. Él que esto suscribe, nunca podrá olvidar la baraúnda anual en la
“Semana Santa”, cuando los niños católicos (entonces, todos), el “jueves santo”
e incluso en algunos lugares, el viernes, provistos de “carracas”, iban a las
iglesias y bajo la atenta mirada de “su” párroco, con las oportunas “carracas”,
se dedicaban a “matar judíos”.
Que
probablemente el U.K. no actuó todo lo bien que podía haber actuado, es
posible. Que a la “grandeur” y a los “herederos” del asesino y asesinado
“padrecito” Zar, mayores asesinos que su predecesor, los puso en el sitio que
les correspondía, fue una realidad incuestionable. Que el traído, llevado y
vilipendiado Mr. Rotschild, soltó la “pasta”, no me cabe duda, pero… me
pregunto: cuánta “pasta” fue a parar a los reyes, “reyucos”, jefes y “jefucos”
árabes, “I don’t know”. Por conocer el área y vivir el tránsito a la
“petrodolarización”, entre los años 1971 y finales de 1973, afirmo que salvo el
“emperador” simbolizado por el “pavo real”, alegoría por excelencia de la
vanidad, imbecilidad y la majadería, el
resto de todos los reyes, “reyucos”, jefes y “jefucos”, estaban totalmente “palmados”,
“más secos que la mojama”. ¿Cómo le iban a hacer ascos ellos a la “plata”,
viniese de dónde viniese? Solo a modo de inciso, posiblemente y por verse al
mismo nivel de “sequedad monetaria”, el único “príncipe” que les trataba de tú
a tú, era el entonces “Príncipe de España”, D. Juan Carlos, hoy Rey emérito, al
cual, llegada su decadencia, quizás por él mismo propiciada y en términos
generales, fueron los únicos que le siguieron acogiendo como hermano. Extremo
éste que a mi ver y entender les honra.
Antes de proseguir, quiero incidir una vez
más en las sucesivas “escabechinas” ejecutadas por cada uno de los “recién
llegados” a la zona, donde no se “reparaba en pelo”. Lo mismo se “cargaban” a
los unos que a los otros; a los otros que a los unos. Cuando menciono la cifra
de ochenta y cinco a noventa y dos
mil mil (85.000 a 92.000) (en números redondos, quizás excesivamente cortos) estoy
incluyendo a los judíos, que nunca emigraron y que sobrevivieron a las
ya referidas “escabechinas” (que en toda historia “bien historiada”,
interesadamente se ignoran), lo hago al margen de la cicatera utilización,
que en algunos casos se realiza por parte de los interesados en “joder a todo
el que puedan” y beneficiarse únicamente en el “lio”. ¡Cuanto mayor, mejor!
Incidiendo e insistiendo, las
cifras de población árabe y cristiana, que se barajan como asentamientos
permanentes en el área, son un tanto cuestionables. Siendo la más contundente
de las razones en las que asiento mis dudas, en el número de enterramientos de
las distintas comunidades, “fallecidos” y no “matados” en los escasos periodos
de paz que vivió el área. Mal que les pese a las tres comunidades (más
numerosas), al manejar cifras, dos de ellas tratan de olvidar, que incluso las
poblaciones nómadas, precisan para poder sobrevivir, contar con unos recursos
hídricos, vegetales y animales, de los que el área, en ciertos momentos
carecía. Omitiendo interesadamente, salvo que algún “erudito” me corrija, que
el primer centro de formación y experimentación agrícola existente en la considerada
era moderna, en toda la zona, fue la de Mikvé Israel מקוה ישראל, la cual, para todo el que lo quiera
saber, se estableció muy precariamente en 1870. Lógicamente, previo pago del
correspondiente asentamiento a quien de hecho y derecho gobernaba y mandaba: el
sultán otomano.
En
paralelo, y sin recibir el oro de Londres vía “el oficial del mismo metal”,
estaba el movimiento sionista. Miembros de la Yishuv ישוב: o judíos asentados en Palestina,
quienes fueron robados bajo el epígrafe “impuestos de guerra” por el imperio otomano. ¿Sí el número de
judíos contribuyentes era tan pequeño, como es posible que, de acuerdo a los
registros existentes, fuesen los más numerosos a la hora de contribuir? A
continuación llegaron las incautaciones de ahorros monetarios y confiscación de
animales y bienes de trabajo e incluso se les desposeyó de las simientes de
nueva siembra, o como “carne de cañón” se les movilizó por “leva” en el
ejército turco. De nuevo, esa “exigua comunidad numérica” figura en los
registros, como la mayor partícipe en la desposesión de bienes, número de “deportados
como ganado”, “cargados a granel en bodega” de buque (que de todo, y un poco
más hubo). Estos “sujetos pasivos” ante la “hacienda” del imperio, como
oportunamente y llegado el caso se verá por categóricas afirmaciones, NO
EXISTÍAN. No obstante y entretanto llega tal afirmación, digamos que bien como
colaboradores en el servicio de información o encuadrados en el ejército
regular británico, en la Legión Judía, pelearon sin grandes “algaradas”
(también es cierto que no les mandaba ningún príncipe), a la vez que el U.K.
recibía los imprescindibles créditos económicos de la banca afín.
Estos hechos, con mucho más peso que las
líneas utilizadas para su resumen, dan pie a que el notable químico judío Jaim
Azriel Weizmann חַיִים וַיְצְמַן, extrañamente anglófilo dentro de aquellas
organizaciones sionistas, que se debatían entre la neutralidad y la clara
germanofilia, dada su condición de tierra de exilio y acogida a los huidos de
las garras de la policía política del “padrecito” asesino y asesinado Zar,
obtiene el 2 de noviembre de 1917, la ya
conocida como Declaración Balfour, por la cual “el gobierno de su
majestad Eduardo VII, se compromete a establecer en Palestina un hogar nacional
para el pueblo judío”. Jaim A. Weizmann, ya convertido en líder dentro
de los movimientos sionistas, expone en las conversaciones de paz de Versalles,
las pretensiones que debía reunir lo que él definía como el “hogar judío”. En
ningún momento reivindico un Estado. Aspiraba a que se permitiese, sin
impedimentos, la llegada anual de entre sesenta mil (60.000) y ochenta mil
(80.000) judíos y cuando por población se obtuviese la mayoría, sería llegado
el momento de “reclamar” el gobierno del país. Distíngase el término reclamar,
del de pedir o exigir. En dicho año se produce la tercera aliyá עליה, que en números redondos y redondeados, condujo de
vuelta a la tierra de sus ancestros a 30.000 judíos en un periodo temporal
próximo a los cuatro años.
Como elemento recurrente: la
población árabe, mal que les pese una vez más a los unos y los otros y los
otros y los unos, en su gran medida tan “palestinos” como yo “judío”, solamente
recordar “una vez más”, que la gran mayoría de ellos y de sus
líderes, lo mismo que yo o los míos, tienen una antigüedad demostrada y
demostrable de asentamiento en el área, que no alcanza a las tres generaciones,
a una media de cuarenta y siete (47) años por generación. Con la única y
exclusiva diferencia, que en el caso de los judíos, por disponer de registros,
pueden mostrar y demostrar su procedencia, mientras que los árabes (musulmanes
o cristianos) movidos y removidos dentro del imperio otomano, NO.
Re – aclarado lo precedente. En
aquellos difíciles momentos que siguen a la finalización de la “Gran Guerra” y
la desaparición de la Rusia imperial del asesino y asesinado “padrecito” Zar,
de los “imperios centrales” y del “otomano” y el caos migratorio,
por el eufemismo del “reasentamiento” al que se ven sometidos entre
cinco y siete millones de personas, agravado en 1923 por la “segregación”
greco – turca y el genocidio
desatado por los turcos contra el pueblo Armenio, subsiguiente traslado
obligatorio de todas y en todas las direcciones, del orden de dos millones y
medio de personas más. Esto da lugar al necesario desarrollo y creación de la
normativa e instituciones, que pudiesen ayudar a poner orden, en el
consiguiente fenómeno de los emigrantes apátridas. Lo que dio lugar a la
expedición de los pasaportes “Nansen”. Pasaportes que permitieron el
reasentamiento, no exento de problemas étnicos – culturales en el amplia área
balcánica. Lógicamente, estos se saldaron con guerras que duran hasta nuestros
días, y… las que “te rondaré morena”.
En aquellos momentos a los que
sucintamente se hace referencia, los pobladores del área, fuesen musulmanes o
cristianos, se hallaban muy divididos y desconcertados por la falta de
credibilidad, que les infundían sus aspirantes a “reyes”, “reyucos”, “jefes” y
“jefucos”, pues en términos generales, sin entrar en grandes profundidades, les
recordaban “sirviendo al imperio”. Al otomano. No obstante, aquellos no fiables
ni confiables dirigentes, se encontraban divididos en función de sus personales
aspiraciones: crear una gran nación árabe, primero de la Gran Siria,
posteriormente de la actual Jordania o por el contrario, otros viendo que sus
posibles “jefaturas” estaban el aire, preferían un o unos gobiernos autónomos
bajo administración británica. Con lo cual el reparto de la “tostada” tocaba a
más, con independencia del credo religioso practicado.
Siempre haciendo la salvedad, de
que cada vez que un judío o entidad afín adquiría el uso o una propiedad raíz,
lo hacía por compra al sultanato otomano o con el visto bueno de la autoridad
local. No obstante los notables cristianos, siempre tan caritativos,
compasivos y comprensivos ellos hacia el diferente, con tal que dicha
diferencia no surja con un judío de por medio, que por el hecho de serlo, les
recuerda de donde proceden, se permiten hacer la afirmación, que lo más
literalmente traducida a continuación se reproduce: “cómo se puede permitir
a los judíos que no alcanzan el 7%(*1)y cuyas propiedades no alcanzan
una milésima de las tierras y viviendas del país(*2) que puedan
convertirse, sin que tengan el menor derecho, en los dueños de Palestina”.
Este manifiesto realizado en febrero de 1920, tuvo el respaldo de una parte de
los aspirantes a “reyucos” y “jefucos” árabes.
El “buen ambiente creado” por los
susodichos herejes o sectarios del judaísmo, lleva a enfrentamientos
aislados entre las comunidades árabes y judías que poblaban el área, hasta que éstos
se hicieron habituales y degeneraron y cristalizaron, el 4 de abril de ese mismo
año 1920, en una explosión de violencia que recorre toda la zona. De una “parte”,
y una “parte” de los árabes, se sentían engañados por los británicos, pues no
conseguían compaginar con la situación creada, la interpretación que ellos
hacían de las Conferencias de Paz de San Remo y la de Sèvres de 1920, donde de
hecho, se repartieron con Francia un Oriente Medio ampliamente codiciado, por
sus potenciales reservas de petróleo. Los “consabidos postulantes” a la jefatura
de la población árabe, en aquel momento asentada en el área, acostumbrados al buen vivir que daba el haber
desempeñado cargos como altos exfuncionarios y/o políticos dentro del fenecido
régimen imperial otomano. Bajo la presidencia del muftí de Jerusalén, Haj
Amin Husseini (futuro correligionario de A. Hitler), convocan y celebran el
conocido por congreso de Haifa de diciembre de 1920, donde “entre
ellos”, los “mismos”, acuerdan crear un comité ejecutivo y un Consejo
Supremo Musulmán, presidido por el ya citado muftí de Jerusalén. En
el cual, dado lo “representativo” de la “representatividad” de un pueblo que ya
había mostrado y demostrado que “marchaba por libre”. Baste recordar el caso, que en general hicieron a los
distintos y recientes pretéritos llamamientos a la yihad, del sultán otomano Mehmed V, y los de sus “pares”, el “jefe” y/o “jefucos”
locales, mientras no apareció el “oro físico”, oportunamente
administrado y distribuido por el “oficial del oro y de las promesas, que a
ciencia cierta, no se sabe si estaba capacitado para hacerlas”. Ni “¡puto
caso!”.
Así cuando le plantean al alto
comisionado británico, sir Herbert Lois Samuel, la representatividad
“palestina”(*3) a través del muftí, éste la rechaza, no dudando en
mantener el orden público. Reprime muy duramente las cada vez más numerosas y
violentas manifestaciones antijudías, donde por su virulencia cabe citar las de
mayo de 1921, en Jaffa. A la par, los judíos tampoco estaban satisfechos, ya
que la proximidad de un “hogar judío” se posponía en el tiempo. No
obstante, a partir de las primeras escaramuzas de 1920, la comunidad judía fue
configurando sus principales instituciones, la Haganá ההֲגָנָה,
fuerza de autodefensa, organizada en
1920, bajo los auspicios del incipiente laborismo. Elemento con el que contrarrestar los pogromos
organizados por la población árabe; en el mismo año, el “Histadrut” o
Federación General de Trabajadores de la Tierra de Israel ההסתדרות הכללית של העובדים בארץ ישראל, organización esta,
que jugó un importantísimo papel en el asentamiento judío, ya que adquiría
propiedades rurales y bienes inmuebles a los árabes, en calidad de patrimonio
colectivo. Al figurar entre sus principios la no reversibilidad de las
adquisiciones, a la vez que aumentaba el patrimonio judío, disminuía el de sus
vecinos árabes. Ya en 1923, se crea la Agencia Judía para la
Tierra de Israel הסוכנות היהודית לארץ ישראל, como organización de interlocución con las
autoridades británicas.
Resultado del reparto territorial del
24 de julio de 1922, da comienzo el Mandato Británico, preconizado y ratificado
por la Sociedad de Naciones. Se da publicidad a un Libro Blanco,
aceptado como último recurso por los judíos, ya que se imponía el censo
poblacional y éste quedaba establecido en la cifra de 82.000. Cifra que
rechazan las organizaciones locales árabes, no tanto por la cantidad total, que
eran conscientes de que era muy baja, sino por la inclusión del mismo en la Declaración
Balfour.
Con el progresivo aumento de la inmigración judía, la tensión entre ambas
comunidades fue en aumento, calculando la llegada del orden de 80.000 en el
periodo 1924 – 1931, en la conocida como cuarta aliyá. A estas tensiones
ya citadas, se debe de añadir el control y acceso al Muro de las Lamentaciones,
lugar santo para ambas colectividades, que no solamente desató divergencias
entre musulmanes y judíos, sino entre los propios musulmanes. Hecho que agudiza
en 1929 el clima de violencia que se vive y que se extiende por toda el área,
bajo mandato británico. La insurrección y la consiguiente represión británica,
producen la muerte de varias decenas de personas, en particular en Hebrón
y Safed, así como la detención y destierro del muftí de Jerusalén.
Fruto de la explosiva situación,
creada y agravada tras los acaecidos de Hebrón y Safed, conducen
al U.K. a “replantear” el “espíritu” que venía aplicando de la “letra” de la Declaración
Balfour, procediendo a la apertura de dos comisiones británicas, bajo los
designios de W. Shaw y J. Hope – Simpson, quienes conciben
redefinir la política seguida en el área. Haciéndose partícipes de las
suspicacias de los dirigentes árabes, por la progresiva adquisición de bienes
raíces con cargo a la comunidad judía y la progresiva ocupación por emigrantes.
Emigrantes éstos, a los que una vez más hay que aludir como “auténticos
revulsivos” al “status quo” imperante en el área. El propietario, en
términos generales “propietario” (con todo el rigor peyorativo que el término
pueda encerrar), el aparcero, “aparcero” (aplicándole el mismo rigor al
concepto). Este hecho real, que al día de hoy subsiste entre un concepto
occidental de democracia y los distintos “espantajos” de inspiración
dictatorial vitalicia (¿Alguien recuerda la fecha de las últimas elecciones
para designar a las máximas autoridades Palestinas…?). Son los que en gran medida conducen a “crudísimos”
enfrentamientos encubiertos como étnico – religiosos.
Enfrentamientos estos que perduran
en la actualidad, avivados por grupos de carácter terrorista, que no dudan en
perpetrar vulgares asesinatos como el acaecido en días pasados en Samaria.
Asesinatos y atentados que muestran y demuestran la frustración a la que la
gran mayoría de dirigentes, vividores, descerebrados, dirigen a una juventud, a
la que le niegan toda capacidad de progreso. Sosteniéndose a costa de dañar a
la sociedad de la cual viven y “runfan”. Que la invocación de Abraham y la
progresiva apertura de miras, entre esa población anulada por auténticos
canallas, vividores y manipuladores, sea el camino que nos permita volver al
cambio e intercambio de aquellos elementos comunes, de nuestra vida cotidiana.
Capt. Willie
To be continued…
*1.- Estas
aseveraciones las debieron de asentar los “Notables” (en ningún caso
sobresalientes) sobre el número de sobrevivientes judíos, que dejaron los
“caballeros cruzados” tras los sucesivos asesinatos cometidos en la toma de
Jerusalén y las requisas de guerra anteriormente citadas por parte del imperio
otomano sobre los bienes de los judíos.
*2.- Muy notables, en absoluto sobresalientes, pero
no consigo alcanzar de que país hablan.
*3.- El
que esto suscribe sigue, anclado en el castigo romano hacia el pueblo de Judea
y el cambio de nombre. En las fechas que nos ocupan, una región, área o espacio
geográfico, que no es más que un retazo arrancado al fenecido imperio otomano
por pérdida de la guerra. Eso, un área geográfica identificada por “palestina”.
Hasta qué punto poblada y desde cuándo por palestinos.
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