Antiguo proverbio judío
La más
evidente muestra de la vigencia del presente encabezamiento repetido y
reiterado por cuarta vez y camino de la quinta, se justifica en lo que se está
viendo y oyendo en este mundo de “cabras locas” y “cabrones alocadas”, donde
los sacristanes, en vez de pensar como aquel monaguillo cuando le dijeron que había
muerto el papa, en el ascenso en el escalafón”, se mueren de melancolía al
faltarle su párroco y pareja de hecho y lecho. De los equinos, coces, como las
que dan la gran mayoría de jerarcas y clérigos en todos los estamentos y
ocasiones. Claro está, que al ser tan lerdos, ellos llegaron a creerse que la
única Cruz, símbolo de la iglesia cristiana y en particular de la católica,
cada día menos apostólica y sí más “tano – peronista”, es la “crucecita” de la
declaración de la renta. Al menos, tanto en público como en privado, es por la
que muestran mayor interés y afecto. De ahí que dado su apego a la susodicha
crucecita, no cruz, cada día seamos menos los que la marcamos. Quizás con ello
evitemos que haya “locas sportistas” que financien sus actividades lúdicas en
base a la misma. Y en vez de entonar el “Clavelitos”, canten a dúo o trío, el
“Rosito… dame el clavel…”
Totalmente influidos por aquel comunismo
internacionalista, hoy trastocado en el tiempo y espacio, se crea en la antigua
Judea, posterior Palestina, un DRAMA aún no resuelto y sí, si cabe, aún más
manipulador e inhumano. Lógicamente, fruto del COMUNISMO no “internacionalista”:
el que surge de “Sau Paulo” y se ratifica en “Puebla”. El que en vez de “unir a
los parias de la tierra”, pasa a dividirlos en grupúsculos, a los que
previamente agravia, mostrándoles sus diferencias, a posteriori encabrona, para
después unirlos a otros anteriormente agraviados y encabronados. Con lo cual se
obtiene la traída, llevada y toqueteada “Agenda 2030”. Símbolo claro de la
época en la que nos toca vivir, donde analfabetos funcionales son ministros,
presidentes de gobierno, obispos, arzobispos y papas “blancos” o “negros”,
colaborando todos a pudrir situaciones, por sí ya mal olientes.
Con estas “mimbres” y sin ánimo alguno por
parte de nadie en poner coto al “desaguisado” achacado al U.K. y aprovechando
su desaparición como potencia. Se hace muy fácil el culparlo de situaciones,
donde su participación real fue hasta cierto punto circunstancial y no más
decisiva que la de otros eternos aspirantes a ser “potencia”. Insisto, meros
aspirantes, quienes dejaron tras de sí las “fogatas” que desde Líbano y Siria
alimentan la “hoguera principal” contra el actual Estado de Israel. Único país
en el área de Medio Oriente, democrático de hecho y derecho.
Antes de entrar en las posibles y
desafortunadas gestiones realizadas por el U.K. en Medio Oriente, quiero
incidir una vez más, en la población una y once veces diezmada de la zona y
quienes fueron los últimos en llegar antes de finalizar el siglo XIX. En el
precedente hago referencia a hechos relatados en primera persona, registrados y
documentados, que no dan lugar a la mínima duda sobre su legitimidad. Los
asentamientos de los Bilu ביל"ו, Bilu’im y sucesivos inmigrantes, quienes “retornan” a
unas tierras, que quizás tres generaciones anteriores a los “retornados”,
pertenecían a sus más próximos ancestros. Las adquieren previo pago al último
propietario, hecho que, sin discutirle dicha propiedad y capacidad de venta, sí
se le busca realmente su antigüedad sobre dicho asentamiento. En ningún caso, y
a una media de edad por generación de cuarenta y siete (47) años, no alcanza a
ser la tercera generación asentada sobre dicha área (a modo referencial, el
conocido anti sionista Izzat Muhammad Darwaza, nacido en Nablus, sobre 1888, era nieto de alguien que se estableció en
dicha localidad en los primeros meses
del año 1822 y procedía de un lugar no determinado
de Egipto), ostentando una propiedad
(insisto, no discutida) que nace de esa su última “ocupación, uso disfrute,
propiedad y consiguiente capacidad de venta”.
Que los usos y costumbres
organizativo - sociales en el área eran de carácter tribal y las jefaturas de
las mismas, encerraban atribuciones impensables e inadmisibles a quienes
arribaban, cierto. Que la pérdida de privilegios, que trae aparejada la
creciente presencia, de una “famélica legión” en el sentido más literal del
concepto y término es clara, o se sacrificaban y esforzaban por “arrancar su
pan a la tierra” o se morían de hambre y necesidades. Hecho que rompía y de
hecho rompió, con los esquemas de aquellas prerrogativas asentadas en la tradición y basadas, en el
atraso y en el fondo, en la miseria que crea dependencia.
Los “liberales”, no libertarios,
cuando oímos la expresión “nacionalismo”, instintivamente nos echamos a
temblar, pues tras un invariable teórico movimiento de recuperación cultural,
siempre y en toda ocasión, aparecen los intereses de grupúsculos excluyentes,
de aquellas formas culturales y sociales que no sean las de ellos. En otras
palabras, las que ellos quieren imponer a mayor gloria de sus absolutistas
intereses.
La invasión napoleónica de Egipto,
en julio de 1798 – 1801, despertó entre las clases cultas árabes, altos y
medios funcionarios del imperio otomano, una gran curiosidad por los avances
tecnológicos que mostraban y no menor, por el concepto cultural que emanaba de
las formas y modos de actuar de la llamada “Comisión de Ciencias y Letras”, donde haciendo honor a la misma figuraban, entre otros personajes que ya
en aquel momento destacaban en el mundo de la ciencia: Gaspar Monge o Claude-Lois
Berthollet. Dando lugar dicho “roce cultural” al nacimiento de una
corriente, donde “intelectuales” (no pueblo llano) musulmanes se van
involucrando y participando activamente. Caso de Abd al-Rahman al-Kawakibi عبد الرحمن الكواكبي, a quien sin lugar a dudas, se puede considerar como uno de los
precursores del panarabismo reformista islámico, en las provincias
árabes del imperio otomano, en el cual figuraba como alto funcionario.
Este “despertar” fue lo que en su momento se
definió como النهضة, al-Nahḍa (reconocimiento o
despertar árabe), en definitiva y contrariamente a lo que se cree, es la
antítesis del “Renacimiento” a la europea, ya que al-Nahḍa, en ese su inicial periodo de abril de 1882 a
mediados de 1905, fue un paso gigantesco adelante, considerando el pretérito,
un lastre del que era preciso liberarse, pretendiendo, en buena liza, tomar
aquello beneficioso de Occidente y hermanarlo sin perjuicios previos a Oriente.
El anteriormente citado, Abd al-Rahman al-Kawakibi عبد الرحمن الكواكبي, publica en 1901 “La madre de las ciudades”, donde de forma clara,
reivindica la creación de un Califato en La Meca. Tomando el “guante por el
lanzado”, el cristiano palestino, ya mencionado en el escrito precedente, Nayib
Azuri, funda, en el progresista Paris de 1904, la Liga de la Patria
Árabe y en 1905 publica “El despertar de la nación árabe en el Asía
turca”, en el cual propone la creación de un imperio árabe que ocupe todo el
área “histórica” de Medio Oriente. Lo único cuestionable es qué parte
“histórica” es aplicable. Este mismo personaje, no musulmán y sí cristiano,
engloba en ese hipotético imperio, a poblaciones de ambas religiones, haciendo
caso omiso de la posible población judía, población más o menos numerosa, pero sí
existente.
Entre 1907 y 1908, Nayib Azuri, edita
y publica la revista: “El Independiente Árabe”, coincidiendo este último
año con el inicio de la revolución de los Jóvenes Turcos. La
instauración de un régimen constitucional en el anquilosado imperio otomano, no
alteró en modo alguno la tradicional política centralizadora, donde el turco,
como sujeto pasivo, continuó con el abusivo y opresivo sistema administrativo. Hecho
que aumentó a extremos límites, el descontento dominante entre la clase
dirigente de la población árabe. Estos servían al imperio, pero… aspiraban en
términos muy generalizados, a que la población árabe les “sirviese a ellos”.
Hecho éste, que quedó claro y manifiesto desde tan lejanas fechas, al día de
hoy.
La frustración creada entre dicha clase
dirigente, les conduce a la organización de sociedades político – sociales –
culturales, donde de forma un tanto moderada, exigían la paridad de derechos
para la comunidad árabe: asambleas representativas locales y la igualdad del
idioma en la administración, la justicia y la educación, en las zonas de
predominio árabe. Así se crea en Estambul el “Club Literario”. En el Cairo
y con pequeñas ramificaciones en Siria e Irak, el “Partido de la
descentralización otomana”, o el “Comité de Reformas”, en Beirut. En
todos los casos, la “mano” de Francia se hacía presente. Con éstas, alternaban
otras de carácter secreto: Qahtania, que aparece en 1909 en Estambul, la
cual propugna una confederación turco – árabe a imagen de la monarquía austro –
húngara; Al’Ahd, fundada por oficiales del ejército otomano y encabezada
por Aziz Ali al-Masri, que aspiraba a un estado árabe unificado que
sostuviera estrechos vínculos con el U.K., llegando en su caso a mantener al
respecto, contactos con altos funcionarios británicos en Egipto. Por último y
dentro de estas organizaciones más o menos secretas, citar “al-Fatat”,
que bajo los auspicios del funcionario otomano, Izzat Muhammad Darwaza,
ve la luz a principios de 1911. Todas estas asociaciones, desde las más
moderadas a las más exaltadas (en aquellas fechas no extremistas), conducen a
la celebración, en el Paris de 1913, al “Congreso Nacional árabe”.
Conviene no olvidar las antiguas aspiraciones francesas en el área de Medio
Oriente, las cuales se vieron agraviadas y exacerbadas por la directa participación
germana, en el proyecto y ejecución del ferrocarril de ancho métrico del Hiyaz.
Contemporáneamente a estos hechos, en la
península arábiga se iban conformando unos reinos feudales, en teoría,
sometidos al imperio otomano, pero que en la realidad eran totalmente
autónomos. El más representativo, el que dio nombre a la línea férrea. El de Hiyaz,
encarnado en el jerife de La Meca, Husayn ibn Ali حسین بن علی, a su vez, guardián de los santos lugares del
Islam, quien era padre de dos de los más importantes representantes árabes
en la capital del imperio, Estambul. El vicepresidente del parlamento Abd
Allah y Faysal diputado a su vez en representación de Jedda.
Los recelos que el tendido de la citada vía férrea crea en las clases
dirigentes del “mundo” árabe van en aumento, mientras que en el “pueblo llano”,
solo alcanza a soliviantar a pequeñas tribus, que veían peligrar su medio de
vida, como “camelleros” en el transporte de peregrinos a La Meca. Qué decir del riesgo que encerraba para los
señores feudales, la capacidad estratégica en el transporte de pertrechos y
tropas desde Damasco… No obstante y salvando aquellos casos donde los intereses
personales y/o minoritarios eran flagrantes, todo movimiento “anti” imperio,
carecía de apoyo popular.
No olvidemos que nos encontramos en los
prolegómenos del estallido de la “Gran Guerra”, donde la predisposición de Estambul
hacia las Potencias Centrales (imperios alemán y austrohúngaro) era
claro y manifiesto, de ahí que el U.K. a través de Abd Allah hubiese
“sondeado” a su padre, sobre su hipotético posicionamiento ante una
conflagración bélica, en la que el imperio otomano tomase la opción que se
adivinaba. La postura del jerife se mantuvo un tanto equivoca y
expectante, dispuesto, por principio, a jugar al mejor postor. Cuando el posicionamiento otomano se define y pasa
a ser beligerante, el general H. Kitchener, en su condición de
Secretario de Estado de Guerra, a través de Sir. Arthur H. McMahon, a la
sazón alto comisionado británico en el Cairo, “vuelve a la carga” sobre el jerife,
dándose cuenta inicialmente, que éste, está esperando conocer hasta donde llega
la oferta del imperio otomano. Decidiéndose finalmente por la opción británica, ya que el ministro de la Guerra
turco Ismael Enver, a lo más que estaba dispuesto a llegar, era a la
creación de un Estado Árabe, dentro del propio imperio otomano.
Por el contrario, la petición realizada a
los británicos y en principio aceptada, aunque a posteriori matizada, consistía
en la creación de un reino árabe, que comprendiera Arabia y los
actuales: Siria, Líbano, Israel, franja de Gaza, Cisjordania, Jordania e
Irak. Como se indica, la petición aceptada como tal, es matizada y en toda
lógica, natural, ya que el U.K. pensando en la “joya de la corona”, la
India, y en los territorios estratégicos para los aliados: litoral mediterráneo
de la actual Siria, Líbano, Israel y S. de Irak, no puede aceptar
dichas inclusiones. Ante el posicionamiento un tanto “equivoco” del jerife, Estambul
envía sus tropas al Hiyaz, dominado por los hachemitas. Siendo
este envió de fuerzas, la disculpa aprovechada para iniciar los disturbios en Damasco
del 5 de junio de 1916, donde el oro británico, hábilmente repartido y
debidamente administrado por el “Oficial del Oro”, “Lawrence de arabia”, fue
decisivo en la compra de voluntades, de un “pueblo”, que vivía totalmente de
espaldas a aquel conflicto global. Así, el gran número de árabes que lucharon
en el bando turco en la “Gran Guerra”, a la vez que otros, incluidos
hermanos y parientes de los anteriores, “pasaron olímpicamente” a los
llamamientos a la yihad que hizo el sultán otomano Mehmed V.
Las relaciones entre los aliados y Husayn
ibn Ali حسین بن علی, estuvieron en todo momento marcadas por la mutua desconfianza, e incluso
momentos de gran tensión. Sin previo aviso a sus teóricos aliados, él se
autoproclamó rey de los árabes, el 11 de noviembre de 1916. Reconociéndole
únicamente el U.K. y Francia, como “rey de Hiyaz”, ya que ambos estados
tenían establecido desde mayo del mismo año, un acuerdo secreto de reparto
preventivo del Medio Oriente árabe. Este pacto anglo – francés, oficialmente
denominado “Acuerdo de Asia Menor”, cuando fue de dominio público, se
conoció por los apellidos de los dos negociadores del mismo, “Sykes – Picot”.
Aclarando, que por parte del U.K. el signatario no fue el negociador:
experto en Medio Oriente y profundo conocedor de la idiosincrasia árabe T.
Benvenuto Mark Sykes, si no por el diplomático británico, E. Grey.
Este “Acuerdo de Asia Menor”, que a
través de la distancia que marca el tiempo trascurrido y los hechos a él
sobrevenidos o achacados, siempre y en todo momento, descargan sobre el U.K.
toda posible “culpabilidad” por acción, omisión o intereses. Las tres “causas
apuntadas” son achacables a los otros dos “contendientes” y no menos
pretendientes, de los despojos del futuro vencido: la “grandeur” Francia
y la “imperial” Rusia, del asesino y asesinado “padrecito” Zar. Sí
el U.K. aspiraba a establecer un “área de seguridad”, que
cubriese el Golfo Pérsico, Mesopotamia y que alcanzase al Mediterráneo, la
“grandeur”, aspiraba a dominar Siria (la histórica), no dudando
en aliarse con la Rusia del “padrecito”, a espaldas de los británicos
a fin de garantizarle tras derrotar a los “imperios centrales” y al otomano, la
entrega de Estambul, con lo cual se cumplían las antiguas y actuales, y
Él quiera, futuras aspiraciones de acceder el Mediterráneo. Al margen de otras
consideraciones que no hacen al caso que nos ocupa, la toma del poder en Rusia
por los bolcheviques, salvó al estado turco de perder su capital y al
mundo de tener a Rusia como país rivereño del Mediterráneo. Por otro lado,
ambiciones tan legitimas o ilegitimas las de los unos, como las de los otros.
Los tres “aliados” circunstanciales, acuerdan la creación de un Estado árabe hachemita,
a la vez que un “condominio”, que bajo dicho estatus cubriese a Jerusalén
y Nazaret, donde alojarían a los doscientos mil 200.000 (en números
redondos quizás, excesivamente cortos) judíos que entre los nunca emigrados
(que en toda historia “bien historiada”, interesadamente se ignoran) y los
inmigrados que desde mediados del siglo XIX poblaban la zona. Hecho que se ve
reforzado por la Declaración Balfour de 2 de noviembre de 1917,
publicitada por la prensa británica el 9 del mismo mes y año. Por dicha
declaración el U.K. se comprometía a defender un hogar nacional para el
pueblo judío.
La “grandeur” y el “padrecito”,
mucho “repartir la piel del oso” cuando aún estaba vivito y coleando, pero…
para poder avanzar militarmente los árabes precisaron el apoyo británico, que
les permitiese alcanzar y tomar Aqaba y progresar hacia el N. hasta
alcanzar y conquistar Jerusalén, en el mes de diciembre del mismo año
1917. En este punto de la historia, existe una clara tendencia a “querer
ignorar”, que quien estaba derrotando al imperio otomano era el U.K.,
tomando consiguientemente el mando de las situaciones que en cada momento se
iban generando. Aquí y ahora, entra en juego el perfecto conocimiento de la
idiosincrasia árabe a la que hace gala el vilipendiado T. Benvenuto Mark
Sykes. Faisal en ningún momento hubiese “cortado” totalmente las
negociaciones con el imperio otomano, de ahí que en el mes de mayo de 1918, en
nombre de su padre, estuviese negociando con Estambul el “cambio de chaqueta”,
siempre y cuando, a él se le reconociese su condición de Rey del Estado Árabe,
en un imperio dual, a semejanza del austro – húngaro. Como siempre que se juega
a los naipes con dos barajas, la oportunidad del descarte es importantísima.
Tal negociación llegó tarde. El imperio otomano estaba para un soplo. Tras la
caída de Haifa y Damasco, donde la participación de la cuarta
División Montada australiana y la quinta de caballería, por más que les pese a
unos más y a otros menos, le dejaron para el ejército Sherifial del
príncipe Faisal, la misión de apresar y custodiar a los derrotados
miembros del cuarto, séptimo y octavo ejército otomano. El 30 de octubre de
1918, se firma en Mudros el armisticio, retirándose del área las tropas
turcas que no hubiesen caído prisioneras.
Así las cosas, Faisal, el ex diputado
en representación de Jedda en el parlamento turco de Estambul,
hijo de Husayn ibn Ali حسین بن علی, se instituyó en moto de las aspiraciones de un estado árabe. Siendo
proclamado rey de Siria en el Congreso Nacional, reunido en Damasco en julio de
1919. La Siria a la que alude dicho reino, comprendía todo Líbano, Palestina
y Transjordania. No obstante a ello, toda fiesta tiene su final. En
contrapartida a dicha proclamación, la Sociedad de Naciones ya se le
había anticipado, acordando en febrero de ese mismo año, el establecimiento de
“Mandatos” en las zonas con “pueblos no capacitados para regirse por sí
mismos”. Hecho éste, reflejado en los tratados de Versalles 1919 y San
Remo 1920. Quedando todo el amplio territorio bajo tutela británica, a
excepción de Siria y Líbano, supeditados a la administración de
la “grandeur” Francia. Por el principio de que nunca llueve a gusto de
todos, esta disgregación territorial satisfizo las ambiciones de las familias
“segundonas” de dirigentes árabes, quienes liquidando el panarabismo, pasaron a
crear uno propio, que diese cobertura a la mínima oportunidad propicia a las
aspiraciones de nuevos estados bajo su mandato. Como se puede ver, allí el que
no corría, volaba.
Al suscritor del presente, tras andar y
patear el área, hablar y leer documentos muy muy antiguos y/o relativamente
modernos (de principios a finales del siglo XIX e inicios del XX) en sus
idiomas y dialectos originales, dejando personalismos y simpatías aparte, no
cesan de sorprenderle posicionamientos donde los problemas de exclusivismo y
ambiciones de unos “pocos privilegiados” siempre prevalecieron sobre los muchísimos
pobladores, no siempre nativos, “desheredados de la fortuna”. La afirmación que
antecede entrecomillada, al igual que la de “famélica legión” utilizada en el
párrafo quinto del presente escrito, posiblemente le sorprenda a aquellos que
me conocen. Ambos términos los utilizo en el más literal sentido y libres de toda
contaminación de índole político – social. Que es una realidad que entronca con
la gran diferencia existente entre dos “héroes” o “villanos”, dependiendo desde
la óptica que se mire y vea: Thomas Benvenuto Mark Sykes y Thomas
Edward Lawrence, más conocido y novelado por “Lawrence de Arabia”.
Los planteamientos y aptitudes de estos dos personajes, pesaron en mí mucho más
de lo que imaginarse pueden los lectores de este “ciclo” de escritos.
También es cierto, que el contraste de
pareceres con la hoy ausente, Rvda. M. Marie Etienne, Armenia de pro. Gran
mujer y persona, con la que me cupo el honor de compartir el andar, patear,
hablar y leer los documentos al inicio del párrafo anterior referenciados, más
los correspondientes a aquellos en sus idiomas y dialectos maternos: armenio y
kurdo, me condujeron a planteamientos quizás poco ortodoxos, pero que entroncan
perfectamente con las muestras de buena vecindad existentes en los duros meses
de julio y agosto de 1880 y 1881, cuando las inclemencias climáticas, escasez
de agua y las necesidades, dieron lugar a la generación de esquelas (notas y
resguardos de maquilas y préstamos alimenticios de subsistencia) donde por el
elemento soporte, soportado y caligrafía, hacen suponer que están escritas por
alguien que hacía gratuitamente funciones de amanuense, entre paupérrimos vecinos
árabes y judíos, posiblemente ambos analfabetos y en régimen de aparceros.
Aquellos, entonces buenos, y avenidos vecinos ante la adversidad, fueron a
posteriori envenenados anímicamente, aunque las muestras del hermanamiento al
que hago referencia, estén ahí, respaldadas por dichas esquelas.
Entre los muchos recuerdos ejemplarizantes
que de mi padre Raphael (Z”L) guardo, siempre tengo
uno muy presente. Él me decía, que a la hora de actuar con respecto a los
demás, teníamos que sentirnos (salvando la literalidad idiomática: "ponernos") en la misma situación que la persona a la que pretendíamos
ayudar. Extremo éste que me esfuerzo en seguir en el discurrir de mi vida y que
me hace muy sensible a la verdadera hermandad que crea la necesidad compartida.
En la actualidad los hechos se
están reconduciendo hacia ese enfoque, donde las necesidades y adversidades
compartidas nos hacen más fuertes ante el peligro, y que cuando invocamos el
nombre de Abraham, lo único que hacemos es hermanarnos, aunque sea con nuestras
diferencias, pero procurando soslayar las desavenencias.
Capt. Willie
אחינו היקר, אנו גאים בך מאוד ובחיבה שאתה מגלה לתורתו של אבינו היקר. אחיותיך. ממך ב.פ.
ResponderEliminarMis queridas hermaninas:
EliminarQué duda cabe que los cuatro somos hijos de la enseñanza y ejemplo que nos dieron. Yo mencioné a papá Z”L, pero lo mismo podríamos decir mamá (זיכרונה לברכה), de su discreción y total entrega a la familia, olvidando su profesión y éxitos académicos.
Sabéis que no me gusta entrar en personalismos familiares a través del presente. No obstante, aparte de deciros lo mucho que os quiero, recordaros que el español de Toledo es uno, pero que yo me conformo con el “judesco” de Thessalonika. Y que cuando ese “judesco” viene de vosotras, me suena mejor que el de la propia RAE.
Os quiero mucho a todas. Un besín para Audrey y que se cuide mucho. ויליאם