No quisiese llegar a clasificar a las personas por colectivos…

           El agrupar o calificar a las personas por colectivos, es algo a lo que por principio me niego rotundamente. No obstante, existe un tipo repetitivo de individuos, que funciona en base a la más miserable de las cobardías, que es aquella, del que tira la piedra y esconde la mano. Así puedo observar, que a este mi blog, al cual se acede libremente y sin más censura que la que pueda imponer en un momento dado el propio soporte (gmail.com); del cual y al día de hoy, solamente fueron suprimidos por mí algunos comentarios  de personas que guiadas por su cariño o respeto eran tan laudatorios que me producían vergüenza. Conste que ya anticipé, que por haberla usado poco (la vergüenza), dada la lógica acumulación a través de los muchos años que cuento, al día de hoy poseo mucha.

          Aclarado lo precedente, pregunto: ¿Es de cobardes y miserables el llamar por teléfono insultando y descalificando las opiniones ajenas, cuando dicha llamada se realiza desde una línea anónima? ¿Es de cobardes y miserables el,  pudiéndolo hacer por escrito, realizar las manifestaciones insultantes vía voz, bajo el argumento de, lo escrito, escrito queda? Quiero creer que el buen criterio de mis amables lectores, les conduzca a mi calificativo de COBARDES y MISERABLES, máxime  cuando las afirmaciones de lo… “escrito, escrito queda”  lo realiza alguien que pertenece a lo que antes se decía género neutro  y siete minutos después, algo que en origen debió de ser una fémina y ahora no se sabe qué es.

          Una vez más me veo en la necesidad de reafirmar, que las personas para mí, son personas, por el simple y llano hecho de serlo, siendo accesorio el color de piel, origen, religión – cultura, cultura, orientación sexual y/o política. Pero… para ser considerados como tales personas, se me hace imprescindible que acrediten esa su condición. Condición que en los últimos tiempos, algunos colectivos, como tales, se encargan de poner en cuestión: ¿Cómo a estas alturas, alguien en su sano juicio puede creer en la existencia de un Ser o Ente superior, que en su nombre permita asesinar o mutilar a personas? ¿Cómo alguien en su sano juicio puede cuestionar  la libertad ajena, a la hora de elegir religión, opción sexual o política? Una vez tomada libremente dicha opción ¿Qué derecho tiene a imponérsela a los demás? Cuestión diferente  es la manifiesta ostentación a la que últimamente nos tienen sometidos distintos colectivos, que en la teórica y en muchos casos represión social que recibieron, actualmente están cayendo y sometiéndonos descaradamente, a las mismas injusticias injustificadas que padecieron.

          En el mundo actual, donde el culto a la naturaleza y consiguientemente al cuerpo, alcanzó grados rayanos en la idolatría. Donde los ecologistas (*1), no los ecólogos, campan a sus anchas, opinan del cambio climático y del sin climatizar, queriendo ignorar que el Planeta Azul que habitan, que mal que les pese, está vivo y que una ciencia (no seudo - ciencia) de acrisolada trayectoria como la geología, nos demuestra con todo lujo de detalles la evolución a través del tiempo, de este lugar común que habitamos. Entiendo y comprendo, que los sin voz ni voto en dicha materia, ahora que pueden y son manipulados por intereses para ellos ignorados, se manifiesten, declaren, figuren y contra – figuren, incluso, que algunos de ellos alcancen el segundo de gloria que creen merecer.

          Al igual que los precedentes, las feministas desaforadas (el que esto opina, en su entorno femenino familiar y desde su infancia, fue acusado de feminista y eso que no estaba de moda ni el vocablo, ni el concepto), queriendo olvidar una realidad sociológica muy propia de este “perro mundo occidental”, que es que el “patriarcado” campó a sus anchas, mientras que el “matriarcado” lo fue y sigue siendo, con real “mando en plaza”. Esta afirmación es un hecho notorio, tanto desde el punto de vista afectivo, como social y económico. No es menos cierto que algunas personas, que nunca destacarían por ningún atributo, social, cultural, etc. si les quitas el feminismo, las jodiste, tía Paca. ¿Qué les queda? La más absoluta nada.

         Aquellos otros que para no quedarse atrás, se agrupan bajo la bandera de los siete colores básicos Newtonianos, los del arco iris. Es cierto que algunos de sus componentes sufrieron en su propio ser, las consecuencias de la intolerancia ajena. Intolerancia que en muchos de los casos fue mostrada y administrada por individuos de idénticas inclinaciones sexuales, pero que haciendo bueno el dicho: no hay peor cuña, que la de la misma madera, dado el “acomodo” del que disfrutaban eran inflexibles con los demás.

         Así nos encontramos con personajes, personajillos y otras especies sin calificación darwiniana posible, que por el mero hecho de considerarse diferentes (que ciertamente no lo son) tienen todos los derechos a opinar y mostrar conductas, que en la gran mayoría de los casos y veces a nadie le interesan. Si entran, salen o quedan a puerta de armario, ignoro salvo a ellos y su propio entorno a quien pueda concernir, de ahí que considere inaceptable que se permitan insultar y faltar a todo aquel que no actúe o piense como ellos. Y anatema, aquel que les plante cara y les diga que son tan antiguos como la propia humanidad y que detrás de ellos, no existe nada. Cuando se aparean sexos distintos de mamíferos de la misma especie, suelen engendrar y reproducir patrones de uno de ambos sexos. Cuando se aparean ellos, independientemente de su libertad para hacerlo, lo más a lo que pueden llegar es a  agarrar una infección gonocócica. ¿Dónde empieza lo normal y termina lo anormal? Ni lo sé ni me importa, pero si decir, que ya estoy hasta más arriba del gorro, de tanta loca desaforada, sea de un género u otro, incluso del neutro. Tras las llamadas de ayer tarde, hago mías todas las afirmaciones del Cardenal Cañizares. Exigiéndoles el mismo respeto que para sí piden  esos colectivos del “batiburrillo”. Cada cual que sea lo que quiera, tome o dé por donde  le dejen y deje, pero por favor, que no nos den la vara. Ya está bien de tratar de imponernos sus criterios y de que la jerarquía eclesiástica de la ICAR, por aquello de quedar bien con todo el mundo, nos deje al colectivo católico con el culo al aire.

      ¿Aparte de callar por si las moscas, qué tienen que decir esos Sres. Obispos y Arzobispos?  ¿O acaso la moral – ética y la estética no va con ellos? Anda que nos den por el saco… A lo mejor mira tú, les toca algo a alguno de ellos…

                            Capt. Willie

(*1) Para ser ecologista, solamente es preciso carecer de unos conocimientos científicos mínimos, tener “mucha cara” y un alto grado de sinvergonzismo.