El tiempo, que de acuerdo al famoso tango de
G. Coria y J. Filiberto, consigue incluso borrar hasta “los caminos un día
recorridos”; nos lleva a ver a los USA y al U.K. como unos potenciales “no
amigos”, de la “muy demócrata de toda la vida, esta vieja y envejecida Europa”.
Con la única y excepcional diferencia: que los primeros, desde el mismo día de
su independencia, a D. g. carecieron de toda dictadura (a pesar del paso por la
Casa Blanca de personajes como el “buen musulmán y la de las espaldas de
estibador portuario”). Los segundos, los actuales “subjects
of his graceful majesty”, tuvieron tan luctuosa experiencia hace tanto tiempo,
que, como “concepto” lo tienen olvidado.
Con estos “mimbres” llegamos al “G-20”, de reciente clausura en la Alemania reunificada. Reunificación, que todos alícuotamente pagamos, tras haber pagado primero, unos más y otros menos, sus reiterados intentos de seleccionarnos, como a las “razas animales” destinadas a tal o cual producción. Extremo hoy olvidado por algunos y en trance de ser, interesadamente, olvidado por otros.
Detrás de lo
sucintamente expuesto, viene ya, lo de ahora, lo inmediato anterior al
“mismito” día de hoy. Entramos de lleno en esa frase que encabeza este post.
Todos los males del pasado, presente y futuro, por los que pasó el actual Planeta
Azul, la Tierra, fueron fruto directo de lo que hoy conocemos, a modo general,
como “medio ambiente” o “cambios climáticos”. Pues hablar del “Calentamiento Global”,
“Efecto Invernadero” y otra serie de zarandajas, es caer y entrar de lleno en
la frase que encabeza este post.
Que de esa “insigne
algarada”, donde intervino tanta gente, hagan fuerza los más cobardes, y se
“caguen” los más valientes, “tiene narices”. En esa mí sempiterna ignorancia,
tienen que incluirme en el “club ecológico” de Mr. D.
Trump, y en el del equipo del que se rodea. Él y esos sus “rodeadores”,
inclúyaseme a mí también, arribamos a este extraño lugar, siguiendo la estela
del hombre del neandertal, quien parece ser nos precedió, a ellos y a mí, en la
“friolera” y/o “calentadera” (depende del momento y época), de entre 230.000 y 33.000 y/o 28.000 años, año arriba
o abajo. Durante el periodo final del Pleistoceno (*1).
Dada esa, mi manifiesta ignorancia y
capacidad asimilativa al ajo, por lo repetitivo, una vez más recurro a la
“estratigrafía” avalada por la “International Commission on
Stratigraphy, ICS” y a los “paleoclimatólogos”, quienes aseveran que
este “Planeta Azul”, pasó o experimentó doce (12) periodos glaciares,
separados por los trece (13) consiguientes interglaciares. A priori,
semejantes a las actuales condiciones climáticas. ¿Quién ignora la afirmación
que antecede, Mr. D. Trump, o la “Kartofelera” y “ojetes de los que ésta se
rodea”?
Estos lapsos diferentes, conocidos por estadios
isotrópicos, son enumerados entre uno y veinticinco (1 y 25),
correspondiendo los números impares a los lapsos interglaciares y los
pares a los pleniglaciares.
Que
la determinación de estos lapsus, conocidos por fases, no se realizó por
medio de complejos programas informáticos, asentados en, “mierdosos” datos, en
la gran mayoría de los casos obtenidos a, “prisa y corriendo”, cuando no
inventándolos directamente. Está claro, estas fases, se determinaron por
la medición de la relación existente entre el oxígeno 18 con el oxígeno 16,
presente en el carbonato de calcio de las conchas de los sedimentos marinos.
Por
medio de tan simple y efectivo método, se pueden hacer afirmaciones de
innegable valor científico, no empíricas, conducentes a determinar la evolución
real del clima, sin interrupción en el tiempo. No estamos hablando de datos
estadísticos de los últimos ciento tres (103) años. Antigüedad máxima real, del
registro de ciertos fenómenos meteorológicos y de parámetros cuantificables.
Por supuesto muy sesgados y/o alejados en la distancia entre sí.
Las
aseveraciones que anteceden, creo justifican por si mismas las carcajadas que
me producen, esos “conservacionistas”, que viven y se “conservan” a base del
“conservacionismo”; dándose el caso curioso y ampliamente repetido, de insignes
Catedráticos de Universidad y funcionarios de “apesebrados” organismos
nacionales, internacionales y la “repera limonera”, que a lo más que llegaron
fue a ser hijos de sus “papas”, obtener una licenciatura en ciencias, entrar
dentro de la endogámica universidad u organismo al uso. Y… dele, que hay que
figurar y de paso comer todos los días… Cuanta más gorda sea la afirmación,
aunque no tenga soporte científico alguno, mejor, más posibilidades de salir en
la prensa tienen.
¿Cuántos de todos esos expertos “conservacionistas”, que viven y se
“conservan” a base del “conservacionismo”, pueden acreditar una denuncia, por
daños contra el hábitat de las especies piscícolas y mamíferos, en un cauce
hídrico en el año 1956, contando el denunciante ocho (8) años de edad? ¿Cuántos
(con cierta benevolencia) de esos “doctos vividores”, pueden decir y demostrar
con testigos, que mustélidos salvajes, les ponían sus indefensas crías en el
regazo? Estoy hablando de “Llondras” y “Melandros” (Nutrias y Castores).
¿Alguno de ellos sabe o supo hablar con los Lobos?
¿Dónde está la novedad de que el “Planeta Azul”, en su continua
evolución cambie y que sus ciclos climáticos sean repetitivos? La novedad debe
de ser “novedosa”, para los anteriormente citados “doctos vividores”. Para mí y
parece ser que para Mr. D. Trump, es algo que vemos tan natural, como que al
día le suceda la noche, o a esta última, el día.
Ahora,
ya entrando a “saco” con esa comunión de ideas en lo “climatológico” existente
entre Mr. D. Trump y el que esto suscribe, me lleva a la duda, y me hace
plantearme una seria cuestión: ¿en algún momento, alguno de nuestros
respectivos ancestros, familiares o simples vecinos entre - sí, contaminarían
con una “fogata” en común, en la misma cueva, y con los correspondientes
“eructos” y “pedos” posteriores al asado? Indudablemente su “capacidad de
contaminación” era “elevadísima”, y prueba evidente de ello fueron los
sucesivos “ciclos de calentamiento” acreditados en base al oxigeno 18 en
relación con el 16, mencionado en el párrafo nueve (9).
Visto
lo visto, me voy a tener que poner en contacto con el Sr. Secretario de Mr. D.
Trump, para invitarle a tomar un café y que tratemos de encontrar entre los
dos, a esos ancestros comunes que tantos “pedos”, “eructos” y “fogatas”
hicieron y compartieron, que reiterativamente llegaron a calentar todo el
Planeta Tierra, trece veces seguidas. Eso a mi modo de ver, se llama
constancia.
Que
los volcanes, movimientos telúricos, impactos de meteoritos “en plan gordo”,
rayos – centellas y consiguientes incendios por ellos provocados, habrán
colaborado algo, lo veo posible, pero… nuestros posibles comunes ancestros,
eran de lo que no hay.
Que
las nuevas tecnologías permitan y permiten, el uso más racional y
económicamente rentable de los combustibles fósiles, no me cabe la menor duda.
Pero que cualquier volcán, aunque sea casi de juguete, como ese submarino que
tenemos en nuestra Isla del Hierro, el cual en los ciento cuarenta y dos (142)
días de semi – actividad, no solamente generó más contaminación térmica, que
todos los intercambiadores de calor, (para refrigerar y/o condensar) utilizados
en todos los buques, grandes o pequeños, que cruzaron en el mismo periodo el
Océano Atlántico, incluyendo todas las fuentes caloríficas (no de radiación
solar) generadas en las Islas Canarias. Qué decir del CO2, distintos, óxidos,
sulfuros, sulfatos y bacterias, unas ya conocidas y otras, por no
identificadas, ignoradas.
Lo
dicho, Mr. D. Trump, cuando sus múltiples e importantes obligaciones se lo
permitan, me pega una pitada, nos ponemos de acuerdo y, o bien en su casa o en
la mía, tomamos ese café y hablamos de nuestros respectivos y contaminantes
ancestros. A la vez que nos asustamos mutuamente, con el “Calentamiento Global,
el “Efecto Invernadero”, el “Agujero de Ozono” y claro está el del “culo”, con
esa gran capacidad de “soltar metano”, y lo que es peor, tantos “culos”,
alimentados en base al “Cambio Climático”, tirándose pedos a la vez.
Me
estoy volviendo auténticamente vulgar… anteriormente cuando entraba en el campo
de la escatología, era la otra, no la de “culo”, “caca”, “pedo”, “pis”.
(*1)
(Del griego πλεῖστος: pleistos "lo más") y καινός (kainos
"nuevo") División de la escala temporal geológica perteneciente
al periodo cuaternario, precediendo en el mismo al holoceno. Con
inicio – final estimado en 2,60 millones de años y 10.000 a.C.
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