Tras la “telefonada” anónima y
consiguiente “riochada” de sandeces e improperios recibidos con motivo del link, que traslada al escrito por
mi publicado en fecha 23.04.2016, “Del pelotazo
intelectual a la progresía de oportunidad o culturetas”,
considero una vez más oportuno, hablar de los “robespierrinos” y demás “censores”,
por demás “lacrimógenos” e incapaces de reconocer su propia necedad e incapacidad
congénita, para poder reunir las condiciones mínimas exigibles y acceder a una
plaza docente de forma digna.
De las indignadas “mamarrachadas” expelidas
por mi anónimo comunicante, saqué la conclusión, de que para poder optar a una
plaza de docente, de acuerdo a las nuevas acreditaciones universitarias, en
este antiguo país antes llamado España, hay que hacer algo más de lo que se
venía haciendo en los últimos treinta o treinta y cinco años. Ya no sirve el
ser el “tira levitas del profesor titular y del catedrático”, ni “lamerles el
culo” tras finalizar mediocremente un “trote”, quedando “pegado” en concepto de
no sé sabe qué, a determinado departamento de la escuela técnica o facultad.
Parece ser que ahora los méritos
cambiaron y pasaron a ser méritos tangibles, sustituyendo los anteriormente
citados, por acreditar de forma fehaciente que el futuro “profe” o “cate” o
como en la actualidad se denominen, tienen unos conocimientos mínimos que
superan los apuntes de su “mentor”.
De los trotes, carreras y doctorados, que
por experiencia propia puedo hablar y, con las que en los últimos diez años
estuve en contacto, puedo afirmar que si dejamos sin “computer” al 95% del
profesorado y del alumnado en lo que antes se dividían las carreras (ciencias o
letras), el coeficiente real de conocimientos está, en todos los casos, por
debajo de 3 en los antiguos baremos evaluativos, de cero a diez.
Dar nombres y apellidos es “jodido”,
pero sí puedo afirmar y llegado el caso demostrar, que en los últimos diez
años, colaboré directamente al desarrollo de cinco (5) proyectos de fin de
carrera, dentro de la rama de ingeniería, y que en tres ocasiones, tras hablar
con los Catedráticos correspondiente: se vieron en la disyuntiva de “agachar la
cerviz”, pues en uno de ellos, para su disgusto; un conocido programa de
cálculo fallaba estrepitosamente y el acero resistente que arrojaba iba por
encima del 100% del necesario, teniendo más sección las correas que las propias
vigas del pórtico rígido. En otro caso: el balance eléctrico demandado en
generación y transformación, en vez de ser para una situación de emergencia en
una industria de cierta entidad, podría aplicarse a un lupanar, con no más, de
una Mama San y dos o tres pupilas. En el tercero de los casos, hubo que
rectificar lo que sería el premio extraordinario de fin de carrera, ya que los
servicios sanitarios estaban diseñados para “culos” tan pequeños, que sus
cerramientos perimetrales sobrepasaban en muy poco los 50 cm. (medio metro) y
las puertas de acceso no llegaban a dicha medida.
Puede que sea, que los profesores y catedráticos de aquellas escuelas
técnicas, donde entre otras especialidades se “hacía” o estudiaba la de
“Técnicas Energéticas”, aparte de la docencia trabajaban a diario en materias
afines a las que impartían. Y en lugares entonces tan emblemáticos para sus
distintas poblaciones: como “Moreda y Gijón”; “Astilleros del Cantábrico”;
“Duro Felguera”; “RENFE”; “Hidroeléctricas
o Termoeléctricas”; “Babcock &
Wilcox”; “Euskalduna”; “La Naval”; “Pegaso”; “Barreiros”; “La
Maquinista”, “Seat” y un larguísimo etc.,
de las cuales seguro dejo en el teclado un gran número ¿Qué puede
enseñar el que nunca nada vio y lo que vislumbró fue a través de un portillo
(ojo de buey) ciego o en el mejor de los casos lleno de tela de arañas.
Claro está, tan “desilustrado mamarracho”, no puede entender que dentro del
mundo de las “letras”, alguien para publicar cuatro o cinco tomos (dependiendo
del idioma), de una determinada materia, posteriormente declarado libro de
texto, para la correspondiente asignatura, en cuatro universidades y un instituto,
recorriese miles de kilómetros, dirigiese a priori un trabajo de investigación,
en el que intervinieron en todo momento, como mínimo una colaboradora
inmediata y un equipo multidisciplinar
de once personas, que en la recopilación de información, se utilizasen
documentos en los más variados soportes, desde: arcilla cocida, piel, papiro y en
menor medida “papel de trapos”, que dichos documentos estuviesen escritos en cinco
lenguas y siete dialectos.
Una vez más sugiero que las “reclamaciones” se me hagan por escrito, pues aunque aún me responde bastante bien la memoria, siempre me cabe la duda de haber dado respuesta completa a tanta “sinsorgada vertida”. Aprovechando esta nueva oportunidad, para recomendar a esos incomprendidos y vocacionales “teacher”, “lectorer” o “professor” que no alcanzan el mínimo de créditos exigidos, que lo tomen con resignación y apliquen ajo y agua. Yo aspiraba a ser el rey de algo importante y muy bien retribuido: del “lacón relleno”, de la “gallina trufada”, de la “lengua en escarlata”, etc., pero… nada, no hubo forma, no me hice famoso, ni rico. Lo del pollo frito, tuve que dejarlo para el “Coronel de Kentucky Fried Chicken”
No obstante a lo que antecede y a pesar
de no alcanzar ninguno de esos reinados por mi deseados, como bien comprenderán
mis amables y/o desagradables lectores, una cosa es que estuviese ausente casi
tres meses y otra muy distinta que a estas alturas de mi vida hubiese dado un
“Corpen” o giro de 180 grados. “El raposo… pierde la cola, pero… no las costumbres”.
Capt. Willie
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