domingo, noviembre 26, 2017

Cualquiera diría que les obligo a leerme…

        Tras la “telefonada” anónima y consiguiente “riochada” de sandeces e improperios recibidos con  motivo del link, que traslada al escrito por mi publicado en fecha 23.04.2016, “Del pelotazo intelectual a la progresía de oportunidad o culturetas”, considero una vez más oportuno, hablar de los “robespierrinos” y demás “censores”, por demás “lacrimógenos” e incapaces de reconocer su propia necedad e incapacidad congénita, para poder reunir las condiciones mínimas exigibles y acceder a una plaza docente de forma digna.
 
        De las indignadas “mamarrachadas” expelidas por mi anónimo comunicante, saqué la conclusión, de que para poder optar a una plaza de docente, de acuerdo a las nuevas acreditaciones universitarias, en este antiguo país antes llamado España, hay que hacer algo más de lo que se venía haciendo en los últimos treinta o treinta y cinco años. Ya no sirve el ser el “tira levitas del profesor titular y del catedrático”, ni “lamerles el culo” tras finalizar mediocremente un “trote”, quedando “pegado” en concepto de no sé sabe qué, a determinado departamento de la escuela técnica o facultad.
 
        Parece ser que ahora los méritos cambiaron y pasaron a ser méritos tangibles, sustituyendo los anteriormente citados, por acreditar de forma fehaciente que el futuro “profe” o “cate” o como en la actualidad se denominen, tienen unos conocimientos mínimos que superan los apuntes de su “mentor”.

      De los trotes, carreras y doctorados, que por experiencia propia puedo hablar y, con las que en los últimos diez años estuve en contacto, puedo afirmar que si dejamos sin “computer” al 95% del profesorado y del alumnado en lo que antes se dividían las carreras (ciencias o letras), el coeficiente real de conocimientos está, en todos los casos, por debajo de 3 en los antiguos baremos evaluativos, de cero a diez.
 
         Dar nombres y apellidos es “jodido”, pero sí puedo afirmar y llegado el caso demostrar, que en los últimos diez años, colaboré directamente al desarrollo de cinco (5) proyectos de fin de carrera, dentro de la rama de ingeniería, y que en tres ocasiones, tras hablar con los Catedráticos correspondiente: se vieron en la disyuntiva de “agachar la cerviz”, pues en uno de ellos, para su disgusto; un conocido programa de cálculo fallaba estrepitosamente y el acero resistente que arrojaba iba por encima del 100% del necesario, teniendo más sección las correas que las propias vigas del pórtico rígido. En otro caso: el balance eléctrico demandado en generación y transformación, en vez de ser para una situación de emergencia en una industria de cierta entidad, podría aplicarse a un lupanar, con no más, de una Mama San y dos o tres pupilas. En el tercero de los casos, hubo que rectificar lo que sería el premio extraordinario de fin de carrera, ya que los servicios sanitarios estaban diseñados para “culos” tan pequeños, que sus cerramientos perimetrales sobrepasaban en muy poco los 50 cm. (medio metro) y las puertas de acceso no llegaban a dicha medida.
 
          Puede que sea, que los  profesores y catedráticos de aquellas escuelas técnicas, donde entre otras especialidades se “hacía” o estudiaba la de “Técnicas Energéticas”, aparte de la docencia trabajaban a diario en materias afines a las que impartían. Y en lugares entonces tan emblemáticos para sus distintas poblaciones: como “Moreda y Gijón”; “Astilleros del Cantábrico”; “Duro Felguera”;  “RENFE”; “Hidroeléctricas o Termoeléctricas”; “Babcock &  Wilcox”; “Euskalduna”; “La Naval”; “Pegaso”; “Barreiros”; “La Maquinista”, “Seat” y un larguísimo etc.,  de las cuales seguro dejo en el teclado un gran número ¿Qué puede enseñar el que nunca nada vio y lo que vislumbró fue a través de un portillo (ojo de buey) ciego o en el mejor de los casos lleno de tela de arañas.

           El “indignado mamarracho” me habló de la “chulería” a que hace gala aquel, que incluso tras años en situación de retiro, puede optar como emérito retribuido  a  institutos o universidades de reconocido prestigio internacional y tiene opción a insertar cuando quiera y lo considere oportuno, sus artículos en publicaciones especializadas de amplio reconocimiento. Retribuyéndole llegado el caso dichos escritos.

          Claro está, tan “desilustrado  mamarracho”, no puede entender que dentro del mundo de las “letras”, alguien para publicar cuatro o cinco tomos (dependiendo del idioma), de una determinada materia, posteriormente declarado libro de texto, para la correspondiente asignatura, en cuatro universidades y un instituto, recorriese miles de kilómetros, dirigiese a priori un trabajo de investigación, en el que intervinieron en todo momento, como mínimo una colaboradora inmediata  y un equipo multidisciplinar de once personas, que en la recopilación de información, se utilizasen documentos en los más variados soportes, desde: arcilla cocida, piel, papiro y en menor medida “papel de trapos”, que dichos documentos estuviesen escritos en cinco lenguas y siete dialectos.

         Así cuando se le requirió o llegado el caso se le requiere como “colaborador científico” en el campo de las “ciencias”, tanto en proyectos puntuales, como conferenciante en materias afines a la física aplicada, será por algo más, que por haber “lamido bien el culo” o “tirar de la levita” al profesor titular o catedrático de turno. Máxime cuando en algunas ocasiones las afinidades ideológicas entre los potenciales “contratantes” y el contratado son totalmente antagónicas.
 
         Una vez más sugiero que las “reclamaciones” se me hagan por escrito, pues aunque aún me responde bastante bien la memoria, siempre me cabe la duda de haber dado respuesta completa a tanta “sinsorgada vertida”. Aprovechando esta nueva oportunidad, para recomendar a esos incomprendidos y vocacionales “teacher”, “lectorer” o “professor” que no alcanzan el mínimo de créditos exigidos, que lo tomen con resignación y apliquen ajo y agua.  Yo aspiraba a ser el rey de algo importante y muy bien retribuido: del “lacón relleno”, de la “gallina trufada”, de la “lengua en escarlata”, etc., pero… nada, no hubo forma, no me hice famoso, ni rico. Lo del pollo frito, tuve que dejarlo para el “Coronel de Kentucky Fried Chicken”
 
        No obstante a lo que antecede y a pesar de no alcanzar ninguno de esos reinados por mi deseados, como bien comprenderán mis amables y/o desagradables lectores, una cosa es que estuviese ausente casi tres meses y otra muy distinta que a estas alturas de mi vida hubiese dado un “Corpen” o giro de 180 grados. “El raposo…  pierde la cola, pero… no las costumbres”.
 
                                                                              Capt. Willie

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