El
futuro del éxito no es prever el mañana, sino crear una estructura que perviva
en un devenir, a priori, imprevisible”.
Michael Martin Hammer (*1)
Si hay algo que resulta
difícil es sustraerse a la educación “mamada” en el entorno familiar y a
aquellas formaciones regladas de carácter vocacional, máxime cuando éstas fueron
compartidas con compañeros de toda clase y procedencia, y complementadas con las
más variadas doctrinas afines, tanto en el plano humanístico como técnico.
Prueba evidente de ello, son los accesos a este blog de compañeros de
“promociones”*2), colegas, maestros*3), tutores, alumnos y subordinados.
Entroncando con el espíritu que se
desprende del párrafo anterior y de la deriva (doy por válidas las dos
acepciones del diccionario) a la que los “mandantes”, no “gobernantes”:
religiosos, políticos – económicos están conduciendo a esta vieja y, lo que es
peor, envejecida civilización occidental cristiana. Una vez más “clamo en el
desierto” y conste que no me estoy erigiendo en Juan el bautista, me conformo
con ser uno más entre sus humildes seguidores.
Contrariamente a lo que puedan opinar esa “clase” de “opinadores” Estulto Pijo Progres y/o Peronistas (que al fin y al cabo son lo mismo), “mandantes”, en ningún caso “gobernantes”. El “mundo” desde que es mundo (y que a pesar del Cambio Climático actual, un calentón más entre los muchos que ya experimento), siempre necesitó dos “elementos”, que mal que les pese a los de la “hoja de parra” y a “los sin Dios”, fueron y siguen siendo: el concepto del Eterno, por ellos negado, como ser Supremo y el vilipendiado Ejército, como último elemento defensivo o punitivo.
Así y partiendo de estas dos necesidades y afirmación “tan simplistas”, no puedo sustraerme a asimilar dos estamentos y a los que, mal que les pese a algunos, conozco en profundidad: La ICAR o latina y a cuatro de las veintitrés iglesias de rito oriental que conforman el catolicismo y, desde una de las tres ramas de las fuerzas armadas, el ejército como tal.
De la “desformación” fruto de la implantación de “Bobonia” en los planes de estudios españoles, tanto para los futuros mandos de las tres ramas del ejército, como para el personal civil antes de ciencias o letras, ahora más bien “iletrados”, me explayé largo y tendido en los escritos a los que conducen los links que a continuación incluyo. De ahí que salvo para ratificarme en ellos y en todo su contenido no los mencione en el presente.
De esa definición de la ICAR o latina e Iglesias Orientales “sui iuris” que: “es la congregación de los fieles al cristianismo bajo la dirección del obispo de Roma”, estamos dando por sentado que, independientemente de las afirmaciones que vertemos los creyentes en ella, cuando confesamos, invocando en el Credo, los cuatro atributos que le concedemos de: “una, santa, católica y apostólica”. En el ámbito temporal posee un innegable componente humano – organizativo que, mal que le pese, en gran medida y por su presencia socio – cultural - económica, en la mayoría de los casos, transciende al ámbito meramente espiritual, siendo los actos y actuaciones de sus componentes humanos aquello que “llega” y se hace ver, y no siempre, ni en todos los casos, para bien. Tampoco invariablemente a la mayor gloria de ese Dios al cual decimos seguir y dentro de nuestras humanas limitaciones imitar.
Así la ICAR y afines que para nosotros, sus creyentes, sobrevivió a las Controversias, Cisma de Oriente, de Occidente, Reformas, Contrarreformas y persecuciones de toda índole y clase. Al igual que el resto de las organizaciones conformadas por humanos, en estos inicios del tercer milenio de su era, se encuentra en la ineludible disyuntiva de evolucionar para poderse enfrentar a los desafíos, de los cuales dependerá su pervivencia a través de los siglos venideros:
- - Actual entorno incierto, complejo y ambiguo,
confrontado por situaciones nuevas e inesperadas, ante las cuales se hace
difícil poderles dar adecuada respuesta, desde planteamientos pretéritos.
- - El modelo de líder o autoridad unipersonal que
hasta ahora imperó; posiblemente “pasó a mejor vida”, no siendo el más adecuado
para el actual momento ni entorno. Se hace necesario valorar y confiar más en
el talento e inteligencia colectiva que en la obediencia debida y el “doblar la
cerviz” en muestra de acatamiento.
- - La comunidad católica (jerarquía, clérigos,
feligreses, parroquianos o vecinos), no puede sustraerse en modo alguno a la
sociedad a la que pertenecen hoy “Era de la colaboración”*4), donde los
valores, la forma de expresarlos y de actuar difieren a los que practicábamos
antes de la irrupción de Internet, las comunicaciones sonoras y gráficas en
tiempo real y las consiguientes tecnologías digitales. Esta nueva sociedad a la
que hago referencia se caracteriza esencialmente por su propia “modernidad
líquida”*5) con la cual, mal que nos pese, tenemos que aprender a convivir,
pero ojo… no nos equivoquemos, sin caer en ella. Pues, aunque queramos o no,
todos los católicos siempre fuimos un claro reflejo de la sociedad en que nos tocó
vivir, pero sin abandonar una escala de valores donde la “modernidad líquida”,
es sinónimo de relativismo en su máxima expresión.
- - La evolución socio - cultural y consiguiente pérdida de “valores” considerados tradicionales, nos ha restado el control sobre muchas de las costumbres que condicionaban nuestro hacer y acontecer. La sociedad como tal, nos está imponiendo cambios que no podemos alterar a nivel individual y que, en gran medida, afectan a nuestro personal actuar a nivel particular y colectivo como católicos.
- - Los jóvenes, que en cualquier condición se incorporan actualmente a nuestra iglesia, salvo contadas y raras excepciones, son en todos los casos “nativos digitales”*6). Su cultura, su forma de pensar, de comportarse, trabajar, motivaciones y aspiraciones, son diferentes en la gran mayoría de los casos (las ambiciones y carrerismo siguen presentes) y, están en permanente cambio evolutivo. Conduciendo inexorablemente a la desaparición real de los “jerarcas” y “jerarcucos”, que, en términos generales, vienen actuando como si de señores feudales se tratase.
¿Son éstos “jerarcas” y “jerarcucos” conscientes de esas realidades a las que se hace referencia en los anteriores apartados? En mi humilde opinión NO.
Desde la objetividad que da el vivir, sentir y percibir la calle, lo que se mueve en cierta orden religiosa, y en parte del clero Dioce, se puede afirmar, que el divorcio existente es mayúsculo, remitiéndome en todos los casos a las lisonjas que proliferan por parte de enemigos acérrimos y declarados de nuestro credo: cuando alaban y ensalzan a algunos de esos “jerarcas” y “jerarcucos”. Lo cual, evidentemente, me lleva a pensar que lo están haciendo realmente mal; maldad que directamente cuestiona el modelo de liderazgo establecido.
Las estructuras y formulas participativas a desarrollar dentro de la ICAR o latina, deben de romper con el tradicional “amiguismo” y en los últimos tiempos “coleguismo” y “lobby” de determinada inclinación sexual imperante en algunas diócesis. Cierto y verdad que la observancia de la letra y espíritu que se desprende del canon 241 § 1*7), deja un tanto que desear, pues si bien dicha inclinación es totalmente respetable en el ámbito de lo privado personal, no puede ni debe trascender al plano de las “ordenaciones” ni posteriores “nombramientos”, olvidando que la labor pastoral no es una acción de “vedetismo”; por el contrario, debe de ser de cultura, exigencia, buenas praxis y costumbres en las actuaciones. El ser “bien mandados” o “doblar bien la cerviz”, no conducen ni más ni menos que al resultado que arrojan las estadísticas (basta ver los registros de los libros sacramentales: Bautizados, Casados y Difuntos). Del libro de “Fábrica”, ¡mejor no “tocallo”!, tristemente y en un altísimo número de casos… ¡de juzgado de guardia!
El modelo a seguir está en franco choque: pasa por fomentar la iniciativa y la creatividad, dejando de ser el “bien mandado” o “seguidor” del “jerarca” o “jerarcuco”, pues así nunca se llegará a ser ni tener capacidad de liderazgo. En los actuales momentos de confusión y confusionismos, los fieles precisan líderes a quien seguir, en base a su ejemplo y ejemplar comportamiento.
Salvo en las santificaciones “dinerarias” o “políticamente correctas” a las que últimamente asistimos, el santoral es un claro ejemplo de liderazgo y en la gran mayoría de los casos, a “contrapelo” de la jerarquía a ellos contemporánea.
La creación y desarrollo de líderes en la ICAR o latina (no tanto en las veintitrés “sui iuris”), al día de hoy, por su estructura está cortada ya que los Ordinarios de diócesis y archidiócesis en general, dada su total carencia de formación eclesiástica, social y humana, no pueden permitir que esos liderazgos se desarrollen. Ellos, en la gran mayoría de los casos, no llegan a alcanzar un “Bobonio”*8) en su condición de “grado”, siendo todos esos títulos, con los que se adornan, puro y duro ocupar renglones en la correspondiente “Guía Diocesana”, que para eso son sus dueños y señores.
O ponemos coto y lo “enmendamos”, “no dejándolo todo al supremo albedrio del Espíritu Santo”, o nuestra ICAR pasará, en muy corto plazo, a descomponerse y quedar en un reino de “jerarcas” y/o “jerarcucos”, conformados por mal avenidas, pequeñas y cerradas comunidades religiosas, como de las que un día lejano partimos. Pasando, en tal caso, a ser la antítesis del ejemplo y modelo hoy mostrado por diversos y adversos avatares (en la gran mayoría de los casos), por esas hermanas y heroicas iglesias de rito oriental, con total obediencia y comunión con el Obispo de Roma. Nexo que nos une en esa: una, santa, católica y apostólica.
La pregunta y la respuesta depende de nosotros: ¿Damos el “paso al frente”? Y, sin caer en la “modernidad líquida” y el consiguiente relativismo, procedemos a participar, de hecho y derecho, en la realidad social que nos toca vivir, o bien seguimos con esos continuos cambios, para que nada cambie y todo siga igual, a los que la “jerarquía” y los “jerarcucos” nos tienen acostumbrados.
La necesidad del momento nos obliga a plantearnos sosegada y seriamente las VERDADES QUE NOS SON INAMOVIBLES, sin caer en tarascadas dialécticas como: “la carencia de grabaciones sonoras de lo que Jesús dijo, o dejó de decir respecto al matrimonio y/o a ciertas prácticas sexuales”, para adoptar conceptos que nos son contemporáneos y a nuestra fe extraños. A la vez que debemos prescindir de desatinos argumentales tales como “las titulaciones o intitulaciones vía Bolletino, con el consiguiente secreto pontificio”, evitando a su vez los dislates históricos “sobre la lengua en la que Jesús se expresaba” y/o “la paz y amor que dimanan del Islam”.
La formación a establecer deberá ser acorde a los tiempos, basada en el conocimiento de quiénes somos, de dónde venimos y a dónde queremos ir. Mientras la hermenéutica sea una desconocida como concepto, la teología, filosofía, patrística, cristología y catequética tengan los niveles que tienen (en la archidiócesis a la que pertenezco, de 27 presbíteros preguntados si sabían de la existencia y obra del mártir Rvdo. P. D. Manuel Alonso Pintado, a veintitrés su nombre les sonaba a chino), cuando los tienen, las “prácticas” con los fieles se realicen al dictado del “párroco de turno” o de los “intereses económicos de la orden” y, a la vez, haya que tener contento al Provincial u Ordinario, no llegaremos a ninguna parte. Puedo asegurar que el paso por “Maestrillo”, que en cierta orden se practicó y practica desde antiguo, respetando las capacidades e individualidades, dentro del orden emergente e imperante de una formación teórica acorde y común, dio excelentes resultados, que fueron positivamente compartidos a través del tiempo por los receptores de los desvelos y correctivos, los “pupilos”, y por la formación humana del propio “alumno en formación”, el “Maestrillo”.
Es imprescindible compatibilizar la formación “eclesiástica” con la laica, estudiar paralelamente en la facultad o escuela técnica que sea y lo que sea, pero de forma tal que el compartir situaciones personales, académicas e incluso mundanas comunes y a edades parejas, permitan el vivir las realidades del momento estudiantil, ser y estar integrados en ese “mundo” al que, salvo contadas excepciones, ni los miembros de órdenes religiosas, ni el “dioce” medio, por sí, acceden. Por lo que resultan “cuerpos extraños” a los que, en el mejor de los casos, “les hay que hacer un hueco”. No nos tienen que hacer un hueco a los extraños; no podemos ni debemos ser extraños y, por lo tanto, no debe de ser necesario que nadie nos haga ni el “hueco” ni el “vacío”.
Mal que les pese a esos “very friendly”, que tratan de darme palos a babor y estribor, por arriba y por abajo, el que esto suscribe siempre dispuso de dicho hueco y en un amplio y variado espectro sociocultural y técnico. ¡Ahí queda dicho!
Hablar de misiones y misioneros, “enviando al mundo” a individuos que se expresan mal en su propia lengua, que carecen de toda formación práctica valida a la comunidad a la que dicen querer integrarse y servir, no deja de ser un puro sarcasmo. ¿Acaso pensaron en algún momento, los “jerarcas” y “jerarcucos”, que viajan a visitar “sus misiones” (como si de fincas propias se tratase), que la época de la espada y cruz o espada y “cristazo”, son conceptos caducos? ¿Les resulta extraño el concepto “enseñar a pescar…”? ¿Qué ayuda puede ofrecer a una comunidad alguien que nada sabe de suelos, mecánica del suelo, captación y/o separación de aguas, agricultura, profilaxis sanitaria humana, animal y/o vegetal, mecánica, electricidad y a partir de aquí, del resto de conocimientos necesarios a cualquier comunidad por elemental que ésta sea? Lógicamente esa es la actual acción pastoral y evangelizadora de esas “folclóricas misiones”. “Organizaciones Folclóricas Evangelizadoras” de las que, a priori, salvo a tres órdenes masculinas, a la práctica totalidad de las femeninas y, de las que conozco, a ninguna diocesana. ¡Para con Dios, hay que tener por el carro!
En el plano transcendente al mundo exterior, ese mundo ajeno en el que se alimentan y “retroalimenetan” los “jerarcas” y “jerarcucos: ¿que se hizo a partir de los acontecimientos, afirmo, acontecimientos, *9) que en el orden cronológico en el que se desarrollaron, cito?
Para poder continuar dentro de la complicada disertación en la que me sumergí: creo debo ubicar a los “voluntariamente desmemoriados” y a esa numerosísima caterva de “analfabrutos” funcionales y disfuncionales, culicagados (incluido el gran número de ellos, de los del melón entero, como válvula de retención), carreristas, oportunistas, vividores y bebedores de esa “modernidad liquida”. Qué la Iglesia Universal heredada en “segundas nupcias” por S.S. Pablo VI, es el fruto resultante de la finalización del polémico papado de S.S. Pio XII (con sus luces y sombras) y el del “golpe de timón”, al que un grande y gran hombre, en el siglo, Angelo Giuseppe Roncalli, la trató de reconducir bajo el nombre de S.S. Juan XXIII, pereciendo en el orden físico, a su inicio.
Tras el fallecimiento de S.S. Juan XIII aquel que como primado de la ICAR había sido el real y verdadero pacificador de aquella Francia, que toda a una y una a toda había colaborado con Vichy y con la Resistencia simultáneamente y a la vez; le sucede en el solio pontificio el 21 de junio de 1963 el entonces Cardenal Montini, bajo el nombre de Pablo VI (Paulus PP VI). Quien de acuerdo con las atribuciones conferidas por la letra y espíritu del Derecho Canónico*10), decide continuar el Concilio iniciado por su predecesor, cerrando la primera etapa a pesar de no haberse promulgado documento alguno sobre ella, reorientándolo en sus dos previstas subsiguientes etapas, posteriormente alargadas a una cuarta. Dentro de la línea de “moderada y segura conducción hacia adelante, equidistante del concepto izquierda – derecha, progre – retro, pero sin caer en la nada, eso que representa y denominan, el centro”* 11).
Consciente que cuando hablo o escribo de S.S. Pablo VI, debo moderarme, para evitar no caer en “eso” que algunos denominan “exceso de celo”, otros auténticos H. de P. “apología” y unos terceros, del mismo estilo, por demás analfabetos, de “apologética” (tiene coj…, qué amplísimos conocimientos tienen de gramática y de teología): centrando y concentrando en todos los casos la objetividad y respeto por encima de la simpatía que dicho Papa, persona y obra pudiesen despertar en mí, extensión que hago expresa al Cardenal Agustín Bea S.J.*12),y a su inmensa y callada labor*13).
Aquella ICAR, que se enfrentó a despejar dentro de lo posible las “presiones” acumuladas y no solucionadas, tras los precipitados cambios sociales que el mundo experimentó a la finalización de la Segunda Guerra Mundial, con él dividido en dos bloques hegemónicos, más un tercero, en autentica disputa “a la rebatiña”, que nace de la precipitada descolonización acordada y forzada por el indeseable genocida J. Stalin, consentida mor al desconocimiento por el ya enfermo presidente Franklin D. Roosevelt, quien desoyendo la experiencia y conocimientos de W. Churchill, se la “dejó emporrillar” en Yalta.
Asentados en ese contexto, yendo a la realidad y dejándonos de esa traída y llevada “modernidad líquida” a la que unos no menos “emulsos”, más exactamente “vacuos”*14) obispos nos tratan de conducir. El ULTIMO PAPA de la ICAR e Iglesias sui iuris integrantes de ella: S. S. Pablo VI, se enfrentó a la cruda realidad de dar continuidad en el tiempo y en el espacio a la obra emprendida por su predecesor S. S. Juan XXIII, al único fin de poder perpetuar la imperecedera iniciada por Simón Pedro, el humilde judío (como Jesús) pescador en el mar de Galilea. Empresa como se verá imposible, mor al mal hacer y peor obrar de sus sucesores: el “Efímero”; “El Okupa de los Altares”; “El venido a menos con capitulaciones, a última hora incumplidas” y por último “El Peronista”, el cual, de no cambiar las cosas, “será el que se encargue de apagar la luz al irse”.
Claro está, a diferencia de los ineptos, presuntuosos e inanes sucesores a los que hago referencia, a quienes en círculos a ellos próximos y conocedores reales de sus “miserias” y de la actual situación de crisis terminal a la que condujeron la ICAR, motearon por los apodos que habitualmente utilizo, cuando a ellos me refiero. Hoy con la perspectiva que da el paso del tiempo, muy a su pesar, son conscientes que, aquello que en ciertos círculos curiales vaticanos muy tempranamente (a su inmediata llegada al arzobispado de Milán) y con muy “mala baba” un día se denominó Filosofía Montini. Filosofía que salvo en lo concerniente a la “falta de sucesión apostólica del clero anglicano”, puede entroncar perfectamente con la ingente labor desarrollada por S.S. León XIII. Sin tiempo a definir por el “Efimero”, cargada de ignorancia, resentimiento, mala fe, ánimo de protagonismo y pesimamente imitada por el “Okupa de los Altares”, continuada en la “caza de brujas” por el de las “Capitulaciones” con ínfulas de “teólogo” (con minúsculas) y las veleidades del “Peronista”.
Independientemente de lo “vistoso” o lo que se quiso ver de la filosofía Montini, la realidad es que en su momento, no se vislumbró lo novedoso, y su anticiparse en el tiempo y en el espacio a conceptos hoy totalmente en “boga”: el principio organizativo de la “tela de araña”: como aquella organización que por su forma estructural no piramidal, permite que al sucesivo fallo de elementos, perviva y cumpla el fin para el que fue creada.
Como responsable de esa Fe en él depositada, posiblemente siguiendo la estela de uno de sus predecesores en la diócesis de Milán (San Ambrosio de Milán, Aurelius Ambrosius) dio de aglutinador común a todos los humanos, creyentes o no, ese asentarse en la propia sensibilidad que nos une a nuestra madre natural, llevando su devoción mariana a la proyección de María como Madre de la Iglesia, con lo cual aunó esa nuestra humanidad individual con esa madre sobrenatural.
No ajeno a ese principio organizativo de la “tela de araña” al que se anticipó, están sus encíclicas: Ecclesiam Suam; Mysterium Fidei; Populorum progressio y Humane vitae, siendo los principales detractores de estas dos últimas, el mundo desarrollado, actuales “padecedores” de la letra y espíritu de ellas emanados: la incontrolable inmigración y crónica pirámide poblacional negativa, que padecen los, en otro momento críticos y “criticones”.
¿Qué decir de la adaptación, concreción y revitalización del antiguo concepto de sínodo de los obispos? El problema sobrevino cuando dichos obispos, en su gran mayoría pasaron a ser lo que son y, al fin que persiguen, el de figurar y hacer caja. Para no extenderme en este importante punto del “tejido orgánico de la tela de araña” incluyo la correspondiente reseña a Medellín 26.08 08.09.1968 y en síntesis las tres áreas tratadas, totalmente actuales y base de partida para las posteriores de “Puebla” y “Santo Domingo 92”. ¿Que quedó de aquel aire insuflado en base a los principios que emanan de: conciencia, renovación, unidad, dialogo (no monologo)? La esperanza en las cuatro constituciones, los nueve decretos y las tres declaraciones, fueron y son interpretadas como “fueron” a lo “Okupa de los Altares”, a lo “Capitulaciones” con ínfulas de “teólogo” (con minúsculas) y por último a lo “Peronista” che… ¿Dónde empieza y termina el ecumenismo…? “I don’t know”.
La concepción piramidal cada día más arraigada por unos jerarcas y “jerarcucos”, sedientos de poder y gloria personal, les llevan a ver la organización de sus diócesis y archidiócesis y al clero y fieles a ellas adscritos, como una amplia base de la pirámide, donde ellos por ley natural y/o divina, ineludiblemente ocupan la cúspide, lo cual se va al carajo, más exactamente la llevan ellos con su desconocimiento y aislacionismo de la realidad cotidiana de sus diócesis y archidiócesis.
Contrariamente, la concepción de la tela de araña, como elemento a pervivir y superar la actual situación de desconcierto y postración en que vive nuestra ICAR, se asienta, en que el párroco, el suyo y la feligresía, parroquianos y vecinos con el epicentro en la parroquia (edificio físico - espiritual de la Iglesia), todos a una, sean y compongan cada uno de sus hilos, de forma tal, que cuando se rompa uno, aunque la unidad como tal se resienta, el resto unitario mantiene la estructura y permite pervivir la armazón y la función principal a toda comunidad, perpetuarse y proyectarse al futuro.
A diferencia de la piramidal, la “tela de araña” concede a todos los miembros de la comunidad la misma transcendencia para el feliz funcionamiento de la propia unidad, siendo todos sus componentes, por humildes que sean, colaboradores necesarios los unos de los otros, engrosando en ellos desde el obispo o arzobispo, vicario general, vicarios de zona y arciprestes. ¿Cuántos feligreses, parroquianos o vecinos de una parroquia determinada conocen a su obispo y curia obispal? Las “visitas” como elemento de contacto con la parroquia y su entorno, hace tiempo que dejaron de estilarse, siendo en la gran mayoría de los casos un motivo más del aislamiento y falta de comunicación contrario a la “tela de araña”. Se hace imprescindible el bajar de la pirámide y “piramidinas” donde los jerarcas, “jerarcucos”, jefes y “jefucos” están instalados, dando por hecho así, que todos y cada uno de los componentes de nuestra ICAR seamos capaces de ser y actuar como un hilo esencial, dentro de la estructura, liderando dentro de nuestras propios saberes y conocimientos la base indiscutible de iniciativa y ánimo a los demás.
Nuestra ICAR, no puede ser y estar ajena a la “redarquía”, pues si bien partimos de VALORES ESENCIALES IMPERECEDEROS E INMUTABLES, la actual sociedad exige la “multidireccionalidad” de las relaciones, obligándonos a establecer dichas relaciones con los unos y los otros de forma abierta, aprovechando la interconexión y conocimientos comunes para dar valor añadido a esa nuestra VERDAD IMPERECEDERA E INMUTABLE.
O nos
apeamos de la “burra” piramidal y sacamos conclusiones válidas de la imagen que
anteriormente reproduzco, una vulgar tela de araña, o con el “Peronista” and
“boys”, se dará la consabida consigna “el último en salir, que apague la luz”.
Capt. Willie
(*1) Hijo
de judíos ashkenazí polacos, su padre Jaizan (חַזָּן) (en judesco o ladino Paitán). Quienes a su
llegada a U.S. adoptaron los nombres y apellido de Henry y Helen Hammer (de
martillo, a su decir: como sinónimo de dureza en el impulso de la nueva vida a
emprender). Nació el 12.04.1948 en Annapolis (MD) con todas las serias secuelas
físicas de las penurias físicas y psíquicas sufridas por sus padres, como supervivientes
del holocausto nazi, a las cuales sobrevivió gracias a los desvelos de sus progenitores
y a la innegable participación de parte del plantel médico del benemérito “Anne
Arundel Medical Center”. Se
inició como matemático, encaminándose posteriormente a la ingeniería eléctrica
y derivó a comienzos de la década de los setenta, a la incipiente informática.
Fue graduado y profesor en el MIT, principal impulsor de los más innovadores
conceptos de los procesos organizativos, padre de los hoy archiconocidos criterios
de la “reingeniería y gestión de procesos”. Falleció de un accidente cerebral
el 03.09.2008, mientras disfrutaba de unas cortas vacaciones. Sus restos
descansan en uno de los cementerios judíos de la carretera de acceso en Baker
St., en el condado de Suffolk (MA). Discúlpeme amable lector, pero no puedo
sustraerme a la admiración, que como “científico” me causaba y menos aún a su
inmensa humanidad, empezando por la de padre de familia “numerosa” y en segundo
lugar la de hombre de empresa, de la que es prueba evidente la siguiente frase
muy literalmente traducida: “Me causa
profunda tristeza, que existan corporaciones al único fin de enriquecer a sus
propietarios. Ese debe de ser el último de los fines, siendo mucho más
honorables, importantes y dignos que ello: la fuerza vital que crean los
negocios, sin ellos, este nuestro mundo se vería empobrecido por encima de las
cuentas de resultados”.
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