Antiguo proverbio judío
El encabezamiento sigue siendo lo suficientemente
explícito, para que nos continúe manteniendo en las inmediaciones de las cabras
y cabrones, de aquellos que sueltan coces, y como no, de los otros (los más
numerosos) que por padecer diarrea mental, cada vez que abren su boca de
estulto pijo progre, la “cagan” y bien “cagada”. Qué duda cabe que al
hablar de Judea para el 30% de la población del planeta Azul, es referirse a la
tierra de Jesús el de Nazaret, de origen judío y descendiente de una de las
doce “míticas” tribus de Israel. El mismo hecho sucede con el 25% de otra
importantísima parte de habitantes de este planeta, en plena evolución física y
retroceso intelectual de sus pobladores. Aunque su religión vio la luz en el 16 de julio del 1.318
BP o 622 e.C. o 1 A.H., sus profetas precedentes al de la “Paz”, por su propia
antigüedad (David, Salomón, Abraham y Jesús) son judíos y en ningún caso
Palestinos. Recordemos el por qué, el quién y en qué fecha se produce dicho
“bautismo”, y el antiguo reino de Judea pierde su original nombre.
Los
“francos” o “cruzados” una “invención negativa” para el desarrollo de la
humanidad y a la vez una necesidad imprescindible para la supervivencia de
aquella iglesia católica, apostólica y para entonces ya romana, tan incapaz
como ahora de “funcionar” en base a su lógica concepción espiritual, quien para
desahogo de su explosiva situación interna, necesitó el ir a incordiar a sus
orígenes, creando artificialmente en un mundo ya “jodido” por sí, otro más
“jodido” y “encabronado” aún, a más gloria e inventario de su propia existencia
como poder temporal.
Poder
temporal, que para no perder la costumbre se sigue cuestionando en base al mal
hacer y peor obrar de su propia jerarquía. De muy antiguo en dicha entidad, los
“jefes” y “jefucos” que hayan “dado la talla”, son muy escasos, aunque alguno
hubo. Menos mal que para arreglar sus
“malas reglas” y peores “desarreglos”, contamos con el Espíritu Santo, de no
ser así, Él en su inmensa sabiduría y bondad, sería el único en saber cómo
hubiese terminado esa “cueva de bandidos” denominada “Vaticano” y sus
sucursales. En general, como en toda regla, existen honrosas excepciones en contados arzobispados y obispados. Con independencia de a dónde me corresponda ir a
“parar” a mí, estoy en la fe, de que un día viviré la parusía παρουσία y tendrán que
responder por todas las maldades que los muy cabrones hicieron y lo que es
mejor: yo, lo veré.
Retornado a
los orígenes. A pesar de las acertadas disposiciones tomadas para la defensa de
Jerusalén, ante el asedio establecido por los “francos”, “cruzados” o “bandoleros
con licencia papal”, ignoro si se conocían las barajas españolas, pero a la
ciudad, le pintaban bastos. Bastos que se descargaron sobre ella la tarde noche
del 15 de julio, cuando tropas pertenecientes a Behemundo I de Canosa, de
Tarento o de Antioquía (príncipe de este último, por haberlo conquistado),
consiguen penetrar en dos torres y abrir la puerta de Josafat, por donde
entraron las huestes de bandoleros y asesinos, ya que como quedó claramente
demostrado, así se portaron y comportaron. Los “caballeros cristianos” se
dedicaron al saqueo, robo violación, pillaje y asesinato. A los musulmanes, por
el hecho de serlo y por encontrarlos en oración en la mezquita de Adsa los
acuchillaron a sangre fría, por la misma razón, que a los judíos que se encontraban
en la sinagoga, para purificar el lugar, le dieron fuego con ellos dentro. No
respetaron nada, ni a nadie: niños, mujeres y ancianos todos fueron vilmente
asesinados. Eso sí, como “buenos cristianos” que eran, tras perpetrar todo tipo
de crímenes, se dirigieron muy diligentes y respetuosamente en procesión a la Iglesia
del Santo Sepulcro, donde descalzos y con gran recogimiento, oraron y
entonaron cantos de acción de gracias. No cabe la menor duda, que cuando las
crónicas por ellos escritas (por las hordas de asesinos, violadores y
saqueadores) dicen que fueron a la citada Iglesia, es señal evidente que los musulmanes
y judíos la respetaron, incluso en momentos tan trágicos como fue el
corto periodo de asedio de la ciudad.
Sobre este
río de sangre y cúmulo de crímenes, se erige el estado feudal que encabeza Balduino
I, hermano menor del fallecido Godofredo de Bouillón (“carnicero”,
sucintamente ya descrito con anterioridad) Este reino totalmente carente de “ciudadanos”,
ocupó el litoral de la rebautizada Palestina, siendo autodenominado Reino
Latino de Jerusalén. Su lógica población eran los contingentes europeos,
que al olor de la rapiña y potencial fortuna iban arribando.
El dicho
castizo: “a todo gorrín o cerdo le llega su San Martín/o”, como en la
gran mayoría de las ocasiones, más antes que después se cumplió. Los sucesivos
enfrentamientos con صلاح الدين الأيوبي Al-Nāsir Ṣalāḥ ad-Dīn Yūsuf ibn Ayyūb, para el mundo occidental: Saladino el kurdo,
entra en escena trastocando el “statu quo”, que marcan las rencillas y
ambiciones personales de aquellos “jefucos”, que “mandaban”, en absoluto
gobernaban, sobre unos determinados territorios carentes de población civil
coterránea. La original, fuesen musulmanes, judíos e incluso cristianos
ortodoxos, fueron exterminados en la “primera ola” o expulsados de sus
tradicionales asentamientos. Hecho éste que no siempre se tiene en cuenta a la
hora de explicar conquistas y comportamientos. Las distintas Órdenes militares
que campaban a sus anchas por área, disponían de personal auxiliar para las
distintas actividades de la vida cotidiana. No obstante estas gentes eran tan
extranjeros en aquellas tierras como sus Sres. a los que servían.
La habilidad
e inteligencia de Saladino, unida a la situación social existente en
aquellas tierras conquistadas, pero no pobladas y sí repobladas, le permitió
establecer treguas. Treguas que en el fondo encerraban auténticas trampas divisorias
entre reyes, reinas y demás “troupe” recientemente venida a más. A modo de
ejemplo sirvan las diferencias existentes entre Raimundo III, conde de
Trípoli, con Guido de Lusignan, rey de Jerusalén. Saladino va
ganando batallas, hasta la caída de Jerusalén, tras un sitio y asedio que duró
12 días (del atardecer del 19 septiembre al clarear del 2 de octubre del 763 BP
o 1.187 e.C. Contrariamente a los desmanes cometidos en la toma por los “francos”
o “cruzados”, Saladino se mostró auténticamente magnánimo, tanto con los
que disponían de medios para pagar su rescate, como con aquellos que no
pudieron hacer frente a tal pago. Ciertamente, que contrario a la toma por
parte de los “francos” o “cruzados”, no existió masacre o desmán alguno,
permitiendo incluso la salida de diversos tesoros y relicarios de culto
cristiano. Por aquello de que: la peor cuña es la de la propia madera, a
aquellos refugiados que se dirigieron a Trípoli, se les permitió entrar o no en
función de sus bienes. En otros casos, tras permitirles entrar, los despojaron
de éstos y posteriormente los expulsaron, viéndose obligados a marchar a Egipto
o embarcar para Europa.
Saladino,
en ningún caso impidió el acceso a los santos lugares, continuando en poder
cristiano la Iglesia del Santo Sepulcro, persistiendo en la toma de
fortalezas que se mantenían fuera de su control, sitiando de nuevo Tiro. El
poder cristiano, en el área finaliza bajo el sultanato de الظاهر بيبرس الكايد al-Malik al-Zahir Rukn al-Din Baibars al-Bunduqdari, conocido en el mundo occidental como Baibars, sultán de Egipto, quedando
la rebautizada Palestina, unida a los designios del Egipto de los mamelucos. Pasó
a integrarse en el imperio turco, cuando los anteriores fueron derrotados por Selim
I (el
valiente), por
el comportamiento con sus propios hijos, a los cuales asesinó para que no le
hiciesen sombra a su otro hijo y heredero Solimán, en mi propio “argot”
y cuando a él hago referencia, le antepongo al nombre, el de “parricida”.
Esta integración en Egipto le restó protagonismo al área, que se sumió en un
largo periodo de decadencia, traducido en una lógica disminución poblacional
(cada nuevo “amo” que llegaba, “purgaba” los afines al anterior). Las circunstancias
sucintamente expuestas conducen a un aislamiento que dura prácticamente dos
siglos y medio. Lo cierto es que hablar de razas y/o religiones en este periodo
de total decadencia es ridículo, ya que la propia supervivencia obligaba cuando
menos, a una forzada “buena” convivencia.
La
expedición napoleónica del 1.798 e.C. a Egipto, reaviva la rivalidad anglo –
francesa latente, con las consiguientes ambiciones que estratégicamente
despiertan estos territorios. De nuevo “topamos con la iglesia”, en este caso
con la ortodoxa. De acuerdo con el tratado de Küchük Kainardji de 21
julio 176 BP 1.774 e.C. por el que se restablecía la paz entre la Rusia de Catalina
II y la Turquía del sultán Abdul Hamid I, con el fin de ganar las
necesarias simpatías que sus aspiraciones territoriales despertaban en el
“mundo balcánico”, Catalina II se erigió en protectora de las iglesias
ortodoxas, asentadas en el imperio turco. En aquellos inicios del siglo XIX, el
resto de las potencias y cada una, persiguiendo sus propios intereses, crearon
cuantas situaciones les fuesen favorables para utilizar los “santos lugares”
como elemento a proteger, incluyendo, por supuesto, a las distintas minorías y
comunidades cristianas asentadas en el área.
Encubiertas
bajo esa dicha “protección”, de aquellos que ni la querían ni la pidieron,
Francia invade Líbano en 1860 y el U.K. Egipto, en 1882. En este último año,
creo debemos retrotraernos al 16 de febrero de 1862, cuando Eduardo, príncipe
de Gales, acompañado de un pequeño y selecto séquito, parte de Londres con
destino a Medio Oriente. En su programa figura visitar Egipto, Palestina,
Siria, Líbano (bajo protección francesa) y Turquía. ¡Vamos, todo el imperio otomano!
aunque fuera de programa arribó a Grecia. Este principesco viaje, coincide en
el tiempo con el mayor esplendor del imperio británico y el total ocaso del imperio
otomano. El ocaso al que la historiografía hace referencia como “la cuestión
de Oriente”, donde intereses mezclados y entremezclados por los países
interesados en la zona (Austria, Francia, Rusia y U.K.), hacen que el viaje de
placer y buenas relaciones del Príncipe, sea visto con recelo por Rusia,
interesadísima en fragmentar el imperio otomano, ya que sus ojos están puestos
en su permanente ambición (aún hoy) de acceder al Mediterráneo desde el Mar
Negro. Viendo, de llegar a producirse dicho hecho, cumplidos sus deseos de
influencia sobre los pueblos eslavos balcánicos. Si Austria y Francia veían en
las aspiraciones rusas un peligro para las propias en lo político – mercantil, a
Victoria madre del viajero príncipe, le preocupaba en extremo la inestabilidad del
área y sobre todo la hegemonía británica sobre el comercio en el Mediterráneo y
las cuantiosas deudas del imperio otomano con el U.K. y como no, la
imprescindible seguridad de la ruta hacia la “perla de la corona”:
India.
Lógicamente,
el conflicto de intereses desembocó en la “ansiada” guerra, la de Crimea (1853 – 1856),
donde la alianza anglo – francesa con el dudoso apoyo austriaco, frenó el
avance ruso sobre el titubeante imperio otomano. Este referido y sucinto citado
viaje principesco, al discurrir del tiempo, en alguna medida fructificó en la
compra del canal de Suez en 1875 y la posterior ocupación de Egipto en 1882,
con la ruta expedita hacia la India. A estas “alturas de la película” a fuer de
ser totalmente honrado y desapasionado, preguntarse quienes eran los habitantes
sobrevivientes a las “mil y una invasiones y batallas”, me parece un
tanto arriesgado, pues si bien los “últimos mandantes”, teóricamente, eran los
otomanos, dentro del imperio coexistían todo tipo de poblaciones, etnias y
religiones.
Fruto del fracaso
exterior sufrido por Rusia, ante su
imposible acceso directo al Mediterráneo a costa de Turquía, la consiguiente
falta de liderazgo sobre los pueblos eslavos del área y el expansionismo
británico con la toma de Egipto, el “padrecito” Zar Alejandro III,
siguiendo la canallesca trayectoria de sus predecesores y sucesores y de cara a
buscar un enemigo interno que diluyese su total inutilidad y la de sus
“palanganeros”, cayó en los judíos, a los que por esa aplastante lógica había
que “joder” (que para eso eran judíos y deicidas) fomentando los pogromos
de 1881, legalizando dichos crímenes masivos por las leyes antisemitas que
promulga en 1882, que permiten el despojo de bienes y el asesinato del
desposeído.
Estos “criminales” y “legales” hechos,
conducen a la obligada emigración a fin de salvar la vida, y a la creación de
un inicial movimiento minoritario, que fue conocido como Bilu ביל"ו, y sus miembros como Bilu’im. Este grupo pionero de
refugiados repudiados de Rusia, en origen estuvo formado por 14 estudiantes
universitarios de Járkov, discípulos de su prestigiosa sección (facultad) de
zoología y botánica. Estos desembarcan en Palestina en una fecha que se recoge
como el 6 de julio de 1882, yendo a parar inicialmente a la escuela agrícola
judía de la “Esperanza de Israel” Mikveh Israel מִקְוֵה יִשְׂרָאֵל, fundada en 1870 bajo los auspicios de Charles (Yaakov) Netter, a la sazón
secretario de la corporación Kich.
Tras un corto periodo en dicho centro
formativo, donde al menos en “teoría”, transformaron sus conocimientos
académicos en prácticos, se establecieron sobre unas tierras compradas y
pagadas, en la aldea árabe de Ayun Kara, constituyéndose en cooperativa
agrícola. Una vez más quedó demostrado, que una cosa es la “teorética y otra
la práctica”. Este entusiasta y voluntarioso “equipo”, al frente del cual
figuraba el a posteriori conocido historiador y “maestro, en el mas amplio sentido
del concepto y termino”, Israel Belkind, ante la escasez de agua, las
penalidades y consiguientes enfermedades, contrajeron deudas que les obligaron
a abandonar dicha, ilusionante empresa.
Tras una forzada “exclusión” de Israel
Belkin, el grupo obtuvo la financiación precisa del Barón Edmond J. de
Rothchild y de M. Hirsch, comenzando así una exitosa plantación de
viñedos y obtención de excelentes caldos, que pasaron a ser exportados de forma
inmediata.
Esta experiencia pionera de asentamiento por
adquisición y pago, se repite en el mes de noviembre de 1884, cuando otro grupo
de Bilu’im, bajo los auspicios del cónsul francés en Jaffa, funda
Gdera גְּדֵרָה, en la aldea árabe de Quatra.
Estos hechos que de forma habitual se multiplican durante buena parte del siglo XIX
e inicios del XX, me hacen reflexionar y preguntarme: ¿Cuándo se adquieren las
referidas tierras a sus legítimos propietarios árabes, en origen, a quién
pertenecían? No olvidemos las vueltas y revueltas de etnias y religiones que
vivió esta encrucijada de razas y creencias. Lo que sí puedo afirmar, es que
estos asentamientos documentados, no crearon malestar alguno entre los
vendedores y convecinos árabes y por extensión musulmanes, de las distintas
confesiones y credos. Si bien es cierto que el “Fondo” que se crea y adquiere
las tierras y el traslado de emigrantes, crea un cierto rechazo entre el
naciente movimiento (inmovilista) nacionalista árabe, donde ciertos privilegios
de jefes de clan, se piensa que pueden ser cuestionados a muy cortísimo plazo.
Este indiscutible hecho fue aprovechado y “puesto en valor” por el cristiano
palestino Nayib Azuri, quien con la creciente arribada de emigrantes
hambrientos y dispuestos a labrarse, a base de sacrificios y esfuerzo, un
porvenir, rompían como ya se apuntó, todos los esquemas jerárquicos asentados
sobre la pobreza existente en el área. Esta realidad de privilegios basados en
la miseria, fueron los que dieron apertura a una nueva página en la historia de
la Judea, rebautizada como Palestina.
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Mapa hebreo de Erez Israel creado
para la Federación de Sionistas Estadounidenses por Israel Belkind en el año de
la Declaración Balfour, 1917.
Fue y
es triste, pero real, que a finales del siglo XIX, durante el XX e inicios del
XXI, las ambiciones en la preservación de unos hipotéticos derechos, en el
fondo de carácter feudal, condujesen a la situación que les condujo, donde
vecinos y amigos de infancia, se vieron envenenados por la semilla del odio. ¡Que
gracias a Él y al proyecto en marcha “Habraham”, pueda llegar a reconducirse la
triste situación en la que en la actualidad nos encontramos! No obstante los obstáculos
son muchos, ante tanta cabra y cabrón e individuos respondiendo con coces a los
más sencillos planteamientos de convivencia pacífica, unido a los tontos
mañaneros, al medio día, a la tarde, noche y amanecer, Donde en la gran mayoría
de los casos, unen a su propia majadería e imbecilidad congénita, el
“sinvergoncismo”, latrocinio y medro personal a costa de sus prójimos. Véanse
como viven sus dirigentes políticos (no se sabe por quién ni cuando elegidos) y
como malvive la población teóricamente por ellos representada.
Capt. Willie
To be continued…
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