Dado que
el concepto básico en el que asentamos el pensamiento político identificado
como occidental, al que reiterativamente, una y otra vez hago referencia. A fin de atajar la confusión y confusionismo interesado, al que en gran medida nos tratan de llevar los
“gurús del humo” o “populistas políticos de la anti – política”.
Contrariando a la ignorancia supina o mala
fe de los “gaseosos y presuntuosos” (esos del humo) y “demagógicos
defensores de los de a pie” (auténticos malversadores de la buena fe de
incautos). Los jodidos griegos, con “cierta antigüedad” sobre ambos, ya nos
legaron conceptos aún hoy en boga, como el tan traído, llevado y a poder ser
por los dos primeros secuestrado: de Democracia, del griego δημοκρατία (dēmokratía),
latinizada tardíamente por democratĭa.
Siguiendo la estela de los padres del término y concepto, con Platón primero y después con Aristóteles, vemos que la democracia se puede definir en función de las clases de gobierno: monarquía o «gobierno de uno»; aristocracia, para Platón, «gobierno de los mejores y más preparados», al decir de Aristóteles, de «los menos». Democracia o «gobierno de la multitud» para Platón, según Aristóteles «de los más».
Independientemente de las diferencias
semánticas y conceptuales anteriormente expuestas. La democracia en el actual
contexto occidental, se interpreta, como la forma organizativa del Estado, en el cual todos sus miembros son libres e iguales, donde “teóricamente”
las decisiones de carácter colectivo deben de ser acordadas por el pueblo, a
través de medios participativos bien directos o indirectos, que en alguna
medida confieran la debida legitimación a las acciones a emprender por sus
representantes, “hipotéticamente” en consonancia con los deseos y demandas de
los representados.
Llegados aquí, entramos de nuevo en la
semántica y las concepciones y/o percepciones más o menos torticeras, donde los
iluminados salva patrias y afines, jugando con ese especial estado de
“gurús del humo” o “populistas políticos de la anti – política”; tratando de
salvar al mundo, y por extensión ser ellos quienes decidan y dicten lo mejor en
cada momento y ocasión para el Estado y por extensión para el Pueblo, tienden
inequívocamente, a sustituir la democracia indirecta o representativa,
por otras, que en teoría son más participativas y claras del sentir colectivo o
individual, pero que en el fondo son más “manejables” a esos fines del ungido
salva patrias de turno. Llegando así a la democracia participativa. En
España, en un lejano día, conocida como democracia orgánica, a la que
tristemente y en la actualidad, aunque de distinto signo, hay personajillos
empeñados en llevarnos de nuevo. ¿Los españoles, no mereceremos otra cosa…?
Como colofón a los tipos de democracia, nos
encontramos con la democracia directa o plebiscitaria, vulgo asamblearia
y lo último de lo último ¡Sí Platón y Aristóteles levantasen cabeza…! La democracia
líquida.
Indudablemente, todo iluminado que se
precie, necesita recurrir a una democracia a la medida, a su medida, pero
siempre y en toda ocasión tratando de encubrir su “redentorismo”, bajo los más
variados subterfugios, conducentes en todos los casos a sustraerle al pueblo,
como tal, toda posibilidad real de decisión. Representativo de ello, es el
“todo por el pueblo y para el pueblo, pero sin contar con él. El propio Pueblo”.
Cuando los del “humo” o los “anti –
política” hablan de Monarquía o República, lo hacen pretendiendo transmitir el
principio que llegado el caso se desprende del mismo concepto greco - latino μοναρχία (monarchía)
o monarchĭa, tratando
inequívocamente de confundirlo, evitando a toda costa la “apostilla”
Parlamentaria, donde el Rey como tal, sin llegar a ser una figura decorativa
(como algunos tratan de hacer y que aparezca), sí reina, pero no gobierna.
Reservándole las funciones y atribuciones, que de acuerdo a cada Constitución
en particular se le asignan.
El que esto suscribe, siempre hizo profesión
de fe republicana. Idea y convicción en la que le ratificó el “emérito” y sus
“antes – emeritadas”, claro está, con la colaboración necesaria de políticos
electos, teóricamente más afines a las ideas republicanas que a las monárquicas;
pero colaboradores necesarios y participes en alguna medida de dichas
“emeritadas”, “querindangas”, “hijadas” y “yernadas”. Que a mi corto entender
de todo hubo.
No obstante y antes de continuar quiero
dejar claro, que por el conocimiento histórico del país en la última centuria y
por la participación en ínfima medida de ascendentes directos, en el desarrollo
de dicha historia: tras las últimas intervenciones y actuaciones de S.M. Felipe
VI, estoy auténticamente descolocado. Surgiéndome profundas dudas sobre la
supuesta actuación de un hipotético Presidente de la Republica, ante la
situación creada por la cobardía, irresponsabilidad y “reditismo político” de
los unos, los otros y los de más allá.
Cierto
que extrapolando al mundo mundial (Sil, esta expresión es tuya) la situación
creada en España, por la constante busca
de réditos políticos a corto plazo, siempre sin visión de futuro, al clásico
“tira que libras”. La conculcación en base a subterfugios de la letra y
espíritu de la Constitución, me lleva a entender, aunque nunca a comprender y
menos a disculpar, nuestra realidad nacional. Escapándoseme las situaciones
creadas en esas “Democracias” auténticamente “sui géneris”, donde dicho
concepto democrático queda limitado al representado por el “Redentor de Turno”.
Quien ineludiblemente, en base a todo tipo de argucias, trampas y falsedades,
le da a “su pueblo” (como propiedad) lo que más le conviene (claro está, a él),
sacrificándose por y para ese pueblo pero… insisto, sin contar con el pueblo,
que al fin y al cabo, no sabe lo que le conviene. ¡Qué pueblo más falto de
conocimientos y madurez…! ¡Menos mal, que cuenta con redentores como el de
turno…!
Indudablemente Putín; Kin Jon-un; Recep Tayyip Erdoğan; el “Castrón
momificado”; el heredero vitalicio de “Tachito Somoza”; Maduro, ya pasado y actual
“Podrido” y una interminable lista de “Salva Patrias” en activo, con la
interminable retahíla de optantes a imitarlos. Ignoran o quieren ignorar la
existencia de una antigua “guerra civil” europea, de 30 años de duración, a la
que pone fin en 1648, el Tratado de Westfalia, cuando aquellos obispos,
arzobispos, príncipes y princesas (que de todo había) agotados ellos y al borde
de la extenuación sus súbditos, acordaron dividir Europa en Estados. Este
hecho, de forma directa, convirtió a los europeos en súbditos, y en algunos
casos, no en todos, a posteriori en ciudadanos, entroncados a un territorio
determinado, delimitado por unas fronteras más o menos seguras; decayendo así
las guerras religiosas y civiles, siempre en función de la apropiación y
monopolio de la fuerza por parte de los soberanos.
La seguridad aludida a las fronteras, en todos los casos la hubo que pagar en
base a renunciar a ciertas libertades, donde los citados y otros muchos
sátrapas en activo y/o aspirantes a serlo, se aprovecharon y siguen
aprovechando en favor propio y de sus camarillas.
El “espíritu” emanado de Westfalia
progresivamente, se fue extendiendo por el ancho mundo, permaneciendo ajeno desde
su inicio el Imperio Ruso, encarnado desde 1613 por la dinastía Romanov, quien
cual maldición contraria al clásico refrán, superó con creces los “cien” años y
el pueblo llano ruso lo aguantó y sigue aguantando.
Sucediéndose con el devenir de los siglos
las dictaduras, de todo signo y “color más o menos subido”, hasta nuestros
días. Tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial, de forma automática se
retorna a lo conocido, a Westfalia, sin perjuicio que la Rusia Roja a falta de
colonias en el sentido clásico, recurriese a la “satelización” de cuantos
países pudo, siempre y en todos los casos bajo la “disculpa” del
internacionalismo del partido comunista y como no, de la fuerza. Penúltima
hazaña: la anexión por la fuerza de Crimea. Sí, afirmo, penúltima, pues o lo
impide occidente o más antes que después, veremos la misma operación en una
república báltica. Por algo y para algo el futuro zar imperial de Rusia,
Vladimir Putin, “saca pecho y amenaza” llevando de nuevo al país a una carrera
armamentista, donde el único fin es mantenerse a sí mismo y a sus “testaferros”
económicos, en base a empobrecer aún más si cabe, a su propio pueblo.
La descolonización exigida, pactada y
obligada por el asesino J. Stalin en Yalta, y aceptada de buena fe por parte
de Franklin D. Roosevelt,
sin dejarse asesorar por Winston
Churchill, lleva en la década de los cincuenta y sesenta del pasado siglo, al
nacimiento de una serie de países con
fronteras totalmente absurdas y divisiones de etnias ilógicas. Pero eso sí,
dentro del “orden” Westfaliano.
Fruto de la apresurada descolonización, las
irracionales fronteras y las divisiones étnicas creadas, son la proliferación
de esas “democracias” a las que se hizo mención y referencia, donde tras un
ejército regular, irregular o “medio pensionista”, se desarrollaron los más
despóticos mandatarios, bien apoyados por una u otra potencia de las vencedoras
de la Segunda Mundial, y en otros casos por los intereses de las antiguas
potencias coloniales.
Estas situaciones límite, teóricamente
dentro del “espíritu” Westfalia, son las que llevaron al concepto y opinión
generalizada, que los ciudadanos del mundo tenemos de la ONU, como un
“organismo internacional que hace agua por todas las partes”. La economía se
convirtió en una entelequia global en la cual se ignora dónde empieza o termina
la especulación; los inmigrantes ayudados por intereses poco claros y el
“buenismo” de los unos y/o el “papanatismo” de los otros, burlan las fronteras;
los genocidios por dictadores de toda índole, se justifican en base a la propia
soberanía interna. Con estas y con todas, por aquello de que: “lo malo conocido
siempre es menos malo, que lo bueno por conocer”, Westfalia: ahí la tenemos y
sigue.
La creación de un nuevo orden se hace
imposible. De ahí los continuos “parcheos” que se le añaden al conocido y
arcaico: derecho de asilo (algunas veces con “calzador”); Tribunal
Internacional, a fin de juzgar los crímenes de lesa humanidad; la injerencia de
carácter humanitario, pero no la solución del problema que da pie a dicha injerencia.
Las conflagraciones internacionales de alta intensidad son infrecuentes, no así
las asimétricas o de baja intensidad, pero que ocasionan miles de muertos y
desplazados.
Ese Tribunal Internacional al que se hace
referencia, evitando injerencias internas, se hace inoperativo en la gran
mayoría de las veces. De no ser así, cuando el que esto escribe, clamaba sobre
los crímenes en la antigua Yugoslavia, o sobre las matanzas en los grandes
lagos africanos, ¿quién le hizo caso…? NADIE: ni reyes, ni máximas autoridades
de las distintas religiones. NADIE EN ABSOLUTO.
¿Qué decir de la actual situación de
desmembramiento organizado de Siria? O es que el “Carnicero de Damasco” es peor
que los de Teherán o los reyezuelos y “principucos” de esas “sui generis
democracias” de golfos “golfeños, en el golfo. Las hambrunas de Corea del
Norte, quién es el guapo que dice ignorarlas; qué derechos tiene el pueblo
chino (los emanados de la Plaza de “Tiananment”); los tibetanos; los pobres
“parias” de Birmania errantes a flote, mientras flotan por el mar de Adaman;
las mujeres esclavizadas en Afganistán, las niñas sometidas a ablación, por
norma de esa religión de paz; el exterminio organizado y programado del pueblo
Kurdo y por los mismos que ya lo experimentaron con el Armenio, y un tan larguísimo etc. que haría
interminable el número de miserables “jefucos”, siempre bien dispuestos a
salvar a sus coterráneos y a poco que los dejemos al mundo entero.
Pregunto y les pregunto a todos esos
organismos internacionales, siempre bien dispuestos a repartir sus cargos y
excelentes salarios entre amigos y amiguetes ¿Dónde están, qué hacen y a que
destinan su tiempo y las ingentes sumas de dinero que manejan? ¿Cuándo el
Tribunal Penal Internacional pondrá sobre el banquillo a todos esos “salva patrias”
asesinos y a sus mediadores y alcahuetes? ¿Lo que está pasando en la actual
República Bolivariana de Pobrezuela, lo ignora alguien? ¿A demás de “cobrar el
barato”, qué pinta Rodríguez Zapatero en este tema? ¿Cuándo empezaremos a olvidarnos
de Westfalia y tomaremos conciencia del mundo actual y de los criminales, genocidas
y alcahuetes asalariados?
Aquí lo dejo y espero que esos “demócratas
de toda la vida”, habitualmente con patente de ello, por ser de izquierdas, se
les ponga la cara tan roja como rojos son, pero de la desvergüenza a la que
hace cien años hacen gala.
Capt.
Willie
No hay comentarios:
Publicar un comentario