lunes, enero 14, 2019

Al disidente negarle el agua y la sal…

 “Dios que nos dio la vida nos concedió a la vez la libertad” (T. Jefferson)

   Al decir de mis múltiples “afectos” carezco de ortodoxia, confundiendo a mí ver y entender, esos “mis amigos”, la “jota” con el “fandango”. Utilizando dichos términos sin menosprecio alguno para los homónimos bailes regionales de Aragón o Navarra y a esa antigua danza española, tan bien conservada en la práctica totalidad de Andalucía. Utilizando en mi caso con referencia a los “amigables”, ambos términos: como la mínima expresión del pensar y saber de algo o sobre algo y en la aplicación del segundo, como “jaleo”, o ganas e intención de crearlo.

   Mi respeto y cariño por los USA y sus gentes, siempre que ocasión tengo lo manifiesto, extremo de aprecio o desprecio que no oculto por algunos de sus Presidentes (entre estos últimos: “El Marijuanero”; “El Manisero”; “El mete mano a fandango ajeno” o El Buen Musulmán). En el extremo opuesto a los citados entre paréntesis, se encuentra T. Jefferson, a quien recurro como “tabla a la que agarrarme”, ya que en alguna medida la frase libremente traducida y a él atribuida, refleja perfectamente mi personal forma de pensar y actuar. Así les guste a los unos, los otros, a los Marotos y a los del “motto” (lema, como 3ª del Mª. Moliner).   

   No puedo ni voy a negar que mi concepción del mundo está totalmente influenciada y en gran medida condicionada, por los principios de carácter cultural, donde la humanidad como tal, no la puedo entender emancipada de unos aconteceres de índole espiritual, sobrenatural y/o transcendental. En definitiva, de la cultura religiosa en la que nací, crecí y me desarrollé formativamente. ¿Dónde empieza en mí el Judaísmo y/o el Cristianismo, más exactamente el Catolicismo? Es una respuesta que me resulta muy, pero que muy difícil de responder, de ahí que sin ánimo de autoengaño, trate de soslayarla, pretendiendo por todos los medios a mi alcance, compaginar lo mejor que a mi concepto encierran ambas filosofías y prácticas religiosas y, lo más importante, el rumbo, altura y velocidad a imprimir a mi propia vida y a ésta con respecto al resto de mi entorno. Entendiendo como tal el más amplio espectro del término: personas, resto de seres vivos que comparten conmigo el Planeta Azul y por supuesto al citado Planeta y a las leyes de la física y biología conocidas, que lo rigen.   

  Esa “disidencia crónica” que “carente de toda humildad” padezco, seguramente sea fruto de no admitir posibilismo alguno sobre mis convicciones religiosas y por extensión del entorno físico próximo y/o lejano, ya que la concepción del mundo que tengo o poseo (ignoro cuál de los dos términos reflejarán mejor ese pensamiento), no admiten más “cera que la que arde”. Viéndome quizás en la necesidad de darles en parte la razón a “mis chicos vascos”, con Marie y sus primas y/o amigas compartidos, en lo espiritual: “Dios” y por extensión toda su creación. Por lógica prolongación, el Planeta Azul que habito y sus inamovibles leyes o vicisitudes demostradas, no por simulación en programas informáticos, sinó por acumulación demostrable y cuantificable científicamente.

   Para “tocarme los pies” se desprende que cualquier tema es bueno, máxime si esa “tocadura” se le puede endosar a alguien, ajeno a lo que fue el entorno en un dado momento de mi vida. Así, ese prólogo y la propia publicación, donde en base a la “pasta gansa” o “petrogansa” pródigamente repartida, pueden dar lugar a reescribir la historia, donde los “malos de la película” eran Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, conocidos por el apodo, en más casos de lo deseable peyorativo, de los “Reyes Católicos”. Mientras que el bueno, heroico y leal, vamos el “Mocín” del filme, no era y fue otro que Abū ʿAbd Allāh Muhammad ibn ʿAlī, en castellano conocido por Boabdil.

   Seguro que ni los unos eran tan malos, ni el otro tan bueno. Si bien es cierto que el Rvdo, P. Juan de Echevarría, en sus “Paseos por Granada y sus contornos”, publicado en 1764, se “paseó” o “pasó” ignoro cuantos pueblos, pero sí unos cuantos. Siendo realmente triste que hayan prevalecido todas las falacias por él vertidas, con respecto al muy posible, undécimo sultán de Granada. Sin que consiguiese deshacer el “entuerto” la obra del Duque de San Pedro de Galatino, D. Julio Quesada – Cañaveral y Pedriola, quien con su publicación de “Boabdil:(Reseña para el turista) Granada y la Alhambra hasta el siglo XVI”, que salió a la luz en 1925, daba pie a desmontar todas y cada una de las leyendas de cobardía y esa su descripción física peliculera, que en nada debió asemejarse a la realidad. Confundiendo inconscientemente que una cosa es la religión y otra muy distinta la “raza”. Extravió en el que habitual y reiteradamente se cae cuando se habla de musulmanes, no dándose por enterados, de la modernidad de dicha religión (nace en el siglo VII e.C.). Si bien las conversiones iniciales se dieron en el mundo semítico (tribus yemenís de los Banu Aws y los Banu Khazraj  o clanes y partidas, de ellas escindidas nómadas en la península arábiga). Por tanto, alguien de quien se estima su nacimiento en el año 1459 e.C., bien podía tener el aspecto físico de cualquier europeo con orígenes desde celtas a germánicos.

  Puesto que no estoy en disposición de hacer propaganda a la prologuista, a la plagiadora ni al traductor de la publicación a la que hago referencia, sí afirmar, que toda relación que interesadamente se quiera establecer entre los acaecidos con la rendición de Granada y la engañosa realidad en la actualidad vendida a… y/o comprada, pero siempre tasada en “petrodólares”, sobre la hipotética situación del “pueblo árabe” y su total sometimiento al imperialismo occidental, del que el “catalanismo rastrero y falsario” está en disposición de liberar, a cambio de asentamientos que no sean hispano parlantes. Tales conceptos son totalmente falsos.

    Puede que por mis propias y personales vinculaciones con el Medio Oriente y el “mundo semítico”, mi aspecto físico y cultura me hagan ignorar que es el “pueblo árabe” como me tratan de vender en genérico (al igual que los medicamentos “made” in China). Cierto que la actual “Reconquista Musulmana” de la, en otra hora, llamada “Civilización Occidental Cristiana”, vino precedida de la invasión “petrodolárica”, administrada por sátrapas mandantes y no gobernantes de la península arábiga y en otros casos por sus “colegas” empobrecedores del “imperio del pavo real”, quienes en disposición de “aflojar la mosca”, tanto del llamado “oro negro” como del lucro con él obtenido, consiguieron comprar las vendibles voluntades de las más dispares capas sociales: políticas, económicas, religiosas y “culturetas”. Estos, en base a un “falso buenismo” bien ribeteado de pendejismo, por ellos bien cobrado y muy mal administrado, están orquestando la invasión, a priori pacífica, por pobres desposeídos de todo bien material (inmigrantes), pero eso sí, depositarios de la verdad propugnada por el Profeta.

   Esa “Reconquista Musulmana” pagada con “petrodólares” y dirigida desde esa idea “confusa y difusa” denominada “pueblo árabe”, en nada tiene que ver con la noción conceptual de pueblo, pues salvo que dicho término se aplique a los “seguidores del Profeta”, carece de toda similitud al concepto desprendido del latino “popŭlus”. Ya que el mismo está conformado por las más variadas etnias, dentro de las distintas razas, siendo el nexo común el Islán en sus distintas ramas: sunníes, chiismo y jariyismo. Donde lógicamente la influencia sunní es mayoritaria, son los más “platudos”.

    Como el llamar las cosas por su nombre está en lógica contraposición con el subsiguiente “servilismo”, propio de ese “mercadeo” al que anteriormente se hace referencia. Los “culturetas”, instruidos e imbuidos de esa su propia incultura, se permiten realizar afirmaciones, que dado el origen de las fuentes que les “amamantan” y esa su pertenencia en origen a un entorno étnico – histórico – cultural totalmente ajeno, les conduce a ese ridículo, que en su “doctoridad” no son conscientes pintan. Los “pobres” carecen de los más elementales conocimientos de índole étnica familiar, de tradición escrita y oral, transmitidos a través de los siglos. ¡Qué inmodesto soy…! Me estoy remontando incluso al siglo VII, pero a.C.

    Tanto docto me sobrecoge, sobre todo lo del “pueblo árabe”: se sobreentiende a los originarios de la península arábiga y territorios próximos o circundantes de lengua árabe. “Toma Jeroma, pastillas de goma”, ¿Cómo de circundantes…? Hecho este que a los bien intencionados como el suscritor, le aumenta la confusión y consiguiente confusionismo. Dado el expansionismo de la lengua árabe por todo el Medio Oriente, Anatolia e incluso zonas de Europa O. y N. de África, a partir de del siglo VII e.C., con posterior penetración en el W., E. y Centro africano, las etnias locales como concepto racial, me están diciendo que desaparecieron, para pasar a ser “pueblo árabe” o “mundo árabe”. No distinguiendo por tanto un individuo con rasgos claramente semíticos de otro celta, germano de uno negro, sin entrar en las peculiaridades de las múltiples particularidades étnico –triviales. Quizás sea que cuando en “mi mundo”, por poner el caso, se habla del aproximado 1,7% de población etíope existente en el estado de Israel, o de la población aproximada del 2,1% drusa (gente de un solo Dios) con total propiedad se habla de israelitas, conformando, por supuesto, dichas comunidades el pueblo de Israel.

   El arabismo al que hacen mención y al pueblo árabe que mencionan, no será por asociación a las dadivas, cariñitos, mordidas, coimas, sobornos, que por partir de la península Arábiga, todo  se asocia a ese pueblo, por extensión.

   En fin, aunque no lo comparta, entiendo ese amor prostituido, surgido en Occidente hacia esa entelequia de “Pueblo Árabe”. Lo que no comprendo, es que no se enteren de una jodida vez, que la oleada masiva de musulmanes pobres (inmigrantes), son la “infantería” orquestada por esos mismos que les corrompen con sus “petrodólares”.

   Mis más sinceros respetos para esos pobres que se ven inducidos a jugarse la vida en busca de una mejor subsistencia. Subsistencia, que cuando ya lo invadieron en principio pacíficamente, Occidente justifica que el opulento árabe gaste su dinero en proveerles de grandes Mezquitas, pero no de quitarles el hambre en origen.

   Ajo y agua. Antes el agua lo utilizábamos para bautizar y llevar al seno de la Iglesia, ahora para el hielo que enfría los tragos. En un próximo futuro, no como contestación a “barrabases”, dedicaré un tiempo a tratar de aproximar un poco a esa historia que otros trastocan interesadamente.

                                     Capt. Willie

 PS. Dª. Carla Ponte, con todo el respeto que su persona y ex cargo me merecen, le recuerdo, que independientemente del “Carnicero de Damasco”, existen otros sátrapas, ni mejores ni peores, pero que quizás por sus ideas políticas a Vd. la “joriben” menos, pero ahí están: el Castrón sobreviviente; Maduro; Danielito y Challo y otros a los que Vd. por principio nunca nombra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario