Al decir de mis múltiples
“afectos” carezco de ortodoxia, confundiendo a mí ver y entender, esos “mis
amigos”, la “jota” con el “fandango”. Utilizando dichos términos sin
menosprecio alguno para los homónimos bailes regionales de Aragón o Navarra y a
esa antigua danza española, tan bien conservada en la práctica totalidad de
Andalucía. Utilizando en mi caso con referencia a los “amigables”, ambos
términos: como la mínima expresión del pensar y saber de algo o sobre algo y en
la aplicación del segundo, como “jaleo”, o ganas e intención de crearlo.
Mi respeto y cariño por los USA y sus gentes,
siempre que ocasión tengo lo manifiesto, extremo de aprecio o desprecio que no
oculto por algunos de sus Presidentes (entre estos últimos: “El Marijuanero”;
“El Manisero”; “El mete mano a fandango ajeno” o El Buen Musulmán). En el
extremo opuesto a los citados entre paréntesis, se encuentra T. Jefferson, a
quien recurro como “tabla a la que agarrarme”, ya que en alguna medida la frase
libremente traducida y a él atribuida, refleja perfectamente mi personal forma
de pensar y actuar. Así les guste a los unos, los otros, a los Marotos y a los del “motto” (lema,
como 3ª del Mª. Moliner).
No puedo ni voy a negar que mi concepción
del mundo está totalmente influenciada y en gran medida condicionada, por los principios
de carácter cultural, donde la humanidad como tal, no la puedo entender
emancipada de unos aconteceres de índole espiritual, sobrenatural y/o
transcendental. En definitiva, de la cultura religiosa en la que nací, crecí y
me desarrollé formativamente. ¿Dónde empieza en mí el Judaísmo y/o el
Cristianismo, más exactamente el Catolicismo? Es una respuesta que me resulta
muy, pero que muy difícil de responder, de ahí que sin ánimo de autoengaño,
trate de soslayarla, pretendiendo por todos los medios a mi alcance, compaginar
lo mejor que a mi concepto encierran ambas filosofías y prácticas religiosas y,
lo más importante, el rumbo, altura y velocidad a imprimir a mi propia vida y a
ésta con respecto al resto de mi entorno. Entendiendo como tal el más amplio
espectro del término: personas, resto de seres vivos que comparten conmigo el Planeta
Azul y por supuesto al citado Planeta y a las leyes de la física y biología conocidas,
que lo rigen.
Esa “disidencia crónica” que “carente de toda
humildad” padezco, seguramente sea fruto de no admitir posibilismo alguno sobre
mis convicciones religiosas y por extensión del entorno físico próximo y/o
lejano, ya que la concepción del mundo que tengo o poseo (ignoro cuál de los
dos términos reflejarán mejor ese pensamiento), no admiten más “cera que la que
arde”. Viéndome quizás en la necesidad de darles en parte la razón a “mis
chicos vascos”, con Marie y sus primas y/o amigas compartidos, en lo
espiritual: “Dios” y por extensión toda su creación. Por lógica prolongación,
el Planeta Azul que habito y sus inamovibles leyes o vicisitudes demostradas,
no por simulación en programas informáticos, sinó por acumulación demostrable y
cuantificable científicamente.
Para “tocarme los pies” se desprende que
cualquier tema es bueno, máxime si esa “tocadura” se le puede endosar a alguien,
ajeno a lo que fue el entorno en un dado momento de mi vida. Así, ese prólogo y
la propia publicación, donde en base a la “pasta gansa” o “petrogansa”
pródigamente repartida, pueden dar lugar a reescribir la historia, donde los
“malos de la película” eran Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, conocidos
por el apodo, en más casos de lo deseable peyorativo, de los “Reyes Católicos”.
Mientras que el bueno, heroico y leal, vamos el “Mocín” del filme, no era y fue
otro que Abū ʿAbd Allāh Muhammad ibn ʿAlī, en castellano
conocido por Boabdil.
Puesto que no estoy en
disposición de hacer propaganda a la prologuista, a la plagiadora ni al
traductor de la publicación a la que hago referencia, sí afirmar, que toda
relación que interesadamente se quiera establecer entre los acaecidos con la
rendición de Granada y la engañosa realidad en la actualidad vendida a… y/o
comprada, pero siempre tasada en “petrodólares”, sobre la hipotética situación
del “pueblo árabe” y su total sometimiento al imperialismo occidental, del que el
“catalanismo rastrero y falsario” está en disposición de liberar, a cambio de
asentamientos que no sean hispano parlantes. Tales conceptos son totalmente
falsos.
Esa “Reconquista Musulmana” pagada con
“petrodólares” y dirigida desde esa idea “confusa y difusa” denominada “pueblo
árabe”, en nada tiene que ver con la noción conceptual de pueblo, pues salvo
que dicho término se aplique a los “seguidores del Profeta”, carece de toda
similitud al concepto desprendido del latino “popŭlus”.
Ya que el mismo está conformado por las más variadas etnias, dentro de las
distintas razas, siendo el nexo común el Islán en sus distintas ramas:
sunníes, chiismo y jariyismo. Donde lógicamente la influencia sunní es
mayoritaria, son los más “platudos”.
Como el llamar las cosas
por su nombre está en lógica contraposición con el subsiguiente “servilismo”,
propio de ese “mercadeo” al que anteriormente se hace referencia. Los
“culturetas”, instruidos e imbuidos de esa su propia incultura, se permiten realizar
afirmaciones, que dado el origen de las fuentes que les “amamantan” y esa su
pertenencia en origen a un entorno étnico – histórico – cultural totalmente
ajeno, les conduce a ese ridículo, que en su “doctoridad” no son conscientes
pintan. Los “pobres” carecen de los más elementales conocimientos de índole
étnica familiar, de tradición escrita y oral, transmitidos a través de los
siglos. ¡Qué inmodesto soy…! Me estoy remontando incluso al siglo VII, pero a.C.
El arabismo al que hacen mención
y al pueblo árabe que mencionan, no será por asociación a las dadivas, cariñitos,
mordidas, coimas, sobornos, que por partir de la península Arábiga, todo se asocia a ese pueblo, por extensión.
En fin, aunque no lo
comparta, entiendo ese amor prostituido, surgido en Occidente hacia esa
entelequia de “Pueblo Árabe”. Lo que no comprendo, es que no se enteren de una
jodida vez, que la oleada masiva de musulmanes pobres (inmigrantes), son la “infantería”
orquestada por esos mismos que les corrompen con sus “petrodólares”.
Mis más sinceros respetos para esos pobres que
se ven inducidos a jugarse la vida en busca de una mejor subsistencia. Subsistencia,
que cuando ya lo invadieron en principio pacíficamente, Occidente justifica que
el opulento árabe gaste su dinero en proveerles de grandes Mezquitas, pero no
de quitarles el hambre en origen.
Ajo y agua. Antes el agua lo utilizábamos para
bautizar y llevar al seno de la Iglesia, ahora para el hielo que enfría los tragos.
En un próximo futuro, no como contestación a “barrabases”, dedicaré un tiempo a
tratar de aproximar un poco a esa historia que otros trastocan interesadamente.
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