Desde algunas instancias
eclesiales de la ICAR y de tres patriarcales católicas orientales, en cierta
medida se me está pidiendo “cuenta y razón” sobre las opiniones, afirmaciones, planteamientos
y compromisos, que vierto en éste mi blog y, de viva voz siempre que tengo
oportunidad para hacerlo. Siendo “especialmente sensibles” las que oportunamente
citaré, en ellas una a una, me reitero dentro de las limitaciones que el “decoro”
me impone. Teniendo claro, que doy por buena la primera acepción del Mª.
Moliner, aunque considero que la tercera va que ni “pintada” para ciertos
personajillos, donde sustituiría lo de la fémina por el clérigo. Dejando claro
y aclarado que no quiero que se confunda el término anteriormente citado con el
del respeto. Este último es para mí un sentimiento de carácter positivo que incitan y/o propagan en mí
determinadas personas, ideas o aptitudes, con independencia de mi
identificación o no personal con ellas.
Muchas veces afirmé y en ello me reafirmo,
que a pesar de vivir y convivir en muy, muy, respetables y pacificas
comunidades, donde la “teología de la liberación”, la de verdad, la de por
aquellos convivida y compartida hasta entregar su propia vida sin ánimo de protagonismo
o lucro alguno. Nunca fui afín a ella y eso que las condiciones sociales y
humanas imperantes predisponían, por las injusticias flagrantes que a uno le
rodeaban. Mí Jesús, ni mejor ni peor que Él de ellos, aunque compartía con el
suyo muchísimas cosas, difería en el concepto de la “carga con la cruz”. Quizás deba aclarar, que posiblemente en el fondo
de ello, subyace mi innata tendencia cultural al “ojo por ojo…”, extremo éste
que me asusta en mi más íntimo yo. Como también me asustó y continúan asustándome
algunas suspensiones a “divinis”, por el simple hecho de hacer sombra a un
mediocre teólogo, que si no llega a ser dimisionario, no ocuparía más de una
docena de renglones en la historia universal. No suspendiendo por méritos
propios a quienes con su comportamiento y escandalosa actuación hacen autentica
opción a ello. ¡Vamos, la ceguera bien administrada…!
Sobre el relativismo, modernidad líquida u
otros eufemismos propios de nuestro tiempo espacial, al que hago referencia
expresa en esos escritos (links) a los que aludo, no deja de sorprenderme
cuando de esa “verdad
revelada” se trata,
pues es tan simple como si fue o no fue revelada, y que “pintan” viviendo de, y
a costa de ella, tanto desvergonzado. Indudablemente la desvergüenza en la
ICAR, como en toda organización humana del índole que sea prolifera, la
diferencia está, en que dentro de la estructura orgánica de esta, con harta
frecuencia, solamente se aplica el “perdón”, no como tal, sino más bien como medio
de encubrimiento a los desmanes cometidos, dentro del seno orgánico de la
propia ICAR. ¿Quiere esto decir que se hace precisa la creación de un
departamento, a semejanza de “asuntos internos” de los cuerpos de seguridad del
estado…? Sí y no. Teóricamente ya existe y existen los elementos correctores de
los desmanes, faltas y delitos, el problema está en que el encubrimiento y el qué
dirán, está por encima de la sagrada (digo y afirmo, sagrada obligación de ser
consecuentes con las obligaciones que se desprenden de la vida consagrada y muy
particularmente de las que conlleva el Sacramento del Orden). Lo malo o peor aún
y más convincente, son esas fotos, bien en negativo o digitales…, esos
cuadernillos de notas personales con pastas negras o azules…, donde con fechas
y fechorías ajenas documentadas, permiten el encubrir e incluso diluir, las
propias. Mal que les pese a algunos, dada mi total abstemia, salvo a unas gotas
de la “Sangre de Cristo”, los “explayados” ajenos, tras las más o menos copiosas
comidas y no digamos “pródigos trasiegos” de vinos y licores, la consiguiente locuacidad
de algunos, me permitió en distintos estamentos, el conocer saberes muy poco
edificantes, pero si lo suficientemente convincentes para que otros se
doblegaran y pasasen por lo que vulgarmente se denominan “el aro” o los “carros
y carretas”. ¿Se da el caso que apunto, en él, el que administra su propia ceguera…?
Claro está, que siguiendo la doctrina de
Cristo a través de Juan a Él me remito: “quien esté libre de pecado que tire la primera
piedra”. Aunque claro está, Él habló
de “piedra”, no de pedraplén (rocas con lados y formas más o menos irregulares,
pero con longitudes delimitadas entre los 100 y 900 mm.). ¿En qué cabeza, salvo
que esté hueca, cabe pensar que miembros laicos u Ordenados de la ICAR,
practicantes del “crimen de pederastia” van a acudir inculpándose a la justicia
civil? ¿Esta sandez, la incluimos en el mismo apartado de la ceguera bien administrada,
para no distinguir a las “locas” obispales y
arzobispales y a los “príncipes”, con aspiraciones de “princesas”,
por el de la “ceguera bien administrada” nombrados? ¿Quién es el guapo, que se
atreve a pedirme respeto, hacia alguien que deliberadamente me está llamando, públicamente,
tonto y consiguientemente faltándome al más elemental principio de la
objetividad?
Una vez más le reitero que se deje de
milongas, por muy melodiosas o famosas que sean y empiece, de una “jodida” vez a
dar “sartenazos”, que tiene tantos que dar, que por el ruido producido más
pareciese el “Desfile de Llamadas” con el “Candombe” discurriendo en el mes de
febrero, por las calles de los barrios Sur y Palermo en Montevideo. De paso, no
se olvide ni se olviden de que las afirmaciones que realizo en todos y cada uno
de mis escritos y conversaciones, estoy en disposición de mantenerlos ante
tribunales civiles o eclesiásticos, pero una vez más insisto, con pruebas
periciales médicas y adicionalmente con la lectura de dos o tres cuadernillos
de notas manuscritas.
Se hace muy fácil acusarme en algunos
ambientes de homofóbico, islamofóbico e
incluso, de pretender desprestigiar a la ICAR. Nada de eso. Cada cual es muy
libre de actuar de acuerdo a su conciencia, con su “entrepierna” o su “popa”, pero
no es compatible ese “lobby rosa” dentro de la ICAR. Como tampoco cuando los doctos
en Islámicas, formados en base a la “riochada” de “petrodólares”, me hablan de
la secularidad del islam. Menos aún las milongas Papales y por añadidura el
silencio sepulcral que se pretende implantar a los “rum rum” de pederastia, en
algunas diócesis y/o archidiócesis, donde el ordinario, a sabiendas o no de la
existencia de dichos “rum rum”, hace gala de su personal apoyo a algunos “rum
rumneados”.
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