domingo, enero 19, 2020

“Muchas doctrinas son como un cristal de ventana. Vemos la verdad a través de ellas, pero nos separan de esa misma verdad.”

Frase en traducción muy literal, del poeta, ensayista, pensador libanés y maronita practicante, Gibran Kahlil Gibran جبران خليل جبران بن ميخائل بن سعد.

    Desde que el mundo es mundo y mal que les pese a algunos, hace bastante más tiempo del que ellos en su cortedad mental pueden aceptar, las distintas “doctrinas” de las que se sirvieron los humanos para poder sobrevivir a la dura realidad de la cotidianidad, fueron de lo más variado. De forma generalizada se recurrió a la creación de “deidades”, siempre y en todos los casos muy por encima de los limitados atributos humanos.

    Vistas desde la actual perspectiva de estos inicios del siglo XXI d.C. algunas de esas mismas doctrinas, que en un determinado momento y lugar fueron motivo, eje y justificación de los más sublimes actos de generosidad y/o de las mayores barbaries, no sirvieron como elemento de reflexión que evitase el desarrollo de otras, conducentes a caer en los mismos lugares comunes, con la única variación, que es la marcada y condicionada por el particular “cristal de esa ventana”, que en cada momento establecen las sociedades en la que nacen y se desarrollan, pero que más antes que después, ese inicial “transparente cristal”, termina interponiéndose como una autentica barrera, entre la doctrina inicial y la real en la que suelen degenerar.

    No me cabe la menor duda de que la incultura, fruto de la dejación del concepto clásico de la formación humanística, llevó a gran parte de la actual sociedad al desconocimiento de hechos y pasajes, debidamente documentados en la propia historia de las distintas civilizaciones que nos precedieron. De relativo fácil acceso, en aquel momento en el que alguien se sumerge sin prejuicios en la recopilación y contrastado de informaciones al respecto. A fuer de ser una vez más criticado, debo decir, que la gran suerte de haber nacido en un lugar, para mí idílico o idealizado, en base a las experiencias vitales que me permitieron desarrollarme desde mi infancia, al compartir la naturaleza en un entorno rural – semi-industrial con una excelente representación vegetal de la región biogeográfica atlántica, con poblaciones relativamente elevadas de especies animales domésticas y silvestres (medianos y pequeños mamíferos, aves, peces y reptiles), representativos a su vez del propio hábitat de la región floral eurosiberiana. Siendo esa “parte” semi-industrial, quien despertó en mí un temprano recelo a lo que, a inicios de los 50s del pasado siglo XX, se definía en todos los ambientes como progreso y desarrollo. Lo bueno que haya podido quedar de aquella época lo vamos a “joder” ahora.

   Como en la totalidad de las ocasiones, las afirmaciones que en lo personal, en el vierto en el presente escrito, pueden ser debidamente contrastadas por personas físicas, que al día de hoy sobreviven y llegado el caso gustosísimamente ratificarían, aunque en algunos casos, ignoro si por la distancia temporal a los hechos o el cariño que me profesan, llegan a atribuirme “especiales poderes en distintos campos”, incluidos con algunas especies animales, en concreto con ciertos cánidos y mustélidos. Donde he de decir que esos “especiales poderes” que en un dado momento me puedan atribuir, siempre y en todos los casos se llaman y llamaron paciencia, paciencia y más paciencia.

   Hablarme a mí de “naturaleza” y concienciación de lo que es la “polución”, es retrotraerme a mis propias experiencias de los cuatro (4) años en adelante: ¿Quién de mi entorno, salvo mi adorado Abuelo, se sentía incómodo, cuando la entonces azucarera, tras la consiguiente campaña remolachera, lavaba sus instalaciones con el agua del río y sin depuración alguna, directamente las devolvía al mismo cauce hídrico, causando el “atontamiento” previo de todas las especies piscícolas y bivalvas que habitaban la cuenca y gran parte de la marisma? NADIE. ¿Quién aparte de nosotros dos (mi abuelo y el que suscribe) mostraban disgusto por la mortandad que se producía entre la población de nutrias por el exceso de comida? NADIE. Qué decir de la sustitución vertiginosa de robles, castaños y hayas por “eucaliptus”, con la consiguiente “quema de limpieza” previa al trasplantado de esa especie de crecimiento rápido. En dos inviernos sucesivos, sin que se hubiese consolidado la cubierta vegetal tras la quema, las arenas en otra hora doradas de la marisma, se tornaron negras, haciendo aparición la “basa” o limo negro, con formación de burbujas de metano procedentes de las fermentaciones de los arrastres vegetales. ¿Qué decir del efecto de los lodos procedentes de las plantas de descalcificación del agua, a utilizar en las locomotoras de vapor? Su progresión en la marisma iba acompañada de la desaparición de las algas y peces, salvo las lisas o múgiles, pudiendo apreciarse su avance por el color amarillento del propio lodo.

    Las sucintas y traumáticas referencias que cito y las consiguientes experiencias adquiridas de la observación de los fenómenos que se producían en aquel “mi paraíso”, fueron las bases en las que se asentó mi vida de curiosidad permanente y método en el estudio, en los más diversos y variados campos, siempre reflexivos sobre la evolución del hombre y consiguientemente el entorno a él circunscrito. Discerniendo también muy pronto y muy claramente, los efectos de los fenómenos de la naturaleza sobre aquel mí micro - entorno: lluvia, nieve, relámpagos, olas, las estacionales corrientes marinas y sus efectos sobre los bancos de arena y escollera, el viento sobre las dunas. Sin ignorar asimismo el efecto que éstos producían en las distintas especies animales, que poblaban aquel, mi añorado “paraíso perdido”.

    Puede que fruto de mis propias experiencias personales, sean las pautas seguidas a lo largo de mi discurrir por la vida y el amplio enfoque academicista en el que me formé y en gran medida me desarrollé, tratando de satisfacer mi imperiosa necesidad de situar al hombre con su entorno físico y en esa otra faceta, no menos interesante para mí, que es la del hombre consigo mismo.

   A pesar de las firmes creencias religiosas que profeso, siempre supe distinguir el abismo existente entre creencia y ciencia. Así, cuando en un dado momento de mi vida, siéndome favorable la gran oportunidad de acceder de primera mano a una serie de informaciones documentales, contrastadas, en los más variados idiomas. Desde algunos soportados en arcilla, sumerios y en sumer a arcadios, pasando por diferentes textos y soportes en dialectos semíticos e indoeuropeos, no dudé en formar y dirigir un reducido equipo, que nos permitió la lectura y traducción de los referidos documentos. Los cuales en gran medida temporal se anticipaban a los contenidos contemplados en los textos bíblicos del antiguo testamento. Huyendo deliberadamente y a pesar del ambiente circundante, de todo aquello que pudiese ser considerado como contaminación bíblica. Llegando a disponer de documentos soportados sobre los más dispares materiales y hasta en veintitrés “lenguas” diferentes. Al mencionar el término “lenguas”, debo decir, que salvo en el Génesis, no alcancé a vislumbrar referencia alguna a la Torre de Babel y al confusionismo idiomático consiguiente.

    Si bien en mi cabeza distingo perfectamente lo que geográficamente es Asía Occidental, Palestina – Siria con el golfo de Eilat, los islotes deshabitados de Tiran y Sanafir en su acceso, y allá en el fondo del saco, los actuales puertos de Eilat y Áqaba; Mesopotamia - Arabia, la iraní Persia y el África rivereña del mar Rojo y golfo de Adén. Con harta frecuencia, cuando hago referencia en lo histórico – religioso, político y ecológico al cuenco Mediterráneo Oriental o Asia Occidental y tierras adyacentes, no puedo menos que caer en una asociación, quizás fruto de mis propias vivencias en esta región del mundo. La más abrumada al día de hoy por el peso de la historia conocida, donde los ríos Éufrates y Tigris, en principio, no marcan deslindes geográficos, sino culturales y riegan viejas rencillas familiares, religiosas y consiguientemente políticas. A la vez que dan fe de los desastres naturales producidos en épocas tales, donde la capacidad de alteración por sus pobladores, era nula o prácticamente inexistente, ya que los embalses o presas en ellas establecidas y documentadas, no pueden justificar, en absoluto, los daños ocasionados. Tampoco la existencia o aproximación a un “Diluvio Universal”, pero sí lo suficientemente catastrófico para que esta amplísima área geográfica precisase centuria y media para reponerse y repoblarse de nuevo.

    Dado que para aquel pequeño y aguerrido equipo “deambulante”, el cual en su momento álgido contó con seis personas, que como único elemento de transporte disponía en principio, de tres automóviles Citroën, 2 caballos con doble motorización (uno delantero y otro posterior y ruedas de repuesto superpuestas al capot delantero y trasero) recorrió miles de Kilómetros por pistas de tierra y caminos, pudiendo apreciar y contrastar in situ, la presencia de viajeros semi – mitológicos, en sus viajes hacia el extremo oriente. Citando la presencia de grandes incendios en el área del golfo Pérsico, donde ardía de forma espontánea el “Betún de Judea”, mero petróleo que por sí mismo afloraba y entraba en combustión por la acción de la reflexión del sol, sobre algunas zonas arenosas ricas en sílice. ¿“A quién se le apunta” la consiguiente polución hídrica y atmosférica? Puedo dar y doy fe, de que entre todos los prolíficos documentos leídos y traducidos, en ninguno de ellos vimos referencia alguna a las “siete hermanas”, ni a esa familia made en USA, símbolo para algunos de todos los males, habidos y por haber. Muy posiblemente, estos fenómenos naturales como la vida misma, fuesen uno más de aquellos que hicieron más confortable este, mi Planeta Azul, hasta que en base a “corregirlo”, algunos consigan “joderlo” bien “jodido”.

   Cambio de continente, pero no de “malas costumbres”. Aprovechando mis andanzas con motivo de rendir exámenes en el estado de Florida, entablo amistad, que aún perdura a través de los muchos años transcurridos, con un nativo de los manglares “Everglades”, titulado superior y doctor en biología de los ídem. Por su intermediación, consigo hacerme con las antiguas historias de su tribu, que datan de antes de ayer: de 12 o 16.000 años a.C.. Donde sin ellos saberlo, documentan el fenómeno del “Niño” y/o la “Niña”, con total precisión a partir de 51 siglos a.C. ¿Se les puede culpar a ellos, como así creían, de los cambios climáticos sufridos y los efectos del “Niño  - Niña” que se hacen sentir aproximadamente 4.850 años a.C.? Pues según sus tradiciones, dichos cambios y consiguientes efectos, fueron producto del desplazamiento del aire cortado por las flechas y lanzas utilizadas para la caza de los abundantes reptiles, aves y manatíes, antes de que estos últimos fuesen considerados deidades protectoras de las comunidades. Una vez más me veo obligado a repetirme, la capacidad de los amerindios pobladores del área, tenían la misma capacidad de alteración, que yo cuando tengo tos y rasco ciertas partes situadas en la entrepierna, al fin de dejar de toser.

    Por el kilometraje y variadas áreas de rodadura, ejemplos como los que anteceden, podría poner hasta cansar al más fiel y pacienzudo lector. Aunque viéndome obligado a entrar de lleno en esa revolución oportunista a la que como buena “roja” desclasada se acogió “la de las anchas espaldas de estibador portuario, casada con el buen musulmán (al decir de su abuela paterna), que como ella no es racista, cuando habla de los “caucasianos” nos define como “blanquitos”, los jóvenes tienen que ser escuchados. Cierto y verdad, pero en qué asuntos y a qué jóvenes se debe escuchar. Me permito recordarle a esa semi - analfabeta universitaria resentida contra su propio color de piel, que la revolución de los jóvenes de mayo del 68 y el legendario “¡Seamos realistas, pidamos lo imposible!”, estaba participada por jóvenes, pero con la gran diferencia sobre esa “morralla” a la que ella le da su “autorizado permiso” para que opine, que en general eran estudiantes y universitarios, no ecologistas de oportunidad y analfabetismo crónico y “sin garbo” alguno.

     Emulando el decir de mi adorada y admirada hija: “piti” “piti”, no quiero dejar fuera del presente el “efecto invernadero” de las centrales térmicas a carbón españolas y la descarbonización del país, a favor de la “Kartofelera”, quien tras la reunificación que pagamos todos los europeos y “achatarrar” las “mierdosas” e improductivas industrias “ossi”, se levantaron con el “cofre y la manta”, de clausurar lo inservible a cambio de “polucionar” a los tontos que se lo consienten.

   Después hay quien no entiende el “Brexit”.

    Una vez más, o estoy perdido yo o están encontrados todos esos vivos, que viven y perviven a costa de joder lo que hay, para ellos hacerse ricos y “guays”. Con la historia real y demostrable de mi vivencia infantil y juvenil en aquel “paraíso” en el que nací y me crie, ¿Entenderán los vividores a costa ajena, que cuando hablo de desprotección vegetal del suelo, por efecto de las corrientes superficiales creadas por los “molinones” en los puertos de montaña asturianos, la colmatación de sus pequeños cauces hídricos y el efecto fermentación y generación de metanos, se de lo que hablo? Puede que lo entiendan, pero seguirá premiando la bolsa y la presunción de ecologista, NUNCA JAMAS, DE ECÓLOGO.

    Cuando quieran les puedo contar el efecto de ciertas corrientes marinas inducidas por determinados y esporádicos vientos, y la práctica desaparición de las “quisquillas” y “camarones” durante periodos próximos a los seis, siete años.

    Por último y en la misma línea con las excelencias del uso de ese combustible MAS CONTAMINANTE que los derivados de petróleo, les sugiero entren en el presente link y vean las ventajas, que para los productores y distribuidores de Gas Natural (tan fósil como el petróleo o el carbón) tiene su implantación en la propulsión marina. La contaminación adicional sobre el Marine Diesel Oil y el Gas – Oil, con bajo contenido en azufres. ES CLARA Y MANIFIESTA. VIVA LA ECOLOGIA DE OPORTUNIDAD ECONÓMICA Y/O POLÍTICA.


     Según se puede ver la “sin garbo” tiene muchos e interesados seguidores. Unos como elemento alternativo a todo lo que signifique el orden establecido y otros, con la malsana intención de llenar rápidamente la bolsa.

    Lo dicho, el cristal de la ventana, permite ver lo malo o aun peor. Son son muchos a los que aísla de la realidad científica y permite la proliferación de vividores por cuenta y acosta ajena.
 
                              Capt. Willie

2 comentarios:

  1. Muchas gracias por su, como siempre, esclarecedor y muy fundamentado articulo.
    Es terrible como el termino "cambio climático " se usa ya, como coletilla para todo. Igual que en su dia lo fue la palabra "presunto" y si recuerda, todo era presuntamente cierto.
    Triste cuando la vida le da la razón a Goebbles.
    Gracias

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    1. Gracias por la amable reseña que antecede. Estoy de acuerdo con Vd. nos tocan vivir unos extraños momentos y situaciones, donde el “cambio climático” enfocado a los efectos – causas de carácter antropogénico, no dejan de ser una falacia conocida por los mismos precursores de ella, quienes como bien apunta, siguen al pie de la letra el espíritu que se desprende de dos famosas frases atribuidas al delincuente social y genocida Paul Joseph Goebbels: “Más vale una mentira que no pueda ser desmentida que una verdad inverosímil”; “Una mentira repetida mil veces se convierte en realidad”.
      Cierto a su vez, que a fin de seguir viviendo del cuento y del empobrecimiento colectivo en beneficio propio, tras la reconversión del “rojo señales” en “verde sandia”, de ciertos partidos políticos y sus dirigentes, quienes olvidando la letra de la “Internacional” y el “parias de la tierra…”, pasaron a entonar sin sonrojo alguno cualquier himno nacionalista, viéndose obligados en el tránsito a tomar como alternativa, el “ecologismo” el “feminismo feminaceo” y los “derechos civiles”, eso sí, si es caso, anulando los que les puedan corresponder a los heterosexuales.
      En este instante no estamos mezclados, ni revueltos. Estamos “mecios”. Así nos luce el pelo como residuos de la, en otra hora pujante Civilización Occidental Cristiana. De todas las hasta ahora desarrolladas, no buena, pero sí la menos mala.

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