lunes, abril 27, 2020

Cuando los patos disparan a las escopetas…


   Mi adorado abuelo, de bendito recuerdo, cuando el suscritor del presente hacia alguna “barrabasada” y/o trataba de justificar a modo “barrabas” las hechas, le solía “soltar” muy lentamente este dicho o máxima, seguida de una  profunda reflexión, que conseguía, en todos los casos, que me produjese íntimo pesar y mandase al traste cualquier posibilidad de justificación.

    Consciente de la anormalidad de la situación que nos toca vivir, sin haber llegado a asimilar en toda su dimensión el traído, llevado y manido concepto de “globalización”, nos vimos inmersos en algo, para lo que no estábamos ni por asomo preparados y mucho menos mentalizados. Cierto y verdad, que en un momento como el actual, donde el culto a la ignorancia, la prepotencia y el nihilismo de ciertos oportunistas, mandantes y no gobernantes, entre los que impera la negación y rechazo hacia todos y cada uno de los valores ético – morales, acumulados a través de la asociación de los tres pilares que dieron origen a la civilización occidental cristiana (monoteísmo hebraico – filosofía griega – derecho romano), nos conducen a padecer y sufrir situaciones, donde la máxima que encabeza este escrito, toma carta de naturaleza.


   La historia por mí estudiada y en gran medida contrastada en las fuentes originales en las que bebí, me permitieron ver, que a través de las sucesivas civilizaciones, los gobernantes a modo generalizado, con total desfachatez por su parte y camarillas de las que bajo distintos nombres se rodeaban, trataron de convertirse en “auténticos imprescindibles”, incluso llegando a justificarse asímismos en sus ansias de poder y desmanes, como “mal menor”, cuando realmente ellos eran el único y real mal que padecían aquellos pueblos y comunidades por las que ellos se “sacrificaban”, mandándolos, no gobernándolos. No queriendo saber o distinguir en todos los casos, la tremenda diferencia existente entre lo uno y lo otro, mandar y gobernar. En gran medida estas desalentadoras conclusiones, fueron las que me llevaron en un lejano día a cuestionar los distintos regímenes: monarquías, hereditarias o nacidas del caudillismo, repúblicas, dictaduras teocráticas o simples dictaduras. Interprétese, que no llegué a Grecia o Roma. Estoy parado en la amplia región, que un ya lejano día fue conocida como Asia Occidental. Aquella donde las mesetas iranias se extienden al N. O. por las tierras altas de Armenia que conducen al Cáucaso y al Tauro. Dominando el O. la gran depresión por la que discurren el Éufrates y el Tigris. Donde frente a África, se prolonga la compacta península de Arabia. De otro lado, la península de Anatolia o de Asía Menor, que da frente a Europa y, sus últimas colinas son ribereñas del mar Egeo. Quedando comunicadas dichas y extremas penínsulas, por el angosto pasillo de Siria y Palestina.

   La encrucijada natural a la que hago referencia como pasillo, entre Asía Menor, Asiria, Caldea y Egipto, fue la región por excelencia en la que crecí al conocimiento humano y en muy cierta medida al humanismo. Asevero, que es la región del mundo más abrumada por el peso de su propia historia y las historias a las que sirvió de punto de partida. En las áreas ribereñas de los ríos Éufrates y Tigris, los ricos aluviones de Mesopotamia, sumerios y caldeos, dieron luz a los elementos conductores a una refinada civilización, que más tarde se trasladó a Egipto, propalándola por los pueblos ribereños mediterráneos, los de mar o fenicios de Tiro y Sidón. El Asía Menor, cuna del imperio hitita, fue helenizado en sus costas, desde inicios del siglo X antes de nuestra era. Siendo las conquistas de Alejandro, las que hicieron de ella el más brillante foco de la cultura y pensamiento griego. Hecho que no empañó la posterior conquista romana, siguiendo su ejemplo los países sirios. De la afirmación que precede son muestra evidente, las ruinas y columnas yacentes, evocadoras de tan ilustre pasado.

   En las áridas tierras de las mesetas de Judea se asentó el pueblo judío, que fue el primero en adorar a un Dios único; Dios un tanto rígido y lejano, que en las floridas colinas de Galilea, se convirtió por evolución a un Dios de amor, cuya doctrina, el cristianismo, había de tener un destino tan universal como prodigioso. Siendo de mencionar, que las arenas arábigas tuvieron su Profeta y la influencia que el islam tuvo y tiene para bueno o malo en la humanidad, extremo éste que no puede ser ignorado.

   Así el que suscribe, que vivió en carne propia el andar y deambular por tan amplía área, tras y detrás de toda información que le condujese a Dios como concepto, pudo ver y leer de primera mano, documentos escritos en muy diferentes idiomas y sobre los más diversos y variados soportes. Así como apreciar y contrastar el declinar de tanta gloria y las claras consecuencias de su invasión por los turcos y su ruina por las continuas guerras, robada a saco por conquistadores de todas las razas. Viendo en esta parte de Asia, que el bosque, matorral y tierra de cultivo era recuperada por el desierto, de forma contraria a la que el esfuerzo e ingenio humano, en tiempos pretéritos a él le sustrajo.

   La mezcla de todas las razas y consecuentes creencias que poblaron este amplio área, donde se entrecruzan, desde hititas, filisteos, fenicios, cananeos, arameos, persas, asirios, egipcios, romanos y a posteriori en el siglo VII los “árabes” ya musulmanes, fueron la base documental y contraste de los más dispares conceptos, en lo político y religioso. De ahí, que si en lo religioso senté las bases de mi fe, en lo político, fui en el sentido más literal y exacto conducido a los valores que se desprenden de aquella concepción religiosa, que como apunto, nació en Galilea y dio pie a la Civilización Occidental Cristiana.

  Por la convicción que me da el conocimiento de su nacimiento y posterior desarrollo de la mencionada civilización, comparándola con las anteriores en cierta medida también de orden transcendental como ella, no me cabe la menor duda de su superioridad, entrando en franca ventaja, cuando cualquiera de estas aludidas, se enfrenta al materialismo deshumanizado del comunismo, sea el de principios, mediados del siglo XX o el renovado del XXI.

  Sí a la citada Civilización Occidental Cristiana, se le añade la Democracia Representativa de hecho y derecho, con la independencia real de los tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. La superioridad moral – ética y “estética”, ES TOTAL, en comparación con el materialismo comunista y sus abonadas y funestas consecuencias, de toda índole, para los pueblos que obligados lo soportan. Por supuesto, no para sus dirigentes y próximos al poder.

  De la no bondad del Mundo considerado occidental, todos aquellos que tengan un mínimo sentido de la corresponsabilidad social, sean cuales sean sus creencias de índole transcendental o carezcan de ellas, saben y conocen de su injusticia. Injusticia, que en ninguno de los casos, es tan “sangrante”, ni vulnera tantos principios concircunstanciales a la persona como los impuestos por los regímenes comunistas. Prueba evidente en nuestros días de la afirmación que en este párrafo se vierte: la desaparición física de los médicos chinos que trataron de hablar sobre la “peste o virus chino”, que hoy nos asola con visos de seguir diezmándonos. De nada vale la ofensiva diplomática emprendida por el Dictador Jefe del inmenso campo de concentración chino y sus embajadores, ni sus dádivas a la OMS y a su colega ideológico y potencial encubridor el “Etíope del Washup”, el mismo que felicitó públicamente al Dictador Xi Jinping, quizás por “redondear tan redondeada” la cifra de fallecidos chinos, como consecuencia de su “mortífero virus”. A los cuales (a los dos, al Dictador chino y a su par, el de la OMS), les pregunto si incluyeron a los “desaparecidos doctores”, que trataron de hablar claro sobre el “virus”, o por el contrario los debemos de sumar nosotros.

   Aquellos que conocemos y sabemos de las “amenazas híbridas” y ansias chinas de dominio, somos un tanto difíciles de convencer, pues sus métodos, como los de cualquier dictadura, son los que son y aunque tengan de “palmeros" a sus homónimos, los dictadores y asesinos del Castrón finquero del Caribe, al podrido de Maduro, o a la no linda parejita de “piñateros” y asesinos de Managua, no dejan de ser eso, unos vulgares asesinos, en disposición de esquilmar y esclavizar a sus respectivos pueblos y “joder” en lo que puedan y hasta donde puedan al mundo libre.

  ¿Llegaremos a saber de dónde procede el “virus chino…”? ¿Cuándo y dónde se generó? ¿A cuántos realmente, asciende el número de matados por dicho virus, en el inmenso campo de concentración que conforman las fronteras de la R. Popular China?

   En nuestro país a los médicos, enfermeros y resto de personal sanitario, no los hacemos desaparecer por el método chino. Nuestras autoridades, las mismas que organizaron y dirigieron las “manifas” del 8m. como al resto de la población, no los/nos proveyeron de los más elementales equipos de protección, como siguen sin hacerlo a estas alturas de finales de abril. A la vez que estamos esperando nos digan a quién y a cuanto compraron esos inservibles test y mascarillas. No olvidando de paso el hacernos, no decirnos, cuando realmente nos van a realizar los test fiables, que nos permitan asemejarnos a países de nuestro entorno social y cultural. Ya estamos hasta las narices de tomaduras de pelo. ¿Si no nos morimos antes por abandono, piensan utilizar el método chino para acallarnos? ¿Cuál de ellos, el aplicado a los médicos o el de Tiananmén? Por extrapolación el “azotar hasta que sangre”, da que pensar… y mucho. Pasamos de la tarascada dialéctica al desatino argumental sin lugar a transición alguna.

   Me agradaría saber la catalogación por parte del censor, por los censurados pagado: ¿Esto es una “fake news”, una exposición de hechos o unas simples preguntas sin respuesta válida? Tiene “bemoles” la cosa y no menos la amenaza implícita…

                              Capt. Willie

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