jueves, febrero 23, 2017

Cuán difícil se hace, el no poder hablar bien de aquello que se quiere…

   A raíz de la sucinta semblanza y loa, de la para mí Gran Colombia y sus gentes, recibo un “pay attention” de dos queridos compañeros y viejos amigos, que aunque “gallegos”, de Galicia en origen, por los muchos años de estancia e integración plena en la sociedad venezolana, y más concretamente en la educación de sus jóvenes y en el sentir y compartir sus alegrías y tristezas, al día de hoy, quizás sean tan venezolanos como aquellos otros “gallegos”, venezolanos en tercera o cuarta generación.
    Mis estancias en ese hermano, hermoso y riquísimo país coinciden ambas con las presidencias del Dr. D. Rafael Caldera y en parte con la del político D. Carlos Andrés Pérez (apocopado por las siglas CAP, correspondientes a sus iniciales), permaneciendo en mi caso, ausente de la República de Venezuela desde 1996, fecha de mi último periplo por ella. Tanto es así, que a estas alturas de mi vida y a los sucesivos y traumáticos cambios experimentados por el país en lo tocante a su situación política – social y económica, me hacen ser y sentirme como un verdadero extraño. Aunque terriblemente apenado por las penurias a las que la más absoluta de las incurias la condujo.

   No obstante, haciendo memoria y “revolviendo viejos papeles”, puedo recordar y afirmar, que la evolución que pude apreciar en el lapsus temporal que nos separa de los primeros años de la década de los setenta, al segundo quinquenio de la de los noventa del pasado siglo, sí son asumibles en mi cabeza. Independientemente de vivir y sentir la “sauditizacion” de Venezuela, gracias a los ingentes ingresos procedentes de los “petrodólares” que se generaban, mor a los embargos árabes posteriores a la guerra del Yom Kippur y a pesar del nacionalismo a ultranza que se plasma en el Decreto 580 de 26 de noviembre de 1974, por el cual la Iron Mines Co. y Orinoco Mining Co se deben declarar en liquidación, por extinción a principios de 1975 de las concesiones mineras de las que venían disfrutando. La “riochada” de los citados “petrodólares” creo que para bien y para mal, se hizo sentir y a la larga padecer, siendo en mi humilde opinión el inicio de unos polvos hoy convertidos en lodos.

   No obstante, en base al más elemental principio de honradez, y en honor a la honradez ajena, debo decir, que a pesar de las diferencias personales que existían de antiguo entre el que esto suscribe y algunos miembros cualificados del entonces Instituto Técnico de Canalizaciones, no fue óbice para que a primeros del ya lejano año 1975, recibiese una propuesta formal, para pasar a engrosar en calidad de asesor técnico cualificado, la plantilla de personal encargada de desarrollar los estatutos y manuales de funcionamiento de alguno de los recientemente (en aquellas fechas)creados o en periodo de creación, humedales y/o parques nacionales. O puede, quizás que siendo mal pensado, en el fondo, detrás de tal propuesta estuviese el “conocer”, lo que en algunos “ambientes” del citado Instituto, creían se les había “ocultado” en lo concerniente al canal del Río Orinoco, entronque con el Rio Caroní y aguas arriba, en el canal de acceso a “Sidor” (Siderúrgica del Orinoco, entonces).

   Fuese como fuese, lo cierto es que de mis estancias en el país, solamente puedo hablar bien, pues si a los venezolanos en general, les debo el cariño y respeto que en toda ocasión y momento me manifestaron, qué decir de algunos de mis excelentes amigos de “VIASA” (la aerolínea nacional de bandera) a través de los cuales nunca en mi vida dispuse de tanto chorizo “revilla”, jamón y quesos de “cabrales”; “peñasanta”; curado, semi – curado manchego, como ellos gratuitamente me hacían llegar, bien fuese en Catia (al fin y al cabo al lado de Maiquetía) o a los lugares más insólitos: Barcelona; Punto Fijo; Ciudad Guayana; Maracaibo, a través de la “Chinita”. Lo “importante”: que el “Gallego de la gaita” (por asturiano, no por gaitero) tuviese sus provisiones. Provisiones que se encargaba de complementar y con su afecto implementar el amigo Ramón, entonces dueño del Hotel Rasil en Ciudad Guayana y plantel de personal del que se rodeaba, “mi” auténtica casa - hogar en aquella entonces semi – idílica Venezuela. Allí en aquel primer quinquenio “setentil” los exilados políticos de cualquier ideología eran bien acogidos, aunque no algunos regímenes y sus simpatizantes (caso de los Nicas Somozistas). Puede que me equivoque, pero por mi relación con Nicaragua en aquellas épocas, es la excepción de la que puedo hablar con conocimiento de causa.

   De lo que de “allí me llega” en la actualidad y de las informaciones que de “aquí y de allá” puedo obtener, tras el paso de República de Venezuela a Bolivariana, en el camino del cambio se perdió algo que caracterizaba al pueblo de Venezuela, ese “algo” se manifestó sobradamente en la corta duración de las “asonadas” de marzo de 1992 (Chávez – Acosta – Arias – Urdaneta) y  en la de noviembre del mismo año (Cabrera – Grüber – Reyes – Visconti). “Algo” que a partir de entonces de forma clara y manifiesta se rompió y con su ruptura condujo a la situación de empobrecimiento moral del país. Lo económico con ser grave, tiene solución, pero el claro enfrentamiento civil que se generó y degeneró, para en base a la división mandar, no gobernar: ese es mucho más difícil de solucionar, llevando todo el camino de terminar en una fratricida conflagración, que el que esto escribe, confía pueda evitar la gran mayoría de las profesionales fuerzas armadas del país, ayudadas y alentadas por auténticos patriotas tanto militares como civiles.

   Desde este mi retiro, solamente me queda desear que esos “corre ve y dile”, dejen de correr, ver y decir. Que se restablezca la cordura y que a falta de ella, las fuerzas armadas “corran a gorrazos” a esos “gorrones” que lo único que hicieron fue empobrecer el país en lo moral y en lo económico. ¡Qué lejos queda la Venezuela importadora de frutas no tropicales de Argentina, Chile y Perú, la de los mercados y mercadillos abastecidos de todo tipo de abarrotes y frescos! La Venezuela en la que “echabas a andar” por la “Angosturita” camino de Ciudad Guayana (o a la inversa) de Matanzas, y todo vehículo que pasase en la dirección a la que tu ibas, se paraba para llevarte, llegando en la mayoría de los casos a desviarse de su propio itinerario para “darte el acercón lo más apañado y completo a tu destino”. ¡Tiempos aquellos! Había pobres, claro que los había, lo malo es que ahora todos los son. Pobres y hambrientos, y para que rime, ¡lo demás son cuentos! 
                         Capt. Willie 

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