A
raíz de la sucinta semblanza y loa, de la para mí Gran Colombia y sus gentes,
recibo un “pay attention” de dos queridos compañeros y viejos amigos, que
aunque “gallegos”, de Galicia en origen, por los muchos años de estancia e
integración plena en la sociedad venezolana, y más concretamente en la
educación de sus jóvenes y en el sentir y compartir sus alegrías y tristezas,
al día de hoy, quizás sean tan venezolanos como aquellos otros “gallegos”, venezolanos
en tercera o cuarta generación.
No obstante, haciendo memoria y “revolviendo
viejos papeles”, puedo recordar y afirmar, que la evolución que pude apreciar
en el lapsus temporal que nos separa de los primeros años de la década de los
setenta, al segundo quinquenio de la de los noventa del pasado siglo, sí son
asumibles en mi cabeza. Independientemente de vivir y sentir la “sauditizacion”
de Venezuela, gracias a los ingentes ingresos procedentes de los “petrodólares”
que se generaban, mor a los embargos árabes posteriores a la guerra del Yom
Kippur y a pesar del nacionalismo a ultranza que se plasma en el Decreto 580 de
26 de noviembre de 1974, por el cual la Iron Mines Co. y Orinoco Mining Co se
deben declarar en liquidación, por extinción a principios de 1975 de las
concesiones mineras de las que venían disfrutando. La “riochada” de los citados
“petrodólares” creo que para bien y para mal, se hizo sentir y a la larga
padecer, siendo en mi humilde opinión el inicio de unos polvos hoy convertidos
en lodos.
No
obstante, en base al más elemental principio de honradez, y en honor a la
honradez ajena, debo decir, que a pesar de las diferencias personales que
existían de antiguo entre el que esto suscribe y algunos miembros cualificados
del entonces Instituto Técnico de Canalizaciones, no fue óbice para que a
primeros del ya lejano año 1975, recibiese una propuesta formal, para pasar a
engrosar en calidad de asesor técnico cualificado, la plantilla de personal
encargada de desarrollar los estatutos y manuales de funcionamiento de alguno
de los recientemente (en aquellas fechas)creados o en periodo de creación,
humedales y/o parques nacionales. O puede, quizás que siendo mal pensado, en el
fondo, detrás de tal propuesta estuviese el “conocer”, lo que en algunos “ambientes”
del citado Instituto, creían se les había “ocultado” en lo concerniente al
canal del Río Orinoco, entronque con el Rio Caroní y aguas arriba, en el canal
de acceso a “Sidor” (Siderúrgica del Orinoco, entonces).
Fuese como fuese, lo cierto es que de mis
estancias en el país, solamente puedo hablar bien, pues si a los venezolanos en
general, les debo el cariño y respeto que en toda ocasión y momento me manifestaron,
qué decir de algunos de mis excelentes amigos de “VIASA” (la aerolínea nacional
de bandera) a través de los cuales nunca en mi vida dispuse de tanto chorizo
“revilla”, jamón y quesos de “cabrales”; “peñasanta”; curado, semi – curado
manchego, como ellos gratuitamente me hacían llegar, bien fuese en Catia (al
fin y al cabo al lado de Maiquetía) o a los lugares más insólitos: Barcelona;
Punto Fijo; Ciudad Guayana; Maracaibo, a través de la “Chinita”. Lo “importante”:
que el “Gallego de la gaita” (por asturiano, no por gaitero) tuviese sus
provisiones. Provisiones que se encargaba de complementar y con su afecto
implementar el amigo Ramón, entonces dueño del Hotel Rasil en Ciudad Guayana y
plantel de personal del que se rodeaba, “mi” auténtica casa - hogar en aquella
entonces semi – idílica Venezuela. Allí en aquel primer quinquenio “setentil”
los exilados políticos de cualquier ideología eran bien acogidos, aunque no
algunos regímenes y sus simpatizantes (caso de los Nicas Somozistas). Puede que
me equivoque, pero por mi relación con Nicaragua en aquellas épocas, es la
excepción de la que puedo hablar con conocimiento de causa.
De lo que de “allí me llega” en la
actualidad y de las informaciones que de “aquí y de allá” puedo obtener, tras
el paso de República de Venezuela a Bolivariana, en el camino del cambio se
perdió algo que caracterizaba al pueblo de Venezuela, ese “algo” se manifestó
sobradamente en la corta duración de las “asonadas” de marzo de 1992 (Chávez –
Acosta – Arias – Urdaneta) y en la de
noviembre del mismo año (Cabrera – Grüber – Reyes – Visconti). “Algo” que a
partir de entonces de forma clara y manifiesta se rompió y con su ruptura
condujo a la situación de empobrecimiento moral del país. Lo económico con ser
grave, tiene solución, pero el claro enfrentamiento civil que se generó y
degeneró, para en base a la división mandar, no gobernar: ese es mucho más
difícil de solucionar, llevando todo el camino de terminar en una fratricida
conflagración, que el que esto escribe, confía pueda evitar la gran mayoría de
las profesionales fuerzas armadas del país, ayudadas y alentadas por auténticos
patriotas tanto militares como civiles.
Desde este mi retiro, solamente me queda
desear que esos “corre ve y dile”, dejen de correr, ver y decir. Que se
restablezca la cordura y que a falta de ella, las fuerzas armadas “corran a gorrazos”
a esos “gorrones” que lo único que hicieron fue empobrecer el país en lo moral
y en lo económico. ¡Qué lejos queda la Venezuela importadora de frutas no
tropicales de Argentina, Chile y Perú, la de los mercados y mercadillos
abastecidos de todo tipo de abarrotes y frescos! La Venezuela en la que “echabas
a andar” por la “Angosturita” camino de Ciudad Guayana (o a la inversa) de
Matanzas, y todo vehículo que pasase en la dirección a la que tu ibas, se
paraba para llevarte, llegando en la mayoría de los casos a desviarse de su propio
itinerario para “darte el acercón lo más apañado y completo a tu destino”.
¡Tiempos aquellos! Había pobres, claro que los había, lo malo es que ahora
todos los son. Pobres y hambrientos, y para que rime, ¡lo demás son cuentos!
Capt. Willie
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