viernes, febrero 03, 2017

Cuando el “teclado” se pone al servicio del “peticionario”, pero… prevaleciendo aquello en lo que se cree y confía…


   Ver para creer. ¿Quién me iba a decir que mi “teclado” se pondría al servicio de los “ocultos intereses” de un antiguo colega, compañero y amigo, colombiano de pro?

   Así, tras la gratísima conversación telefónica mantenida con ese amigo mío y dentro de mis humildes posibilidades como “escribidor”, trataré de resumir en lo posible su petición. Petición que se limita a que, en los trascendentales momentos que vive su país, glose por escrito mi opinión y sentir sobre la “Gran Colombia” que yo conocí y de la que estoy lejano en lo físico desde octubre de 1993, aunque nunca en lo espiritual; fechas aquellas, que en lo lúdico, tuve el inmenso placer de pescar en su costa del Pacífico (área de Barrera Nariño y en la zona de Ballenas, al N. de Tumaco) los mayores ejemplares que nunca soñar pude, de “Mero Guasa” (Epenipephelus itajara). Me reservo el decir sus medidas y pesos, ya que correría el seguro riesgo de ser llamado exagerado o más aún, exageradíiiiiiiisimo. No obstante puedo afirmar que no fue un sueño, fueron pescas reales, físicas y tangibles.

   Independientemente de mi sueño “pesqueril” hecho realidad, en la población de Tumaco fui diagnosticado por un médico local de una dolencia, que con anterioridad me hubiese llevado al Oak Knoll Naval Hospital., para realizarme distintas pruebas diagnósticas, de las cuales me darían el resultado a mi regreso. El Ldo. a que hago referencia, me diagnosticó de forma directa y sin lugar a dudas, y solo por un gesto instintivo por mí realizado. Al entrar en su área de consulta y estar el equipo de aire acondicionado en marcha, el cambio de temperatura existente en la “sala de espera” (un banco de madera adosado a la fachada en la calle), para atenuar el fuerte dolor que sentí en la parte superior de la nariz - inferior de la frente, me hizo llevar la mano al foco del dolor, comentándome dicho profesional, de la forma más coloquial e intrascendente: “su trigémino le acaba de deparar una mala pasada”. Esa era mi enfermedad, que me traía y me llevaba por muy malos derroteros físicos y anímicos. Solución drástica: ocho ampollas inyectables de un compuesto de vitamina B. A mi regreso a California y ver que todas las avanzadísimas pruebas realizadas daban negativo, me limité a decir que mi dolencia hubiese desaparecido, dar las gracias por los desvelos ocasionados y que hasta la próxima. Próxima que no llegó a producirse y que en la actualidad sería imposible, por la clausura de tan excelente complejo sanitario, mor a las restricciones presupuestarias impuestas a la US. Navy.

   Tras las experiencias anteriormente relatadas de mi última estancia en esa, por mi querida, Gran Colombia, que sin aspavientos ni grandilocuencias nacionalistas y conservando a sus héroes y prohombres nacionales en el lugar y honor que por hechos e historia les corresponde, les lleva, ojalá que acertadamente, al “borrón y cuenta nueva” de la lacra narco – guerrillera, que en la última cincuentena asoló en lo moral - social – económico la vitalidad del país. Aunque, claro está, sin conseguir doblegarlo.

    Dado que mi “teclado” está en este caso al servicio de esos “oscuros intereses" a los que hago referencia en el inicio del presente, manifestar que hace unos meses, mi estado anímico me pidió “mexicanizarme” un poco, momento en el que recurrí a la red de redes, en vez de a la discografía de Vicente Fernández, Pedro Infante, etc. dirigiéndome claro está a la Plaza Garibaldi de México D.F. Tras escuchar las clásicas, encuentro un enlace que me conduce bajo un epígrafe para mi desconocido a “un duelo de Rancheras”, en una Plaza Garibaldi, nueva. La serie colombiana “La Hija del Mariachi”. Momento en el que al margen de vislumbrar el exceso de almíbar (para mi body) que se vierte en la serie, descubro la existencia de unos magníficos cantantes (Adriana Botina, Alejandro Scarpeta, Jairo del Valle, su hermana, Patricia del Valle, etc.).

   Así, siguiendo y persiguiendo las canciones que en dicha serie se interpretan, me fui quedando con los distintos actores que encarnan los personajes de la trama, todos ellos excelentes en sus papeles, pero… independientemente del desempeño del papel asignado en el argumento, todos sin excepción, bordan su papel, “cuando realmente hacen de colombianos”: el Coloso (Gregorio Pernia), el duro por antonomasia, quien, y qué bien hace de blando, a la mínima ocasión que se le presenta. De la humanidad que rezuman los personajes de Rosario (Carolina Ramírez); Molina (Mario Duarte); Sigifredo (Luis Eduardo Arango); José (Hansel Camacho); D. Memo (Fernando Pañuela. Q.E.D.) ; Elias (Frank Beltrán); Lety (Diana Ángel), y en la práctica totalidad el resto de personajes, pero una vez más insisto: cuando “hacen de colombianos de a pie”, lo bordan.

   ¿Qué cuándo hacen de “colombianos de a pie estos personajes”? Siempre que llegado el caso, tienen que compartir lo poco o mucho que tienen en lo material, en la  comprensión y aceptación ante la adversidad y en el rebelarse contra la injusticia. Estos son los pobladores que yo doy a la hermana república de Colombia, a la que sigo siempre aplicando y anteponiendo “Grande”, precisamente por eso, por sus gentes. Por esos colombianos, de a pie, a los que sin cansarme hago referencia. Entre los cuales incluyo a los paisanos, a los miembros de la Policía Nacional sean generales, cabo segundo, patrullero, comisario o agente; a sus fuerzas armadas y a la Armada Nacional, usufructuaría del más reconocido y ajustado de los embajadores del país: el ARC “GLORIA”. Gloria de su Armada y elemento insustituible en su hacer presencia naval y “lucir bandera”, en apoyo de la Acción Exterior de la Nación, pues con la desaparición de la “Flota Grancolombiana”, quien tras la retirada de Venezuela y hasta su absorción en el entramado de Trasportación Marítima Mexicana, sus buques el hacer presencia de pabellón en los mares y principales puertos de USA y Europa, realizaban a la perfección la labor de “Cónsules Honorarios” del país. Lejos queda aquel 21 de enero de 1985, con el arribo a Cartagena de Indias de la M/N “Almirante José Padilla”, ex en construcción “Ciudad de Barranquilla”. Este nombre propio, precedido de un rango militar naval, seguido del apellido, quizás acortado por lo largo que resultaría como denominación identificativa de un buque a nombrar y/o deletrear en conexiones radio: por sí alguien lo ignora, corresponde a D. José Prudencio Padilla López. Ilustre “Pardo”, quien entregó su vida, como culminación a su obra y a su ejemplar obrar, siendo la posterior total rehabilitación de su  Honra y Honor, “una más” que me une a ese pueblo y me conduce a anteponer el apócope Gran, que en toda ocasión y lugar le dedico a Colombia

   Lo siento amable lector, si no eres colombiano, o no conoces Colombia, quizás no puedas entender a este “Chapetón”, que prestó su “teclado” para glosar a ese país que le abrió de par en par sus puertas y su corazón, en tan lejanos tiempos como principios de la década de los años setenta del siglo pasado, reapertura que se sucedió en el tiempo hasta los noventa. Puerta que espero y deseo seguir teniendo abierta.

   Por último, que la desmovilización de las FARC, a pesar del escepticismo del que participo, sea todo un éxito y todos a una colaboren a la realización de esa Gran Colombia que yo deseo para los colombianos y para el mundo mundial.

                         Capt. Willie

1 comentario:

  1. Expresados por el titular del presente sus “sentires” y opiniones sobre la Gran Colombia, mucho agradecería a esos amables lectores Colombianos, asiduos a este blog, que aunque difieran de mí en esos “sentires” y “opinares”, me expusiesen los suyos. Sería una forma de pulsar opiniones, que por dispares que fuesen (siempre que sean dentro de la corrección) enriquecerían mis puntos de vista y proyectarían la de ese hermano – gran país y la de sus habitantes.
    Gracias anticipadas

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