Créanme
amables lectores, que con gran sorpresa por parte de mi querida y difunta madre
(de bendito recuerdo), en más de una ocasión le pregunte, si mí arribada a este
mundo la hice de cabeza o de pies. Pues desde mí más tierna infancia anduve a “contra
pelo” de casi todo y todos.
Los
años transcurridos desde aquella, por mi dudosa forma de “arribar” al Planeta Azul,
en más ocasiones de las que realmente hubiese querido, mi caminar a la “contra”
me dio la razón y obligaron a otros “sesudos” y razonables marchantes en el
sentido correcto, a que recurriendo a grandes circunloquios, implícita y explícitamente
tuviesen que reconocer aquella razón por mi preconizada a priori. Esos “retratos”
a toro pasado, en ningún caso me favorecieron, pues sí existe algo no
perdonable en este mundo, es el tener que darle la razón al que realmente la
tiene; máxime cuando el poseedor de la misma, al concepto del errado (quien
realmente aparte de estar, debía de andar herrado), debe de ocupar un “escalón”
inferior en el área del conocimiento. Pues a su afirmar, el que esto suscribe,
siempre tuvo “negros”, pagados familiarmente, que le hiciesen y desarrollasen
sus trabajos, investigaciones y publicaciones.
Confundiendo
esos del “escalón superior”, que el hecho para ellos irrevocable de
considerarse a sí mismos “gentiles” (extremo que en muchas de las ocasiones me
conduce a serias dudas, al menos en lo concerniente a la paternidad),
descendientes de la “pata derecha del Cid” o héroe mitológico acorde a su cretinismo.
Unido a mi desinteresado desinterés en la colección de “papelería honoraria”, “quincalla en forma de
condecoraciones” y otras manifestaciones conducentes a hacerme perder mi tiempo,
les lleva a ellos, que disponen de ese tiempo que a mí me falta, a aprovecharlo
apuntándose si hay medallas, desde un bombardeo convencional a uno atómico.
¡Todo sea por el diploma o la medalla!
Hasta cierto punto, me resulta compresible, que aquel o aquellos, que a
base de grandes, cuasi sobrehumanos esfuerzos, consiguen graduarse en una “carrera”,
yo diría en el mejor de los casos “trote largo”, por el número de cursos que
precisó y sus padres o “papá estado” pagaron. Ya, en el límite del límite, accede/n en el mejor de los casos, tras “semiplagiar” una
tesis doctoral y, obtener el correspondiente, terminan creyéndose doctores. Aunque
la tesis por sí plagiada tratase sobre la “faba de la granja” asturiana,
ignorando que la citada alubia, como su nombre indica, en su origen peninsular
proviene de la provincia de Segovia. Concretamente del pueblo de Valsaín, a donde llegó en fecha indeterminada
del invierno de 1670, desde el puerto de Sevilla, como planta viva (no semilla)
a bordo de un carro de bueyes, siendo trasplantadas a modo de plantas
ornamentales en el huerto del palacio real, en el área inundable por el rio
Eresma. La ingestión del fruto crudo en sus iniciales brotes verdes, causó
graves envenenamientos que hicieron estragos entre el personal agrícola del
palacio. A grandes rasgos, esta es la antítesis de la tesis doctoral del excelso
Catedrático de Ecología. Pues el jodido
de él no la consiguió en su totalidad y le faltó la introducción, donde se
desarrollaba lo que a groso modo antecede.
Lógicamente,
alguien como yo, que “disponía de negros”, obtiene titulaciones en las más dispares
materias: para terminar de “joderla”, una de sus tesis se basa en el estudio, desarrollo
y aplicación de las ondas electromagnéticas al calentamiento de cuerpos porosos.
Los magnetrones desechados de los antiguos radares, sirvieron como elemento práctico
de secado de maderas resinosas. Doce años más tarde nacieron los hornos microondas
de todos conocidos.
En
el mundo de la filosofía – apologética, mejor no entrar, pues a los negros y las
“negras” (que de todo hubo), para ser más exactos, singular y Armenia. A nivel
familiar se lucieron. Les/nos costó un auténtico pastizal, pero conste que
siempre inferior, a aquel, en el que mis “amigos” vienen pastando y empastando
a costa de los demás. En mí caso y de ser ciertos sus argumentos, tiré siempre
con pólvora propia, extremo que unos y otros ignoran y no distinguen lo propio
de lo ajeno.
Ciertamente entiendo y participo de sus “malas leches”. Qué tras años de
retiro y no decir ni “mu”, ni “tu”, alguien recuerde con fechas, contenidos y
aplicaciones de mis tesis doctorales; aquella teoría del enfriamiento global,
que desataba mi pública hilaridad en lugares tan serios como las sesiones al
respecto de la USEPA y el contenido de algunas de las “PL” de la década de los 70s. Lógicamente, las
mismas risas por mi parte y de los mismos, del ahora calentamiento global. Pero
aún sin conseguir explicar, como si el CO2 es transparente y el vapor de H2O
no, el primero es el que produce el efecto invernadero. Continúan sin
explicarme, ni explicar los efectos vulcanológicos en comparación con la contaminación
industrial. Siendo muy benigno el “cachondeo” de las energías alternativas y
quien y como se van a pagar y un largo etc. que sería interminable de enumerar.
El
orden ético o moral, ni tocarlo. Que cada uno responda por él. Una vez más me
repito: de ser necesario daré y rendiré cuentas únicamente a Él y ante Él. Sin
intermediarios.
Este
es el último escrito donde omito nombres, apellidos, cargos y “descargos” (como
en las cuentas de fábrica). El agua y el ajo que habitualmente recomiendo, creo
que les hace repetirse demasiado… solamente decirles a unos y a otros ¡Jodánse!
Capt. Willie
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