viernes, marzo 08, 2019

La pérdida de un fiel amigo y lector…


    Esta pasada madrugada recibí una llamada telefónica, con origen en US y desde un número telefónico que no tenía memorizado. Al habla, una joven voz femenina, que en un perfecto español, me preguntó si estaba en “conversa” conmigo; al confirmarle tal extremo, se me identificó como Wilhelmine, la hija mayor de mí buen amigo “Juancito”, de quien me comunicó el fallecimiento, la anterior semana, de un infarto en aguas próximas a su propia casa, en Newport (RI), practicando a sus 66 años su gran pasión, el submarinismo.

    Wilhelmine, al margen de comunicarme el fallecimiento de su padre, me mostró el disgusto que en un dado momento le causó mi olvido, al no nombrarla entre los niños a los que sus padres cristianizaron con mi nombre, en alguna medida en recuerdo de las “barrabasadas” que hubiésemos podido hacer o compartir. Desde aquí y ahora pido cumplido perdón a los tres ofendidos: a mí ausente amigo “Juancito”, a Wilhelmine y a su Sra. mamá, mi muy distinguida amiga Edelm, a quien aprovecho para mostrar mi pesar y darle mi más sentido pésame por la ausencia del hombre de bien, su marido y padre de sus dos hijas.

    Coincidí de forma casual por primera vez con “Juancito”, en una de mis visitas a un común amigo, quien al margen de ejercer como  “university teacher”, estaba asignado de coadjutor en una parroquia católica, sita en el Bronx (NY). Él me lo presentó y me habló del tremendo esfuerzo realizado por aquel joven, para la obtención del entonces “GED” y un buen dominio del idioma inglés hablado y escrito, lo que le había permitido, con diecisiete años recién cumplidos, su alistamiento en la US. Navy como marinero, con aspiraciones a más. Pasados unos meses y visitando al cura párroco de una iglesia católica de Mobile (AL), hermano del coadjutor al que anteriormente me referí, volví a encontrarme con aquel joven “rating” de la US. Navy, quien casualmente estaba embarcado en un destructor surto en el puerto local.


   Tras consultarme mi amigo la inconveniencia o no, de que dicho joven compartiese mesa y bandeja con nosotros, mostrándole yo mi total conformidad, fuimos a cenar a un KFC y posteriormente le condujimos a su buque, momento en el que arribaba al mismo, el Comandante, por cierto, egresado de Annapolis y, casualmente, ex instructor de un expediente abierto contra el que esto suscribe, con motivo de una perdida y consiguiente ausencia del citado centro académico – naval; “eclipse” y pertinente “extravío” que en sociedad y comandita con otro compañero y superior jerárquico, les hubiese conducido al “Madison Square Garden” con motivo de la presentación del cantante “Sandro”, actuación que por ser retransmitida por algunas cadenas de TV USA, mostró bien a las claras, que los dos “comisionados” a “Canaveral o Kennedy Cape”, se hubiesen “perdido” por “alteración” de rumbo y fueron hallados en NY. Así, con toda cordialidad y haciendo gala a su bonhomía y humor, el referido CDR nos invitó a tomar un café a bordo de su buque, preguntándonos por la relación que teníamos con “Juancito”, el “rating” perteneciente a su dotación.

    En aquel día e instante, conocí la historia de alguien, al que le cupo el honor de alcanzar, por méritos propios, ese selectivo rango que apenas logra el 1,3% del personal alistado de la US. Navy, quien en base a su esfuerzo, honradez y sentido del deber, llegó al retiro en el empleo de E-8 CS (EOD).

     Nació “Juancito” en un caserío portorriqueño, a inicio de los 50s del pasado siglo. Su padre, un delincuente, alcohólico, proxeneta y violador de sus propias hijas, lo utilizó desde que aprendió a andar, en todo tipo de actividades ilícitas, de ahí que recién cumplidos los once años, en una de sus visitas a la escuela (su asistencia era sumamente esporádica),  el maestro, exponiendo su vida e incluso a las de su entorno (familia), le planteó la posibilidad de “separarse” del mundo del hampa en el que vivía y progresivamente se iba adentrando. Tras su ausencia de la escuela durante dos o tres semanas, “Juancito” se presentó en la casa de su maestro, dispuesto a separarse de su familia y del “Caserío” en el que nació, fruto del incesto de su propio padre con una de sus hijas. Él era hijo y hermano paterno de su propia madre.

    Ante la situación creada para el maestro y su entorno familiar, éste se puso al habla con un amigo, perteneciente a la Compañía de Jesús y tras exponerle la necesidad de alejar al niño, de un mundo en el que por su comportamiento, muestras y actitudes no encajaba, pues corría el riesgo de no sobrevivir a la adolescencia. Aprovechando la circunstancia de una corta estancia en San Juan, de un prominente portorriqueño y “prócer social”, por aquellas fechas residente en USA, entre el Maestro y el Presbítero SJ, consiguen documentar a través de la Fe de Bautismo al niño, llevándolo inicialmente a un Centro Social de Menores en Brooklyn (NY) y posteriormente a vivir con una familia portorriqueña, carente de hijos y que ambos miembros del matrimonio trabajaban en las labores domésticas de una comunidad religiosa católica. A pesar de que nunca fue adoptado legalmente, fueron sus padres y él su hijo, comportándose por ambas partes como si de una familia real se tratase. Prueba evidente de ello, es que al fallecer su “padre” y jubilarse su “madre”, hasta su fallecimiento vivió y convivió con “Juancito” y su familia, desempeñando el papel de amante madre y abuela de sus hijas.   

   De la compañía de este hombre de bien y de su esposa Edelm tuve ocasión de disfrutar en mi estancia, en la hoy desmantelada base naval de Key West, donde él estaba destinado como ayudante de instructor de buceo y otras actividades subacuáticas. Allí compartimos horas de duro entrenamiento formativo, de asueto practicando la pesca submarina y, comiendo nuestras capturas a la “brasa”, en su humilde pero acogedora vivienda.

   Desde aquí y ahora quiero rendir el homenaje de mi recuerdo y agradecimiento, al hombre que desde niño supo elegir el camino de la honradez y la decencia como patrón, persona quien a pesar de los lazos comunes que de amistad y amistades nos unían, nunca conseguí que olvidase en su trato hacia mí, la diferencia que él estableció desde el primer día  que le vi, a su decir: entre un “rating” y un “Commissioner” o “Liner Officer”. Que Él le haya acogido en su seno y le permita amenizar el lugar en el que se halle con su inseparable bányo.

   Gracias “Juancito” por todo aquello que aportaste a mi vida, con esa humildad, nunca servidumbre, incluida la maternal protección de tu Sra. Madre y la amistad de Edelm, entonces tu joven esposa. Dado lo orgulloso que te sentías de mi “Honorary Deputy Sheriff of Monroe County”, hoy estuve viendo la licencia y haciendo inconsciente balance del tiempo transcurrido desde aquello. Va para cuarenta y seis años.

   Siempre estuviste y seguirás estando en mi recuerdo con tus “aletas” y tu inseparable “bányo”. Hoy permíteme que me ponga yo a tus órdenes. Hasta siempre “Juancito”.
 
                                Capt. Willie 

1 comentario:

  1. Capt. Willie,
    La tardada en la contesta fue obligada por nuestra común estadía en Norfolk VA.
    A modo de esposa e hijas de Johnny, para U. y para la realidad de Uds. “Juancito”, nos hallamos entrañablemente correspondidas en ese respeto al que, en el tiempo a, el LTGJ, más tarde CAPT Willie, le probó en vida y nos expresa en la personal y dedicada apostilla que antecede.
    Las tres somos muy emocionadas, por ese relato tan real de la muy dura vida que el de nosotras esposo y padre enfrento en su infancia. Su relato de que él fue un “self-made man”, muy ayudado, aunque rial.
    El Padre Santo fue muy generoso con él y por prolongación con nosotras, al disponer en su vida el atajuelo de su maestro, el Sr. Ferdinando, Rev. P. M. O’Really, Sr. Moncho, mamá Manola y papá Filiberto, ese Ignatian enseño que le concedió el camino a la vida, creándole la posibilidad de tratarse con personas como U. y la muy distinguida familia de U., empleadores donosas de Manola, mi hija chica.
    Esta su afecta amiga Edelm, a raíz de la conversa que alimentó con mi hija Wilhelmi y la publicación que precede. Les relato la transcripción un millón, de aquellos meses que permaneció en Cayo Hueso. Lo dichosa que hacían a la abuela Manola sus visitas, al de nosotras Johnny y por añadido a mí, una extraña, de reciente allegada a aquella amantísima mamá que Johnny compartió largo tiempo conmigo.
    Puede como dicen mis niñas, que los hispanos no gocemos de sentidos de ponderación en la hora de mostrar los sentimientos de nosotros, pero los profesamos y no los ocultamos.
    Willie, gracias desde el más profundo de nuestros corazones, gratitud que ampliamos a los reverendos hermanos O´Really, a la familia de U. y a las personas poblacionales y autoridades de éste nuestro muy grande país. De él nuestro Johnny, nos enseña a estar muy orgullosas.
    Suyas de U.: Edelm, Wilhelmi y Manola.

    ResponderEliminar