Sin entrar en profundas reflexiones
filosóficas y acogiéndonos a lo que toda persona normal sobreentiende por
moral: “como aquello que clasifica los actos humanos en buenos y malos desde
la óptica del bien en general”.
Así, tras el 14 de julio de 1789, las
izquierdas y los izquierdistas en su distinta rojez, desde el más tenue al
bermellón o rojo señales, siempre se consideraron ungidos por el derecho
natural de dar al pueblo lo que el pueblo necesita, no lo que él quiere. Claro
está, como tal pueblo que es, lo más probable es que se equivoque y, para eso
están ellos, ¡para salvarlo! ¿Qué sería de los pueblos si no existiesen los
rojos? Los habría que inventar…
Los dictadores, asesinos y ladrones, solamente
se dan entre la derecha y la “derechona”. Los Stalin; Mao; Pol Pot; los “Castrones”, finqueros cubanos; el banano de Maduro,
totalmente podrido, de Pobrezuela; los Bonnie and Clyde, la “parejita
nicaragüense”; el indigenista del Altiplano, el de la “chocita presidencial”. Mas
todos sus adalides, desde aquellos españoles de los que hoy está mal visto
hablar y a punto de prohibir por ley ponerles en el lugar que por sus
canalladas realmente merecen. Sirvan de ejemplo: Largo Caballero, el Marqués de
Paracuellos del Jarama y los que te rondaré, no “morena” si no “roja”. Que me
imagino, que dada la Ley de Memoria Histórica o la pretensión de reescribir la
historia real, pasarán todos ellos a ocupar un santoral laico, supongo
que encabezado en reñida pugna por el
“Lenin Español” o el citado “Marques” y una extensa retahíla de asesinos y
bandidos, saqueadores del banco de España y circunstanciales “armadores de
buques de fortuna”, tipo el yate “VITA”.