domingo, mayo 28, 2017

El ofenderme, como el agradarme, es una potestad reservada a muy pocas personas…

        Una vez más me veo en la necesidad de dar respuesta a una clase de “necio”, rayano en el grado “superlativo” (disculpadme la redundancia), ignorancia crasa. No obstante, que entienda y disculpe, que en ciertos ambientes socio – culturales – domésticos, alcanzar el orden presbiteral, sea el acceder a un estatus entre académico – social – religioso que prestigia al ordenado y por extensión a su entorno familiar. 

        Ese “prestigio” y “respeto” desatado en su “ecosistema”, unido al estatus que el sacerdocio despierta en algunos ámbitos poblacionales y más exactamente, del medio parroquial en el que desarrolla sus teóricas labores eclesiales, lleva en la gran mayoría de los casos, a que personas con muy limitada cultura tangible (de cuantificable) se consideren a sí mismos la “repera limonera”. Esa “repera”, fruto obtenido, del injerto de un “background” plano o nulo, inexorablemente es el camino conducente al “engrandecimiento” por acción comparativa con el microcosmo del que proceden y se rodean.

      Así en ese “microcosmo” en el que se desarrollan, donde la opacidad de sus personas, la carencia de “background” y la ambición por “hacer carrera”, les conduce en la gran mayoría de los casos a orientar su pobre cultura primigenia a la formación acelerada y no digerida del derecho canónico, pues  en una iglesia donde la ignorancia corre pareja a las citadas ambiciones, el acceso al episcopado es en la gran mayoría de los casos motivo de desvelo. Siendo el derecho canónico el más “derecho” camino para alcanzar dicho ambicionado fin. El Ejemplo y la Pastoral están en desuso y tienen valores que no “cotizan” en la actual “carrera” eclesial.

     Claro está, la Patrística, la Escatología Cristiana y la propia Cristología como tal, son “materias reservadas” en tres ámbitos, a cual más complicado y ajeno a esos aspirantes al episcopado. Por un lado, en la mayoría de los casos: sus “amplísimos” conocimientos filosóficos, donde la ética y la lógica predominan. Unidas éstas, al “dominio” de lenguas hoy consideradas muertas, pero inminentemente vivas a la hora de poder acceder – entender y “digerir”, el nacimiento y desarrollo de aquella inicial “secta judía”… Sobrepasados, los “insuperables”  ya citados anteriormente. Por último: uno no menos peliagudo para el “carrerista”, que el “Torquemada” de turno (que nunca falta), pueda llegar a considerar censurables (siendo muy benévolo)  los conocimientos en dichas materias, pues la ortodoxia y la heterodoxia, en clara función del interés, ignorancia o envidia del citado “Torquemada”, pueden alcanzar grados insólitos e incuestionables. El resultado final de la batalla escatológica entre el “bien – mal”, siempre está reservada al que manda, no gobierna.

      Aunque algunas veces me causen cierto estupor sus insultos, en ningún caso consiguen herirme, ya que viniendo de  quienes los realizan y el “elevado nivel cultural” y ético - moral al que hacen gala, siempre los tomo y acepto como elogios, máxime desde que conseguí superar la interesada percepción a la que trataron de llevarme, de “soberbio”. Así  el apelativo “Judío Errante”, “Judío Renegado” y/o “Niceo”, los considero auténticos “reconocimientos” a la envidia que en ellos desato, dada la plenitud de vida que en la cotidianeidad desarrollo.

      Así este “Niceo”, mal que les pese a algunos, superado el  Canon VIII de Nicea II y acogido a la letra y espíritu que emanó. Me siento satisfechísimo de un reciente regalo que un excelente y muy querido amigo me hizo: conocedor él de mi concepto de veneración a ciertas representaciones iconográficas, tuvo a bien regalarme una vieja “estampa” que a continuación reproduzco:  

                      
     Al inmenso simbolismo que para mí encierra tan humilde “impreso”, debo de unir que el originario propietario del mismo, era un suboficial de la “Benemérita”, quien la portaba en su cartera al lado o junto a su Carnet de Identificación Militar. Gracias por partida triple, amigo mío; por un lado, está el hecho de saber y conocer mi especial devoción por la Santísima Trinidad, el desprenderte de ella por el simbolismo familiar que para ti representa, y por último por tener presentes las manifestaciones que hago ante la escasez iconográfica en iglesias y lugares de oración, echando en especial falta la Capilla de la Santísima Trinidad, existente en mi infancia en mi villa natal; hoy convertida en museo.    

     Consciente de que mi forma de ver, entender y practicar el Catolicismo, conduce a las “guerras” y “frentes” que tengo abiertos, y que ni recurriendo a la “dialéctica del bien” donde por concatenación de argumentos obtenidos del razonamiento, puedo desmontarlos, me sigo ratificando en mis más elementales principios, una y mil veces repetidos: “Solamente rendiré cuentas a Él y ante Él, estando siempre y en todo momento en disposición de hacerlo”.

                         Capt. Willie

 

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