Créanme
amables lectores, que con gran sorpresa por parte de mi querida y difunta madre
(de bendito recuerdo), en más de una ocasión le pregunte, si mí arribada a este
mundo la hice de cabeza o de pies. Pues desde mí más tierna infancia anduve a “contra
pelo” de casi todo y todos.
Los
años transcurridos desde aquella, por mi dudosa forma de “arribar” al Planeta Azul,
en más ocasiones de las que realmente hubiese querido, mi caminar a la “contra”
me dio la razón y obligaron a otros “sesudos” y razonables marchantes en el
sentido correcto, a que recurriendo a grandes circunloquios, implícita y explícitamente
tuviesen que reconocer aquella razón por mi preconizada a priori. Esos “retratos”
a toro pasado, en ningún caso me favorecieron, pues sí existe algo no
perdonable en este mundo, es el tener que darle la razón al que realmente la
tiene; máxime cuando el poseedor de la misma, al concepto del errado (quien
realmente aparte de estar, debía de andar herrado), debe de ocupar un “escalón”
inferior en el área del conocimiento. Pues a su afirmar, el que esto suscribe,
siempre tuvo “negros”, pagados familiarmente, que le hiciesen y desarrollasen
sus trabajos, investigaciones y publicaciones.