Durante muchos años, carnaval y los santos
inocentes tenían fechas determinadas y en el primero de los casos, las personas
se disfrazaban de acuerdo a su cultura y usos habituales a cada área
geográfica, estatus social e incluso cultural. En el segundo, las inocentadas
con el clásico “inocente que te cayó la frente”, alcanzaban a niños y mayores. Así
serias publicaciones impresas, se permitían informar en “portada” a “bombo y
platillo”, desde la imagen del puente, el río o la estación ferroviaria local
derruido, desbordado o seco y el nuevo proyecto… copia original de la estación
central de Detroit.
Bien
dije, “serias publicaciones impresas”. En las épocas a las que hago referencia,
las “rotativas” dependían de cabezas, que como tal pensaban y consecuentemente
con ello actuaban, permitiéndose las licencias del “antroxu” o la “batalla de
D. Carnal y Dª Cuaresma” y las consiguientes inocentadas. Con la aparición del
título de Periodista, la proliferación y diversidad de medios de comunicación, la
necesaria mercantilización de los mismos e independientemente de su “línea
editorial”, nos condujeron salvo honrosas excepciones y, gracias al desarrollo
de las nuevas tecnologías, a la más absoluta desinformación. Eso sí, en tiempo
real.