Deliberadamente, en tres festividades sumamente importantes para mí y los dos mundos culturales y religiosos a los que pertenezco, me abstuve de escribir y/o manifestarme fuera del entorno familiar. Hecho que no fue óbice para que algunos de los “muchos amigos” que poseo, tuviesen algo que objetar y adjetivar ¿Qué le pasa a tu amigo el “judío errante”, está muy callado…? Cuando las cosas tornaron y el interpelante se dio cuenta, que el interpelado cambiaba el tú por el Vd., no fue lo suficientemente sagaz para callarse, y a su vez cambia, tras tratarse de tu durante años y años y sigue en sus “trece” ¿Qué fue de su amigo el “judío incordiante…? A ésta segunda pregunta, el interpelado contestó: pregúnteselo a su Sra. Esposa de Vd., es posible que ella le pueda dar atinada respuesta, sobre ese, mi excelente amigo.
Indudablemente “P2”, solamente existe uno,
de haber dos, este mundo estaría viviendo de forma continuada la “tercera
mundial”. Dónde empieza mi “incordio”, en sus dos acepciones. En el pertenecer
a una familia, que amén de dominar dos idiomas: griego y latín, manejaba
comúnmente tres “hablares vulgares”: arameo, imela y castellano. Donde para más
“joderla”, como sabían escribir allá por el 1488, escribían y anotaban las
deudas que con ellos se contraían. Deudas aún no saldadas al día de hoy.
Teniendo en cuenta, el cambio de calendario
juliano por el gregoriano, más o menos, estas deudas están en el
“frigorífico” del tiempo, desde hace 530 años, año arriba, mes abajo.