Antiguo proverbio judío
Lógicamente la cabra y el cabrón tiran al monte, el equino a la cebada y el tonto a las “tontunadas”, que es por lo que se distingue y caracteriza. En esa desquiciada carrera por ver quién gana el premio gordo al “sinvergoncismo” y a la majadería y/o “estulticia pijo progre” (E.P2), entró en directa competición con los políticos que nos mandan y no gobiernan, el desvergonzado escalador, montañero y esquiador, que sus ratos de ocio los dedica a Arzobispo de una archidiócesis, de la cual se financia y le permite vivir a lo grande, como “tira” y “runfa”. Con al menos dos iglesias parroquiales sin techo y a punto de que sus muros de cerramiento se caigan. Tres, próximas a que por colapso de la estructura de sus cubiertas, los tejados se vengan abajo y sus feligreses, contribuyentes en la parte alícuota al 20% de los ingresos parroquiales que él percibe, queden atrapados entre los escombros. ¿Cómo es posible que compañías aseguradoras cubran dichos edificios y las responsabilidades civiles de tamaños desvergonzados…? Esto es lo que hay y habitualmente, no hay más cera que la que arde. Sugiero que para que un Jesús se parezca en algo al otro, al judío, no palestino, tras no poner la “crucecita” en la Declaración de la Renta, por suscripción le regalemos una pesada cruz de madera, que le permita realizar una nueva actividad deportiva, que cargándola a sus “deportivas espaldas” y paseándola por la Archidiócesis, incluidas las Diócesis sufragáneas, justifique ante nosotros, los fieles, esos fondos que percibe de “sus ratos de ocio como Arzobispo”. Este es el mismo que se permite dar lecciones al hacer de los mandantes y no gobernantes. Si el tipo llega a tener más “jeta”, va y se la pisa.