Cayendo en algo que por repetido lleva todo
el camino de convertirse en ley, la “Ley
del Embudo”: lo ancho del cono para
mí, lo estrecho del tubo, para ti - los demás.
En los dos últimos años tomó “carta de
naturaleza”, que a cualquier hora de la mañana, tarde o noche, domingos y
festivos incluidos, recibamos una llamada telefónica, donde alguien
pretendiendo ser muy afable, los anglosajones dirían “very friendly”, “muy
amistoso”, tanto, que algunas veces ya se pasan tras ese “afable saludo”, comienzan
a asaetearte a preguntas. Preguntas, que mientras sean realizadas por el que
llama, vamos, el “incordiante carente de todo derecho para hacerlo”, todo
discurre como miel sobre hojuelas. En
el momento en que el “incordiado”,
el pacifico contribuyente el que por la propia constitución política del país
que sostiene con sus impuestos, no es tan “fiendly” como el “incordiante”,
pretende, se le suelta en tono “menos amigable”: “ES QUE ESTOY TRABAJANDO”. Sucedáneo de TE PUEDO JODER, O AL MENOS
PRETENDERLO, PORQUE… ESO, ESTOY
TRABAJANDO.
Veamos: 08h.45’ de cualquier día de la
semana, incluyendo días festivos locales, fiestas de guardar o que uno, a sus
casi setenta años se concede. Suena el teléfono. Sí estás despierto bien, si no
lo estás, te jodes y despiertas. Miras el número que llama y contestas,
preguntándote a ti mismo: quién coño será. Pronto sales de la duda. Esa
“untuosa voz amigable”, que en un susurro te pregunta: ¿es Vd. el titular de la
línea? Duda…, e inmediata respuesta: ¿Cómo se llama su Sra. Mama? No falla, ya
se jodió el carbón…, el “buen rollito” y con el carbón jodido…
la “friendly”, untuosa y amigable voz se
fue de repente al “carajo”, y surge el inmediato; OIGA… ES QUE ESTOY TRABAJANDO. Ante tan profundo y apabullante
razonamiento, caben dos soluciones: acordarse del papá del “incordiante”, o por el contrario, seguir por la línea materna, que
es la real y tangible, no cabe lugar a equivoco. El “incordiante” es sin duda
alguna hijo de su Sra. Mamá. Surge entonces la pregunta: ¿Su Sra. Mamá a qué
actividad se dedica? La cara del “incordiante”, aunque solamente sea por el
tono de voz con el que destempladamente responde, es fácil de imaginarla… todo
un poema. Momento llegado para mandarle al “carajo” a él, a su mamá y aunque
sea a riesgo de facilitarle pistas falsas, a su potencial papá, o al menos,
aquél que tuvo a bien inscribirle como hijo propio en el Registro Civil.
Misma historia, a través del timbre y video
– portero del inmueble, donde legalmente debes de ser protegido por ley, de
toda intromisión o agresión. En la paz e intimidad de tu hogar. Mismo horario,
día, mes y año: ¿Quién llama? - ¡Ábrame
la puerta, por favor! - ¿Quién es Vd.? - “El catálogo de …”. - ¡No gracias, no
lo quiero! - Nuevo timbrazo, - nuevo proceso - ¿Quién llama?, misma respuesta:
“El catálogo de …”, mosqueado… ya le dije que no lo quería, déjese de molestar.
Inmediata respuesta: “ES QUE ESTOY
TRABAJANDO”. Consecuencia directa del trabajo ajeno. Sí otro vecino abre la
puerta a dicho “trabajador”, éste le rompe el buzón al que no le abrió en
primera estancia. Aquí paz y después gloria: el buzón, como propiedad común del
inmueble, se repara, y, a “otra cosa
mariposa”.
Si el receptor o “incordiado” en la
intimidad de su hogar, la tarde noche anterior, al ir a recoger unas pruebas
médicas recibió con muy buenas palabras de un Sr. Oncólogo, que en el mejor de
los casos, le quedan seis meses de vida: ¡Que se joda!, es su problema. Cuando
fue al médico: “NO ESTABA TRABAJANDO”, como lo está haciendo el “incordión”, “incordiante” o bien el “hijo
de la Sra. que ignoramos a que actividad se dedica”.
El mismo caso de receptor e “incordiado”. Trabaja
a turnos. Finalizada la jornada, retorna a la intimidad de su hogar, se
higieniza, si así lo cree oportuno, come algo y se acuesta. Los cambios de
horario de sueño los lleva mal, y, cuando está empezando a acostumbrarse a
dicho nuevo horario, ¡zas! le toca, rotar el turno, y “begin the begin”, volver
a empezar. El teléfono suena, el timbre exterior llama: ¡Vamos que el TRABAJADOR ACECHA!
El autónomo, quien está tratando de sacar
al menos para poder pagar los gastos, los impuestos y poder comer: ¡que se joda!
Que para eso es empresario. Qué deje lo que está haciendo, pues tiene que
atender al que ESTÁ TRABAJANDO. Él,
el autónomo, no trabaja, de ahí que le pueda “joder” e “incordiar” EL TRABAJADOR.
El que esto suscribe tiene claro, que a
poco más que se degrade el concepto, que de acuerdo a la infalible ley de
Murphy todo se andará… Piensa montar un
lucrativo negocio: consistente en contratar unos trabajadores, armados con un
palo, con el cual pasearán por la calle o zona asignada, repartiendo palos a
los transeúntes con los que se crucen y cobrándoles un Euro, por palo
descargado sobre la espalda ajena. ¿Quién será lo poco sensible, mal ciudadano,
vamos: ¡un auténtico Herodes! qué ante aquel, el del palo, QUE ESTÁ TRABAJANDO, va a negarle la justa retribución por su
trabajo: un insignificante Euro, al que se hace acreedor en base a SU TRABAJO. Espero que cuando prenda
esta idea, aquellos que la pongan en práctica me la retribuyan en concepto de
propiedad intelectual.
Esta es la realidad de la intimidad rota en
mi propio hogar, extrapolable a todo aquel que la sufra y no actue en
consecuencia. A priori, me estoy dando de baja de todos aquellos servicios, que
habiéndoles avisado que no admito
ofertas de servicios, más que los contratados, osan llamarme por teléfono o me
envían un vendedor a la puerta. Todos los contratos son susceptibles de exigir
el cumplimiento de la vigente ley de protección de datos, impidiendo por tanto
que usen dichos datos con otros fines que los meramente contractuales y al fin
para el que fueron facilitados.
¡Sigan consintiendo y condescendiendo!, en un
par de años más, mi idea será puesta en uso. Como “el del palo” ESTARÁ
TRABAJANDO, cuando les dé sobre el “llombo”, deberán “aforar” el Euro.
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