Ignoro si son los muchos años que
paulatinamente voy acumulando, o si es, que en cuestiones que atañen a mis creencias soy refractario a las
innovaciones. Un feliz día de mi vida y sin que nadie me lo cuestionase, por el
Sacramento del Bautismo accedí a la religión Católica Apostólica y Romana.
Pasaron los años y con mi natural
crecimiento físico y mental, fui intimando con esa, mi religión y
desarrollándome y fundamentando mi fe, a la vez que por formación reglada,
profundice en ella y accedí a su orden.
Dentro
de esos mis conocimientos y creencias, figuran algunos inamovibles, pero que
fruto de los tiempos que nos tocan vivir, parece ser que pueden cambiar y
adaptarse en función del relativismo imperante en cada momento.
Mi iglesia es: “una, santa, católica y apostólica”. Cuatro atributos, que como
profesión de fe, una vez más me hace identificarme con Nicea y lo que para mí
fe, ser, sentir y estar, significaron sus Concilios. Concilios a los que en
distintas ocasiones de este blog hice referencia expresa.
En mi actual situación, la de católico
practicante, sin orden ni “afiliación alguna”, aunque con clara vinculación
espiritual a la magna obra iniciada por Ignacio de Loyola, a la letra y
espíritu emanado de la XXXII C.G. y en particular a los decretos Cuarto y Doce.
Me veo y deseo a la vez que me pierdo, cuando la “UNA” en la que yo me asiento,
deja su unidad y en función del “Obispo de Turno”. Ya ven, una vez más término
en la colegialidad y en la discrecionalidad que la falta de directrices a este
pobre pecador confunde: ¿Cómo es posible, que si realmente la iglesia a la que
por voluntad y fe pertenezco, siendo UNA, la “importancia” y “valoración” de
sus pecados, estén en función de esa discrecionalidad a la que hago referencia?
¿Acaso se puede mantener la “UNIDAD” cuando
determinados Obispos permiten la comunión a divorciados (separaciones de
jurisdicción civil) vueltos a casar (se supone que civilmente)? ¿Dónde quedó
aquello del vivir en castidad?
¿Qué “UNIDAD” puede desprenderse, cuando se
afirma que “la conciencia no puede ni
debe de ser la norma absoluta de la moralidad”. Extremo a su vez negado por
otros también Obispos. ¿Acaso con los nuevos tiempos que vive nuestra iglesia y
los actuales Obispos, en gran parte procedentes de algo similar a lo que
pudiésemos llamar una “Formación Profesional a la Trágala”, la ubicación
geográfica y criterio de cada uno de ellos, altera la gravedad del pecado?
¿Quiénes siguen los dictados del peronista en Roma? Los que sí o los que no, o
acaso ninguno de ellos.
Por aquello de que el papel aguanta lo que
le echen, o echan pronto al “Bolletino”, algo que se tenga en pie, o de lo
contrario la “UNIDAD” peligra. Pues lo mismo que se conceden dos título en
humanidades y se quita el de ciencias, se puede probar a solucionarlo unificando
criterios.
Capt. Willie
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