Recientemente, al alcanzar la Academia
General Militar (“La General”) la joven edad de ciento treinta y cinco (135)
años, tenía previsto publicar una referencia a dicha efeméride, dejándola en mi
“teclado”, ya que ante las “babayadas” (de
babayu, sin sustancia, majadero) oídas y escuchadas con motivo de tan
satisfactoria conmemoración, postergué ésta para calmar mi ánimo y no caer en
el insulto y descalificación directa, a la que se hicieron acreedores una
pareja de “majaderos, los cuales, como no se respetan a ellos mismos, se les
hace imposible considerar aquello que signifique dignidad y honra colectiva.
Aunque claro está, el cargo que ostentó uno de ellos y el que en la actualidad
ostenta el otro, sí entrañan más obligaciones que las de percibir la soldada
y/o retribución mensual, y consiguientes “gabelas”, a las que nunca, ni él uno ni el otro,
renunciaron, y sí, llegado el caso, uno de ellos “se pasa de continuo alguno
que otro pueblo”. ¡Que para eso paga el ídem! El Pueblo.
Ciertamente se hace difícil sustraerse a la
reiterativa memoria de aquellos tiempos jóvenes, donde ineludiblemente a la
hora del almuerzo, te hacían participe de la efeméride correspondiente. Todos
los días del año (y los trescientos sesenta y cinco – seis se quedaban cortos)
se desgranaba un hecho glorioso, donde una entidad o individuo español, por
innegables méritos, era mencionado y exaltado por sus servicios prestados al
procomún. Así aquellos que sin “aspavientos” de ningún tipo, nos consideramos
bien nacidos, fuimos educados y formados dentro de unos valores, que aunque
algunos los desconozcan y por tanto carezcan de ellos, sí existen y son
connaturales a las personas e imperecederos en el tiempo.
Lógicamente,
hablar de “procomún” en ciertos ambientes, y si dicho termino no conduce al
beneficio propio o a dañar el ajeno, suena a auténtico “chino mandarino”, lo
cual justifica por sí mismo las
declaraciones y actuaciones de los referidos individuos. Quiera Él (el Altísimo),
que al celebrarse en una fecha que aun desconozco, los trescientos (300) años
de la creación de la Escuela Naval, no surjan energúmenos de igual calaña.
Al margen de “babayos” y acólitos (3ª.
Acepción del DRAE) corifeos, y pensando en lo que les puede molestar a ellos y
a otros de su mismo “pelaje” socio – político – cívico – social. Hoy que estoy
“en vena de hacer nuevos amigos”, aprovecho para entrar en esos “complejos
civilistas, anti - militaristas” siempre a “flor de piel” que muestran gran
parte de nuestros “intelectuales de vía estrecha
o métrica” y por supuesto “políticos”
(por definirlos de alguna forma y manera medianamente benévola), que en
definitiva, no dejan de ser una muestra más de
la ignorancia colectiva que arrastra el país. Ignorancia que por todos
los medios, esos “mandantes” no “gobernantes”, procuran fomentar a fin de
poderse perpetuar ellos en el “mando” no “gobierno”.
Ese “complejo civilista”, “anti –
militarista” ya tres veces citado, nos condujo a reorganizar la carrera militar
en los tres ejércitos (Tierra, Mar y Aire)de forma tal, que sus Escuelas y
Academias pasasen a depender de las normas emanadas de “Bobonia”, y afectos a
universidades, con unas “acrisoladas tradiciones académicas”. Con lo cual,
salvo sus hijos, los de los que “mandan”, no “gobiernan”, que como manejan la
“pasta gansa”, los envían a estudiar preferentemente a USA y UK. el resto de
los hijos de “vecino” o “mandado”, incluidos los militares de carrera, pasan a
ser diplomados o licenciados por “Bobonia”. No pudiendo hacerles sombra a
“esos”, a los hijos de los mandantes formados en universidades no “bobonicas”.
Independientemente de todos aquellos que me
conocéis y de los que sin conocerme me seguís a través del presente blog,
sepáis que “Bolonia” y “Bobonia” en el plano formativo técnico y humano, para mí
tienen el mismo significado y recorrido. A aquellos que les pueda sugir alguna
duda, les dejo el siguiente enlace: http://elcaptwillieopina.blogspot.com.es/2016/04/del-pelotazo-intelectual-la-progresia.html.
Con las reiteradas reservas que dejo
sentadas sobre “Bobonia” y la formación reglada que de ella se desprende, y de
las universidades a ella “afectas”. Me veo obligado a realizar un panegírico de
la “deficientísima formación”, a la
que desde antes de que existiese realmente Bolonia o “bobonia” (no como
entelequia), los Oficiales de los Ejércitos, Cuerpos y Armas españoles ya gozaban:
Por razones de ese reciente cumpleaños de
“La General”, inicio mi recorrido por ella. Este “joven centro” de formación
superior, mor al periódico ingreso de savia nueva, es fuente de eterna juventud,
mal que les pese a algunos miserables con nombres y apellidos propios, que en
consonancia con sus totalitarias y diarreicas concepciones políticas, sociales
y morales, aprovecharon la presente efeméride para poderlas exponer. Claro
está, la concepción en origen de dicho centro formativo y los valores
preconizados de: culto al honor, sacrificio y entrega a la patria, chocan con
los de ellos – otros y les hacen enfrentarse a la cruda realidad de “cuan
mierdas son” y a “cuanta mierda representan”.
Fruto del final de la “guerra de sucesión”,
con la instauración borbónica en Felipe V. Este, aconsejado por el Cardenal
Albaroni y con la ayuda de Isabel de Farnesio (a cual más ambicioso), se
esfuerzan y consiguen introducir en España la organización de la administración
francesa; sobremanera y siempre pensando en su propia seguridad, las Fuerzas
Armadas, incluyendo por supuesto a “Les
Gardes de la Marine”.
El día 21 de enero de 1717, se crea el
cargo de Intendente General de Marina, nombramiento que en esta misma fecha
recae en D. José Patiño Rosales (formado en y por la Compañía de Jesús, sin
llegar a recibir órdenes mayores), bajo cuya dirección, por Real Cédula del día
seis de junio de 1717, se crea a su vez la Real Armada, que aúna las distintas
existentes, que con mandos propios y capitanes generales desconectados
entre sí, dificultaban hasta el
imposible, el aunar dichas fuerzas marítimas.
Haciendo uso de los plenos poderes que
ostentaba, D. José Patiño, decide crear una academia que forme a los futuros
Oficiales de Marina, con base de partida en jóvenes de la primera nobleza… “Viendo a la nobleza española sin carrera,
poco aplicada a seguir ninguna y en una crianza que no la distinguía de la
plebe y conociendo que sus genios eran a propósito para cualesquiera facultades
a que se dirigiesen, pero pensó en reducirla a términos en que pudiera
aprovecharse la buena disposición de su material, y no se pusieron otros más
proporcionados que recogerla en una compañía con nombre de guardias marinas,
siguiendo la máxima de otros príncipes” Palabras de Patiño que recogen su
sentir y justificación para la creación de la Academia (M.N. Ms. 1468. José
Patiño a Andrés de Pez. Cádiz 20 de (ilegible) 1720.
La fecha exacta de su creación no puede
determinarse, pues la Real Cédula donde se desarrollaba y su contenido, se
destruyó en el famoso incendio del Real Alcázar madrileño, acaecido el día 24
de Diciembre de 1734. En él se perdío toda la documentación de la Secretaría de
Estado y despacho de Marina, ya que ambas están en él ubicadas. No obstante y a
pesar de este desgraciado incidente, de los documentos existentes en los
Departamentos donde estaba radicada la aludida Intendencia General de Marina,
se permite conjeturar con cierta verosimilitud, que puede establecerse como
fecha de su fundación, entre octubre y noviembre de 1717.
Para poder optar al ingreso se establecían
unas condiciones muy precisas: tener cumplidos trece años y no más de
dieciséis, obtener merced (Carta Orden) de Guardia Marina, siendo
imprescindible probar nobleza por parte de los cuatro abuelos, o bien hidalguía
al uso castellano “por los cuatro costados”: de este hecho nace el dictado de caballero que se les adjudicó. “Todo el que se reciba para Guardia Marina
habrá de ser Caballero hijodalgo notorio por ambas líneas, conforme a las leyes
de estos reinos…
El ingreso, en origen, era por concesión de
gracia Real, plasmada en carta – orden del Despacho de Marina y firmada por su
titular. El distinguido con tal gracia, debía de probar su hidalguía
presentando su expediente al Intendente de Marina, quien incluso aprobándolo,
solía recabar reservadamente a personas de la vecindad del agraciado,
información sobre sus costumbres morales y sociales; disponibilidad económica;
aspecto físico y otros datos que él considerase oportunos. Del resultado
favorable de las pruebas aportadas e informaciones obtenidas de su entorno, el
caballero aspirante, debía de superar un examen y entraba en una lista de
espera hasta que hubiese una vacante.
El ingreso físico, se realizaba en función
de las vacantes y no tenía fecha fija; según ingresaban, se incorporaban a las
conocidas como “cuatro clases”, que
respondían a las principales materias a estudiar: Matemáticas; Cosmografía -
Pilotaje; Artillería y Maniobra. La petición de examen y la superación del
mismo, daba opción directa al paso a grupos más adelantados, e incluso, habiendo
aprobado todos los exámenes, dados de alta militarmente, pudiesen embarcar para
cumplir las condiciones de embarque, establecidas en seis años, con el fin de
alcanzar la graduación de Alférez de Fragata.
También es cierto que hubo quien permaneció
como Guardia Marina trece años.
La regularización de la carrera como tal,
no se regló hasta 1748, siendo ºfruto de la publicación de las “Reales Ordenanzas para la Armada Naval”.
De lo sucintamente anticipado, se puede
observar el interés de la corona en disponer de oficiales formados, dentro de
los cánones científicos de la época. Todas las referencias que se puedan hacer
a las Escuelas de Artilleros establecidas a partir de 1542, en distintas
poblaciones de la entonces corona española, no dejan de ser precursores lejanos,
al concepto de formación científico – técnica, incluyendo las de San Sebastián
y la de Nápoles. Superando el concepto de “empírica”, la formación que se
comienza a impartir a partir de 1745 en Barcelona y posteriormente en Cádiz en
1751. A tales “alturas”, a finales de 1751, nuestro país cuenta con dos centros
de formación de oficiales, donde lo empírico fue sustituido por lo científico.
La Academia de Artillería, como tal centro
formativo, nace de la rápida evolución que experimentan las “bocas de fuego”. Extremo
este, que hace que dicho cuerpo se separe del resto de armas, ya que hasta
entonces, los sucesivos ascensos, permitían el pase de unos a otros. Siendo
normal empezar en infantería, por ascenso pasar a caballería y en sucesivos
ascensos, llegar al grado de General de Artillería o Caballería, sin que dichos
rangos estuviesen respaldados por conocimientos científico - técnicos que los
avalasen.
Carlos III, se cree, que con las referencias
que traía de la ya citada escuela napolitana y del que posiblemente fuese su principal
promotor, el conde D. Félix Gozala, promueve el 16 de mayo de 1764, con toda la
solemnidad que el acto requiere, la inaguración del Real Colegio de Artillería.
Ubicándolo en el Alcázar de Segovia y compartiendo espacios con la prisión de
los “arráeces argelinos” (corsarios argelinos).
El ingreso en dicho centro, quedaba
limitado a aquellos jóvenes entre doce y quince años no cumplidos, que pudiesen
acreditar su condición de nobles y disponer de excelentes referencias
personales y familiares.
Dada la ubicación geográfica del lugar, a
las duras condiciones formativas se debían añadir las climáticas, propias de
los largos inviernos y no cortos estíos. Las “asignaturas fuertes” de su
formación teórica se basaban en las matemáticas – calculo; geometría; física –
mecánica; dibujo y proyecciones, amén de todas aquellas propias de la formación
militar: fuesen instrucción, esgrima, prácticas con el material artillero, etc.
¿Qué decir de lo que dio en llamarse
“Estudios Sublimes”? Estos se desarrollan en toda plenitud a partir de la
inauguración en 1792, del laboratorio de química, donde independientemente de
los subtenientes alumnos, asiste personal civil. Los cursos de Química y
Metalurgia que en dicho laboratorio se imparten, alcanzan fama en toda Europa,
a la vez que sirven de punta de lanza a la incipiente industrialización
nacional, en la metalurgia y expansión de los conocimientos científicos, en
detrimento de los empíricos.
No se puede dejar al olvido, que la “Ley
de las proporciones definidas” vio la luz en dicho centro y de la cabeza y mano
del ilustre profesor D. Luis de Proust (Angers, 25.09.1754 – 05.07.1826).
De lo hasta el momento resumido sobre la
formación militar en nuestro país, se desprende que Bolonia y/o “Bobonia”, aún
estaban lejanas, pero que los conocimientos técnicos – científicos de nuestra
Marina y Artillería, gozaban de perfecto estado de salud con respecto a
nuestros vecinos y en momentos dados, encarnados enemigos.
Por Real Cedula de 17 de abril de 1711,
expedida en Zaragoza por Felipe V. Independientemente de la creación del Cuerpo
de Ingenieros en sustitución del Arma del mismo nombre, aún habían de pasar
muchos años, para que con punto de referencia, en la experiencia acumulativa de
la formación de los oficiales de la Real Armada y de los pertenecientes al Arma
de Artillería, se desarrollara la doctrina conducente a la creación de
academias, donde los planes de estudios, descartasen por completo el “empirismo”
precedente y se fundamentasen en la ciencia, pedagogía y régimen interior que
preestablecían las dos anteriores academias.
Así con la creación en 1802 del primer Real
Regimiento de Zapadores Minadores en Alcalá de Henares, la apuntada doctrina,
lleva al inmediato desarrollo de la Academia correspondiente en 1803. Quedando
afectos los futuros oficiales de dicho Cuerpo de Ingenieros a la Academia
Especial, sita en la citada ciudad. Momento este en el que empiezan a engrosar
su escalafón específico, apellidos con raigambre y tradición española, ya que
hasta entonces, dicha Arma primero y posterior Cuerpo, estaba prácticamente
formado por apellidos extranjeros, como en origen eran sus titulares. Así vemos
que de la primera operación orgánica documentada, específicamente realizada por
el ya Cuerpo de Ingenieros, se realiza en el mismo año 1711, en la disposición
del sitio de la Villa de Cardona
¿Cuántas universidades en el mundo mundial,
disponían de facultades, reales, no sobre el papel escrito, en los últimos
cincuenta años, donde se estudiase y se formase en ciencias aplicables?
Aquí lo dejo, y de sobrevivir a las iras de
los “inquisidores mandantes”, “no gobernantes en lo político y académico”,
prometo continuar aclarando “algunos puntos”, donde aquellas Escuelas y Academias
destinadas a la “deficiente formación de
oficiales” de los Ejércitos españoles, sentaron cátedra por su saber y bien
hacer.
Una vez más, la escasez de miras y complejo
de inferioridad de esos “mandantes”, no “gobernantes”: ¡qué gran oportunidad
perdió este país de crear una Universidad Militar, de verdad!, donde los
“estulto pijos progres” fuesen eso “E.P.P.” y la experiencia científico – técnica y
humana (de humanismo) acumulada, fuese puesta a disposición del país, por mal
que les pese a algunos.
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