viernes, abril 14, 2017

Va de efemérides… y de “complejos civilistas…”


    Recientemente, al alcanzar la Academia General Militar (“La General”) la joven edad de ciento treinta y cinco (135) años, tenía previsto publicar una referencia a dicha efeméride, dejándola en mi “teclado”, ya que ante las “babayadas” (de babayu, sin sustancia, majadero) oídas y escuchadas con motivo de tan satisfactoria conmemoración, postergué ésta para calmar mi ánimo y no caer en el insulto y descalificación directa, a la que se hicieron acreedores una pareja de “majaderos, los cuales, como no se respetan a ellos mismos, se les hace imposible considerar aquello que signifique dignidad y honra colectiva. Aunque claro está, el cargo que ostentó uno de ellos y el que en la actualidad ostenta el otro, sí entrañan más obligaciones que las de percibir la soldada y/o retribución mensual, y consiguientes “gabelas”, a las que nunca, ni él uno ni el otro, renunciaron, y sí, llegado el caso, uno de ellos “se pasa de continuo alguno que otro pueblo”. ¡Que para eso paga el ídem! El Pueblo.

    Dada la importancia y transcendencia cultural que para cualquier persona consciente encierra la efeméride… y a pesar de los “complejos civilistas – anti - militaristas” siempre a flor de piel, de una sociedad que tuvo que recurrir a “bobonia” para tranquilizar su complejo de “docta ignorancia”. Queriendo desconocer, puede que interesadamente, que con el rango de Universidad, fue  Salamanca la primera europea, a la que le cupo tal honor. Todas las demás fechas son eso, pura “faifa”, incluida por supuesto la homónima de la mencionada “bobonia”. ¡El papel aguanta lo que le pongan!

    Ciertamente se hace difícil sustraerse a la reiterativa memoria de aquellos tiempos jóvenes, donde ineludiblemente a la hora del almuerzo, te hacían participe de la efeméride correspondiente. Todos los días del año (y los trescientos sesenta y cinco – seis se quedaban cortos) se desgranaba un hecho glorioso, donde una entidad o individuo español, por innegables méritos, era mencionado y exaltado por sus servicios prestados al procomún. Así aquellos que sin “aspavientos” de ningún tipo, nos consideramos bien nacidos, fuimos educados y formados dentro de unos valores, que aunque algunos los desconozcan y por tanto carezcan de ellos, sí existen y son connaturales a las personas e imperecederos en el tiempo.

    Lógicamente, hablar de “procomún” en ciertos ambientes, y si dicho termino no conduce al beneficio propio o a dañar el ajeno, suena a auténtico “chino mandarino”, lo cual justifica por sí mismo  las declaraciones y actuaciones de los referidos individuos. Quiera Él (el Altísimo), que al celebrarse en una fecha que aun desconozco, los trescientos (300) años de la creación de la Escuela Naval, no surjan energúmenos de igual calaña.

    Al margen de “babayos” y acólitos (3ª. Acepción del DRAE) corifeos, y pensando en lo que les puede molestar a ellos y a otros de su mismo “pelaje” socio – político – cívico – social. Hoy que estoy “en vena de hacer nuevos amigos”, aprovecho para entrar en esos “complejos civilistas, anti - militaristas” siempre a “flor de piel” que muestran gran parte de nuestros “intelectuales de vía estrecha o métrica” y por supuesto “políticos” (por definirlos de alguna forma y manera medianamente benévola), que en definitiva, no dejan de ser una muestra más de  la ignorancia colectiva que arrastra el país. Ignorancia que por todos los medios, esos “mandantes” no “gobernantes”, procuran fomentar a fin de poderse perpetuar ellos en el “mando” no “gobierno”.

   Ese “complejo civilista”, “anti – militarista” ya tres veces citado, nos condujo a reorganizar la carrera militar en los tres ejércitos (Tierra, Mar y Aire)de forma tal, que sus Escuelas y Academias pasasen a depender de las normas emanadas de “Bobonia”, y afectos a universidades, con unas “acrisoladas tradiciones académicas”. Con lo cual, salvo sus hijos, los de los que “mandan”, no “gobiernan”, que como manejan la “pasta gansa”, los envían a estudiar preferentemente a USA y UK. el resto de los hijos de “vecino” o “mandado”, incluidos los militares de carrera, pasan a ser diplomados o licenciados por “Bobonia”. No pudiendo hacerles sombra a “esos”, a los hijos de los mandantes formados en universidades no “bobonicas”.

    Independientemente de todos aquellos que me conocéis y de los que sin conocerme me seguís a través del presente blog, sepáis que “Bolonia” y “Bobonia” en el plano formativo técnico y humano, para mí tienen el mismo significado y recorrido. A aquellos que les pueda sugir alguna duda, les dejo el siguiente enlace:  http://elcaptwillieopina.blogspot.com.es/2016/04/del-pelotazo-intelectual-la-progresia.html.

     Entiendo, aunque no comparta, que universidades con ese “edulcorado y sacarinoso pedigree” al que anteriormente hago referencia, se sientan dichosas de poder dispersar (como las abejas el polen) sus “tradiciones”, “experiencias”, etc., etc., a unas “antiguas” Escuelas y Academias, las cuales, aunque solamente fuese “por el saber acumulativo de su propia historia”, les daban antes de su parcial desmantelamiento y afección a “Bobonia”, “mil y una vueltas”… como mínimo.

    Con las reiteradas reservas que dejo sentadas sobre “Bobonia” y la formación reglada que de ella se desprende, y de las universidades a ella “afectas”. Me veo obligado a realizar un panegírico de la “deficientísima formación”, a la que desde antes de que existiese realmente Bolonia o “bobonia” (no como entelequia), los Oficiales de los Ejércitos, Cuerpos y Armas españoles ya gozaban:

    Por razones de ese reciente cumpleaños de “La General”, inicio mi recorrido por ella. Este “joven centro” de formación superior, mor al periódico ingreso de savia nueva, es fuente de eterna juventud, mal que les pese a algunos miserables con nombres y apellidos propios, que en consonancia con sus totalitarias y diarreicas concepciones políticas, sociales y morales, aprovecharon la presente efeméride para poderlas exponer. Claro está, la concepción en origen de dicho centro formativo y los valores preconizados de: culto al honor, sacrificio y entrega a la patria, chocan con los de ellos – otros y les hacen enfrentarse a la cruda realidad de “cuan mierdas son” y a “cuanta mierda representan”.

      Superados como anecdóticos los incisos que anteceden: “La General”, en opinión de quien este rendido homenaje a ella presta y por extensión a la memoria de todos y cada uno de los egresados de la misma, en sus tres épocas, hunde sus raíces en los evidentes éxitos cosechados por otras predecesoras, que dedicadas a la formación científico – técnica de oficiales, sentaron las bases para su futura creación.

     Fruto del final de la “guerra de sucesión”, con la instauración borbónica en Felipe V. Este, aconsejado por el Cardenal Albaroni y con la ayuda de Isabel de Farnesio (a cual más ambicioso), se esfuerzan y consiguen introducir en España la organización de la administración francesa; sobremanera y siempre pensando en su propia seguridad, las Fuerzas Armadas, incluyendo por supuesto a “Les Gardes de la Marine”.

     El día 21 de enero de 1717, se crea el cargo de Intendente General de Marina, nombramiento que en esta misma fecha recae en D. José Patiño Rosales (formado en y por la Compañía de Jesús, sin llegar a recibir órdenes mayores), bajo cuya dirección, por Real Cédula del día seis de junio de 1717, se crea a su vez la Real Armada, que aúna las distintas existentes, que con mandos propios y capitanes generales desconectados entre  sí, dificultaban hasta el imposible, el aunar dichas fuerzas marítimas.

    Haciendo uso de los plenos poderes que ostentaba, D. José Patiño, decide crear una academia que forme a los futuros Oficiales de Marina, con base de partida en jóvenes de la primera nobleza… “Viendo a la nobleza española sin carrera, poco aplicada a seguir ninguna y en una crianza que no la distinguía de la plebe y conociendo que sus genios eran a propósito para cualesquiera facultades a que se dirigiesen, pero pensó en reducirla a términos en que pudiera aprovecharse la buena disposición de su material, y no se pusieron otros más proporcionados que recogerla en una compañía con nombre de guardias marinas, siguiendo la máxima de otros príncipes” Palabras de Patiño que recogen su sentir y justificación para la creación de la Academia (M.N. Ms. 1468. José Patiño a Andrés de Pez. Cádiz 20 de (ilegible) 1720.

   La fecha exacta de su creación no puede determinarse, pues la Real Cédula donde se desarrollaba y su contenido, se destruyó en el famoso incendio del Real Alcázar madrileño, acaecido el día 24 de Diciembre de 1734. En él se perdío toda la documentación de la Secretaría de Estado y despacho de Marina, ya que ambas están en él ubicadas. No obstante y a pesar de este desgraciado incidente, de los documentos existentes en los Departamentos donde estaba radicada la aludida Intendencia General de Marina, se permite conjeturar con cierta verosimilitud, que puede establecerse como fecha de su fundación, entre octubre y noviembre de 1717.

   Para poder optar al ingreso se establecían unas condiciones muy precisas: tener cumplidos trece años y no más de dieciséis, obtener merced (Carta Orden) de Guardia Marina, siendo imprescindible probar nobleza por parte de los cuatro abuelos, o bien hidalguía al uso castellano “por los cuatro costados”: de este hecho nace el dictado de caballero que se les adjudicó. “Todo el que se reciba para Guardia Marina habrá de ser Caballero hijodalgo notorio por ambas líneas, conforme a las leyes de estos reinos…

    El ingreso, en origen, era por concesión de gracia Real, plasmada en carta – orden del Despacho de Marina y firmada por su titular. El distinguido con tal gracia, debía de probar su hidalguía presentando su expediente al Intendente de Marina, quien incluso aprobándolo, solía recabar reservadamente a personas de la vecindad del agraciado, información sobre sus costumbres morales y sociales; disponibilidad económica; aspecto físico y otros datos que él considerase oportunos. Del resultado favorable de las pruebas aportadas e informaciones obtenidas de su entorno, el caballero aspirante, debía de superar un examen y entraba en una lista de espera hasta que hubiese una vacante.

    El ingreso físico, se realizaba en función de las vacantes y no tenía fecha fija; según ingresaban, se incorporaban a las conocidas como “cuatro clases”, que respondían a las principales materias a estudiar: Matemáticas; Cosmografía - Pilotaje; Artillería y Maniobra. La petición de examen y la superación del mismo, daba opción directa al paso a grupos más adelantados, e incluso, habiendo aprobado todos los exámenes, dados de alta militarmente, pudiesen embarcar para cumplir las condiciones de embarque, establecidas en seis años, con el fin de alcanzar la graduación de Alférez de Fragata.

    También es cierto que hubo quien permaneció como Guardia Marina trece años.

    La regularización de la carrera como tal, no se regló hasta 1748, siendo ºfruto de la publicación de las “Reales Ordenanzas para la Armada Naval”.

    De lo sucintamente anticipado, se puede observar el interés de la corona en disponer de oficiales formados, dentro de los cánones científicos de la época. Todas las referencias que se puedan hacer a las Escuelas de Artilleros establecidas a partir de 1542, en distintas poblaciones de la entonces corona española, no dejan de ser precursores lejanos, al concepto de formación científico – técnica, incluyendo las de San Sebastián y la de Nápoles. Superando el concepto de “empírica”, la formación que se comienza a impartir a partir de 1745 en Barcelona y posteriormente en Cádiz en 1751. A tales “alturas”, a finales de 1751, nuestro país cuenta con dos centros de formación de oficiales, donde lo empírico fue sustituido por lo científico.

    La Academia de Artillería, como tal centro formativo, nace de la rápida evolución que experimentan las “bocas de fuego”. Extremo este, que hace que dicho cuerpo se separe del resto de armas, ya que hasta entonces, los sucesivos ascensos, permitían el pase de unos a otros. Siendo normal empezar en infantería, por ascenso pasar a caballería y en sucesivos ascensos, llegar al grado de General de Artillería o Caballería, sin que dichos rangos estuviesen respaldados por conocimientos científico - técnicos que los avalasen.

    Carlos III, se cree, que con las referencias que traía de la ya citada escuela napolitana y del que posiblemente fuese su principal promotor, el conde D. Félix Gozala, promueve el 16 de mayo de 1764, con toda la solemnidad que el acto requiere, la inaguración del Real Colegio de Artillería. Ubicándolo en el Alcázar de Segovia y compartiendo espacios con la prisión de los “arráeces argelinos” (corsarios argelinos).

     El ingreso en dicho centro, quedaba limitado a aquellos jóvenes entre doce y quince años no cumplidos, que pudiesen acreditar su condición de nobles y disponer de excelentes referencias personales y familiares.

     Dada la ubicación geográfica del lugar, a las duras condiciones formativas se debían añadir las climáticas, propias de los largos inviernos y no cortos estíos. Las “asignaturas fuertes” de su formación teórica se basaban en las matemáticas – calculo; geometría; física – mecánica; dibujo y proyecciones, amén de todas aquellas propias de la formación militar: fuesen instrucción, esgrima, prácticas con el material artillero, etc.

     ¿Qué decir de lo que dio en llamarse “Estudios Sublimes”? Estos se desarrollan en toda plenitud a partir de la inauguración en 1792, del laboratorio de química, donde independientemente de los subtenientes alumnos, asiste personal civil. Los cursos de Química y Metalurgia que en dicho laboratorio se imparten, alcanzan fama en toda Europa, a la vez que sirven de punta de lanza a la incipiente industrialización nacional, en la metalurgia y expansión de los conocimientos científicos, en detrimento de los empíricos.

      No se puede dejar al olvido, que la “Ley de las proporciones definidas” vio la luz en dicho centro y de la cabeza y mano del ilustre profesor D. Luis de Proust (Angers, 25.09.1754 – 05.07.1826).

     De lo hasta el momento resumido sobre la formación militar en nuestro país, se desprende que Bolonia y/o “Bobonia”, aún estaban lejanas, pero que los conocimientos técnicos – científicos de nuestra Marina y Artillería, gozaban de perfecto estado de salud con respecto a nuestros vecinos y en momentos dados, encarnados enemigos.

     Por Real Cedula de 17 de abril de 1711, expedida en Zaragoza por Felipe V. Independientemente de la creación del Cuerpo de Ingenieros en sustitución del Arma del mismo nombre, aún habían de pasar muchos años, para que con punto de referencia, en la experiencia acumulativa de la formación de los oficiales de la Real Armada y de los pertenecientes al Arma de Artillería, se desarrollara la doctrina conducente a la creación de academias, donde los planes de estudios, descartasen por completo el “empirismo” precedente y se fundamentasen en la ciencia, pedagogía y régimen interior que preestablecían las dos anteriores academias.

      Así con la creación en 1802 del primer Real Regimiento de Zapadores Minadores en Alcalá de Henares, la apuntada doctrina, lleva al inmediato desarrollo de la Academia correspondiente en 1803. Quedando afectos los futuros oficiales de dicho Cuerpo de Ingenieros a la Academia Especial, sita en la citada ciudad. Momento este en el que empiezan a engrosar su escalafón específico, apellidos con raigambre y tradición española, ya que hasta entonces, dicha Arma primero y posterior Cuerpo, estaba prácticamente formado por apellidos extranjeros, como en origen eran sus titulares. Así vemos que de la primera operación orgánica documentada, específicamente realizada por el ya Cuerpo de Ingenieros, se realiza en el mismo año 1711, en la disposición del sitio de la Villa de Cardona

   ¿Cuántas universidades en el mundo mundial, disponían de facultades, reales, no sobre el papel escrito, en los últimos cincuenta años, donde se estudiase y se formase en ciencias aplicables?

   Aquí lo dejo, y de sobrevivir a las iras de los “inquisidores mandantes”, “no gobernantes en lo político y académico”, prometo continuar aclarando “algunos puntos”, donde aquellas Escuelas y Academias destinadas a la “deficiente formación de oficiales” de los Ejércitos españoles, sentaron cátedra por su saber y bien hacer.

   Una vez más, la escasez de miras y complejo de inferioridad de esos “mandantes”, no “gobernantes”: ¡qué gran oportunidad perdió este país de crear una Universidad Militar, de verdad!, donde los “estulto pijos progres” fuesen eso “E.P.P.” y la experiencia científico – técnica y humana (de humanismo) acumulada, fuese puesta a disposición del país, por mal que les pese a algunos. 

                              Capt. Willie 

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