lunes, noviembre 07, 2016

¿Con quién jugamos…? ¿A qué jugamos? ¿Qué nos jugamos…?


Con quien jugamos a estas alturas de la película ya deberíamos saberlo, aunque claro está, o no nos enteramos, o no queremos enterarnos, o simplemente, miramos para otro lado.
 
En el plano internacional a lo “gordo”, en plan “planeta”: 
-   Nos encontramos con un “buen musulmán” (al decir de su abuela paterna), al que los noruegos le dieron el premio nobel de la paz, posiblemente por ser eso, un buen musulmán. En frente o de lado, depende de cómo se mire, a un egocéntrico imitador, de algo o alguien, entre Pedro I y su hija Isabel I (de esta última tiene las veleidades de su hermosura física, o al menos de su exhibicionismo), dispuesto a agredir a todo vecino que se le ponga por delante, con tal de sostenerse en el omnímodo poder. Un poco alejado, pero tampoco tanto, al Mandarín, con su economía asentada en el factor mano de obra semi - esclava - el dumping y la cohesión interna garantizada, mor al agresivo expansionismo que muestra en base a la carrera armamentista a que está llevando al país. Carrera armamentista, que por acción u omisión de aquellos que nos mandan, no gobiernan, pagamos los “mandados”.

sábado, noviembre 05, 2016

De los tantos… Los “cuantos”, mamarrachos, lame – culos y culi - cagados…


      “Al hilo” del último comentario recibido en este mi blog, al cual, con el respeto y cariño que me merecen sus suscritores, di cumplida respuesta. Por asociación de ideas me condujo al desarrollo del presente:


De los tantos…
    Independientemente de la superlativa cuantificación que alegremente haya hecho de los H… de P… en el precedente. A fuer de ser honrado he de decir, que fueron infinitamente más aquellas personas, que sin haber sido consciente de ello, me “gané” o me “ganaron”. Prueba evidente de ello, son las condecoraciones extranjeras que tan benévolamente me concedieron, Estados Soberanos de consolidadas democracias, de muy, muy, muy antiguo. Honores en todos los casos, que a decir verdad considero por encima de mis escasos méritos o merecimientos. Así y valorando en justa medida dichas condecoraciones, los esfuerzos y actuaciones de personas-entidades que en mí confiaron, me propusieron, y llegado el caso, defendieron en controversia, para mí sus concesiones, y el exclusivo tratamiento antepuesto al nombre y/o siglas pospuestas al apellido. No eclipsan en absoluto esos otros regalos, siempre y en toda ocasión, con valores inferiores a los diez US. Dollards, de los que fui objeto por parte de iniciales alumnos o compañeros y en la

jueves, octubre 20, 2016

Aclaraciones a las siglas H.P.…


      En las postrimerías de la década de los sesenta del pasado siglo, en aquella mi querida Escuela, en clase de navegación utilizábamos un dicho, que su uso nos causaba auténtico placer, ya que nosotros mismos nos sentíamos “elevados” sobre el resto de los mortales “terrestres o terráqueos”: ¡Sí los H.P. volasen, no serviría de nada el sextante,  ni conocimiento alguno VFR, ya que estaríamos permanente a oscuras y en cerrazón celeste las veinticuatro horas del día, los 365 o 366 días del año! Aclarar que las siglas H.P. en el uso a que hago referencia, no se correspondían con la marca Hewlett-Packard  de aquellos primitivos osciladores de frecuencia de IFF, de la ayuda americana. Tampoco con las de H.P.  Sauce of Parliament, salsa totalmente denigrada por nuestro Cocinero Mayor, que aprovechaba toda ocasión para cargar contra ella y la mostaza “Frenchs”, de la que hacíamos profuso uso y quizás abuso en el comedor.

miércoles, octubre 19, 2016

La patria como lugar de encuentro común, y los “robaperas”…


    En este viejo país, al que un conocido cantante le dedicó una entrañable canción, que en su letra y música recorría magistralmente sus regiones y las peculiaridades propias de cada una de ellas. Sin caer en ningún tipo de “patrioterias”, definía magistralmente el concepto que los entonces españoles “todos”, teníamos de esta vieja piel de toro y de las distintas gentes que las habitábamos. Si bien es cierto, que de aquella vivíamos bajo un régimen dictatorial, donde las libertades estaban auténticamente limitadas. Lo que no estaba limitado era el sentido de la patria, ni por “rojos” (los perdedores de la guerra civil 1936 – 1939), ni por “azules”, (vencedores de la misma, aunque no “convencedores”). A pesar de la proximidad en el tiempo de la fratricida conflagración a la que se hace anterior referencia, la vida emergía y se prodigaba: en mi generación, extraña era la familia en la que nuestros progenitores, padre – madre, no procedían políticamente de “bandos contrarios”. Lo cual, a nosotros sus hijos, nos permitió  convivir con las historias reales, contadas y vividas por los propios protagonistas de ellas.