Cayendo en algo que por repetido lleva todo
el camino de convertirse en ley, la “Ley
del Embudo”: lo ancho del cono para
mí, lo estrecho del tubo, para ti - los demás.
En los dos últimos años tomó “carta de
naturaleza”, que a cualquier hora de la mañana, tarde o noche, domingos y
festivos incluidos, recibamos una llamada telefónica, donde alguien
pretendiendo ser muy afable, los anglosajones dirían “very friendly”, “muy
amistoso”, tanto, que algunas veces ya se pasan tras ese “afable saludo”, comienzan
a asaetearte a preguntas. Preguntas, que mientras sean realizadas por el que
llama, vamos, el “incordiante carente de todo derecho para hacerlo”, todo
discurre como miel sobre hojuelas. En
el momento en que el “incordiado”,
el pacifico contribuyente el que por la propia constitución política del país
que sostiene con sus impuestos, no es tan “fiendly” como el “incordiante”,
pretende, se le suelta en tono “menos amigable”: “ES QUE ESTOY TRABAJANDO”. Sucedáneo de TE PUEDO JODER, O AL MENOS
PRETENDERLO, PORQUE… ESO, ESTOY
TRABAJANDO.