Soy
consciente y consecuente con ello, que mi capacidad de hacer enemigos es
proverbial, pero también es verdad que dicha circunstancia no consigue quitarme
el sueño. Sé que un día, más antes que después, tendré que comparecer ante Él,
y rendir cuentas, de todos y cada uno de mis pensamientos y actos. Llegado ese
crucial momento, cuento o creo firmemente contar con la inestimable
colaboración de mi madre celestial (independientemente de la invocación o
advocación) y con aquello en lo que mis dos madres terrenas hayan podido
colaborar: “hacerme un sitio” cerca de ellas y de su maternal cobijo. Pero
inexcusablemente tendré que rendir cuentas. De mí y por mí.
Con la premisa que antecede totalmente
clara, me doy una nueva oportunidad de seguir haciendo “amigos” y entro de
lleno en el discernimiento de esas groseras manipulaciones a las que un día sí
y el otro también, los medios de persuasión y no de comunicación hacen gala.