Consciente
de los criminales y terroríficos efectos de las minas antipersonales y sus secuelas,
tanto en lo físico como en lo psíquico, y los estragos que las mismas pueden
causar sobre la pobre, de por sí, economía de subsistencia en las zonas rurales
de cualquier país y consecuentemente en esa querida tierra colombiana; donde el
campesinado en alguna zonas determinadas tiene que vivir y convivir con el mal
añadido de las mismas, me llevan a colgar el presente. Como respuesta al mismo desearía
que Vd. estableciese el correspondiente enlace, que nos condujese a esa
dirección de la entidad encargada de recopilar fondos destinados al auxilio
directo de los damnificados por tales infernales artefactos.
Lo
más malo o aún peor, es que al ser la “insurgencia” un ejército no regular, en
la gran mayoría de los casos, aunque se les “suponga” la mejor y buena voluntad
del mundo – mundial (expresión de la que mi hermano Sil dice tener “copyright”,
aunque benignamente me permite su uso), su colaboración con los esforzados y abnegados
desactivadores del ejército y policía
nacional colombiana, resultará un tanto infructuosa. Ya que no dispondrán de
cartografía exacta de su ubicación, teniendo que determinar la posición de cada
una de ellas y tipo en particular sobre el “propio terreno”, con el
consiguiente riesgo para la integridad física de los desactivadores.