miércoles, julio 05, 2017

Cuando tocar de oído es sinónimo de desconocimiento, no de virtuosismo…

   Dado el limitado espacio establecido para comentarios y respuestas, en mi condición de Administrador del blog, acudo al presente para tratar de aclarar una serie de equívocos mal intencionados, muestra de la total ignorancia, efectos secundarios y retardados y de las malas leches que algunas mamás les dieron a mamar a sus bebes, hoy potenciales hombrecitos.
 
    Ignoro si dentro de esa escasa cultura y total desconocimiento, a los que hace gala el suscritor del comentario que precede a mi última y resumida respuesta y en esa ratificación de su propia ignorancia, tal vez se creyó un “socrático discípulo” y él mismo se metió, pero de bruces, en una aporía, donde a la lógica dificultad, insuperable a todo problema especulativo, la “puerta” sin salida tiene el clásico razonamiento de una única solución. Por eso ¡váyase al carajo!, en base a la reiteración de sus propias tarascadas dialécticas, desatinos históricos y argumentales.  

    Pero no. Desde el punto de vista eléntico, donde trató de entrar, dando una falsa estructura básica a través de un tosco y reiterativo interrogatorio para refutarme como adversario, solamente le condujo a mostrar más a las claras, ese, su tocar de oído… con el que encabezo la presente respuesta.
 

jueves, junio 29, 2017

El laicismo como concepto… y el estar “tocando el violón” por tocar algo…

    En mi personal forma de ver y entender el mundo, en esa evolución o revolución hacia ninguna parte ni sitio… nos encontramos con los “laicistas”, en ese su afán de “laicizar” nuestra civilización y propia cultura, confundiendo las “churras” con las “merinas”, vulgo “tocando el violón”: no con ánimo alguno de mejorar la sociedad, a la que pretenden hacernos creer sirven, más bien al contrario, tratando de servirse a sí mismos y en gran medida a sus totalitarias ideas en lo social – político y económico.
 
   El laicismo como tal concepto, y por sí, ni es bueno, ni es malo. Es la simple ausencia  de la influencia religiosa o eclesial en los distintos estamentos civiles del Estado. ¡Ojo! dije: “estamentos civiles del Estado”, no de la sociedad, pues ésta en su pluralidad y complejidad no tiene por qué ser, ni laica, ni confesional. La concepción religiosa como idea transcendental de la vida, es concircunstancial a cada persona y a la libertad individual, que como tal le corresponde.
 
    La clara intencionalidad de ciertos “laicistas ejercientes”, de desligar la influencia religiosa (especialmente la cristiana y en particular la católica) del Estado, haciendo una clara interpretación torticera o “justiciera” de la letra y espíritu, del Capítulo II Derechos y Libertades, Sección 1ª, De los derechos fundamentales y de las libertades públicas; Libertad ideológica y religiosa; Artículo 16-1, 16-2 y 16-3 de nuestra vigente Constitución. En su afán de tomar protagonismo y “arrimar el ascua a su sardina”, con la cortedad de miras que les suele caracterizar y el propio desconocimiento, diría ignorancia supina de la civilización a la que por historia pertenecen, fomentan, alientan y facilitan la implantación de otra religión monoteísta, y consiguiente civilización, en nada y por nada afín a sus preconizados principios “teóricamente democráticos”; pero que ¡ojito al parche!, como te pases lo más mínimo con ella y con sus esencias, te haces acreedor de una sentencia a muerte, que salvo raras excepciones, se cumple.

domingo, junio 18, 2017

O recuperamos conceptos o se van al carajo las definiciones…

De la erudición y del erudito, al “sopla gaitas” “estulto pijo progre” o “chupacirios” “estulto pijo retro”, que de todo hay en esta viña del Señor… También definidos, los unos y los otros: “eruditos a la violeta”, dada la superficialidad de sus conocimientos, pedantería y prepotencia.

    Con independencia de la significación que en el idioma coloquial inglés le den los ciudadanos del Reino Unido o los americanos y canadienses, en español, el término (del lat. erudītus)  es aplicado a la persona que posee erudición (del lat. eruditĭo, -ōnis), en el amplio sentido de los conocimientos adquiridos mediante el estudio. Cayendo en el sentido restrictivo, cuando se aplica a sapiencias excepcionalmente amplias en materias determinadas, sean de aspecto histórico, literario; lenguas o por manejo y estudio de fuentes documentales. De estas tres acepciones, los anglosajones suelen aplicar las dos segundas utilizándolas a cualesquiera de las ciencias: sean físicas, matemáticas, medicas, etc., etc.

sábado, junio 10, 2017

Resultado de unir la más supina ignorancia con la avaricia, la prepotencia y la usurpación de atribuciones… dejación de funciones…


    Hace muchísimos años leí una famosa novela, titulada “La Conjura de los Necios”. Narración que por desarrollarse en un entorno para mi muy familiar, como era la NOLA anterior al desastre del “Katrina” y la antigua 61, que la une con la capital estatal BARO. Dicha lectura y a pesar de la pérdida de tiempo que representaba, me llevó algunas veces a tomar dicha ruta en vez de la 10, al único fin de recrearme en la “proeza” que para el protagonista, Ignatius, significó tan “azaroso viaje”. Este personaje desde que le “conocí”, pasó a encarnar para mí, la concepción y denominación de “majadero” en grado supino, teniendo que cuidarme muy mucho, para que en algunas ocasiones no se me escapase el término ante algún que otro personaje de idéntico “pelaje”.

     Desde el ochenta y uno del pasado siglo a la actualidad, transcurrieron un “porrón” de años y acontecimientos de lo más variado y variopinto. A pesar de ellos, ni el personaje que “encarnaba” el tal Ignatius, ni su supina majadería y “sinvergoncismo” a ultranza me abandonaron, muy al contrario: Ignatius alcanzó a ser el prototipo de individuo, que en el discurrir del tiempo entre el año anteriormente citado y la actualidad, proliferó como los champiñones, en este viejo país antes llamado España. Sí es cierto, que el estiércol moral e intelectual esparcido por nuestra clase dirigente en lo político, social, económico y religioso, fue mucho, unido al oscurantismo de que rodearon sus innumerables tropelías. De ahí el caldo de cultivo  propio para el desarrollo del actual proceso de putrefacción, donde los Ignatius alcanzaron cotas de opinión y decisión, que nos condujeron a la vigente situación de pérdida total del Norte, como concepto elemental, llegado el momento de marcar un rumbo a destino prefijado.