Como europeo conocedor de la historia, no de las “historietas” fruto de sesudos pacifistas, entreguistas, estulto pijos progres, peronistas, “ppistas, psoistas, (sin la E) y especies afines. Desde que siendo niño, allá por los mediados de los 50s del pasado siglo XX, visité Alemania por primera vez, puede que influenciado “half and half” por un pro germano y por un pro anglófono, me decanté por los razonamientos del segundo. Teniendo en cuenta, sobre todo que el viaje de ida lo hicimos a través de Francia, llena de ruinas y de inmensos cementerios, con interminables filas de cruces blancas recién pintadas.
Sobre el “terreno” de una famosa feria de
muestras que se celebraba en el “sector inglés”, pude ver y a mi mentalidad de
niño entender, qué y porqué estaban los “Tommies” allí, lo mismo que en los
restantes días, hasta los veintiséis que permanecimos, entendí y comprendí la
presencia USA. El anciano pro “anglófono del que me acompañaba”, mi adorado
Abuelo, me dio todo tipo de explicaciones, incluyendo la presencia del
correspondiente regalo realizado a Francia y su sector, en detrimento de lo que
les correspondiese a los “bandidos” (siendo muy benigno) de los Rusos.
De aquel, mi primer contacto con Alemania y
con los alemanes y de los comportamientos que solamente los niños y los
animales pueden intuir, saqué muy mala impresión. Impresión que fue diluyéndose
con el paso de los años, ya que en las sucesivas estancias formativas de finales
de los 60s inicios de los 70s en Bélgica y Holanda, los fines de semana (viernes tarde a domingo) aprovechando
lo “barato” (con respecto a nuestro país) del alquiler de avionetas y servicios
aeroportuarios, solíamos desplazarnos a Alemania, llegando un momento dado, que
dominábamos todos los “tanzhallen” (“vulgo danzings”) de
Bremen y Hamburgo y, en las madrugadas antes de irnos a dormir, las
“frituderias” y “salchicherías” de sus estaciones centrales.