(Parte III)
Dada
la casa en la que nací y crecí, lógicamente la familiaridad y el interés por
las máquinas en general y las de vapor en particular, me vienen desde mi
infancia: ya fuesen los distintos generadores de vapor (acuotubulares o
multitubulares, autoclaves, intercambiadores de calor, etc.); las clásicas
“locomóvil” autopropulsadas, con su gran volante de inercia, utilizadas como
elemento generador de energía mecánica “in situ”, a servir en las más variadas
actividades (desde las agrícolas, aserraderos o elemento motriz de dinamos y/o
alternadores), a las grúas sobre carriles y excavadoras de cazo frontal
accionado por cremallera y movido por cables, sobre pesadas orugas. Pasando por
las distintas locomotoras y sus rodaduras, adherencia y capacidad tractora. Por
el “bagaje que traía” (“, fue lógico que
dentro de esa multidisciplinar formación académica que recibí, en un dado
momento de mi vida, a modo de “hobby”, nunca dejé de interesarme por el
ferrocarril.