Este “autogolpista”, aspirante al sultanato,
en esa su desigual y de antemano condenada al fracaso lucha por despojar del
liderazgo de la rama sunní del islán a la familia de los Saúd (ل سعود). Con esas ínfulas a sí mismo concedidas, se siente
con capacidad, para poder desde la autocracia a la que hace gala, aspirar a dar
clases de democracia a dos países soberanos con consolidados estados de hecho y
de derecho, como son Nueva Zelanda y Australia.
Como siempre, dentro de esas
escasas capacidades de realismo a las que hace gala el personaje, creyéndose a pie juntillas el “cuento del Neo -otomismo”, se auto concede el estatus de
presidente de una superpotencia, de ahí su osadía y total desvergüenza en el
planteamiento ante los criminales y luctuosos sucesos acaecidos contra fieles
musulmanes en Nueva Zelanda. Permitiéndose este sátrapa, el planteamiento de
una “guerra diplomática” con dos países: Nueva Zelanda y Australia, donde la
justicia, le guste a él o no, tiene y goza de una solidez y reconocimiento
internacional, de la que adolece la suya, resultante de la “purga” por él mismo
organizada tras su “autogolpe”.