Desde que el mundo es mundo y mal que les
pese a algunos, hace bastante más tiempo del que ellos en su cortedad mental
pueden aceptar, las distintas “doctrinas” de las que se sirvieron los humanos
para poder sobrevivir a la dura realidad de la cotidianidad, fueron de lo más
variado. De forma generalizada se recurrió a la creación de “deidades”, siempre
y en todos los casos muy por encima de los limitados atributos humanos.
Vistas
desde la actual perspectiva de estos inicios del siglo XXI d.C. algunas de esas
mismas doctrinas, que en un determinado momento y lugar fueron motivo, eje y
justificación de los más sublimes actos de generosidad y/o de las mayores
barbaries, no sirvieron como elemento de reflexión que evitase el desarrollo de
otras, conducentes a caer en los mismos lugares comunes, con la única
variación, que es la marcada y condicionada por el particular “cristal de esa
ventana”, que en cada momento establecen las sociedades en la que nacen y se
desarrollan, pero que más antes que después, ese inicial “transparente cristal”,
termina interponiéndose como una autentica barrera, entre la doctrina inicial y
la real en la que suelen degenerar.
No me cabe
la menor duda de que la incultura, fruto de la dejación del concepto clásico de
la formación humanística, llevó a gran parte de la actual sociedad al
desconocimiento de hechos y pasajes, debidamente documentados en la propia
historia de las distintas civilizaciones que nos precedieron. De relativo fácil
acceso, en aquel momento en el que alguien se sumerge sin prejuicios en la
recopilación y contrastado de informaciones al respecto. A fuer de ser una vez
más criticado, debo decir, que la gran suerte de haber nacido en un lugar, para
mí idílico o idealizado, en base a las experiencias vitales que me permitieron
desarrollarme desde mi infancia, al compartir la naturaleza en un entorno rural
– semi-industrial con una excelente representación vegetal de la región
biogeográfica atlántica, con poblaciones relativamente elevadas de especies
animales domésticas y silvestres (medianos y pequeños mamíferos, aves, peces y
reptiles), representativos a su vez del propio hábitat de la región floral
eurosiberiana. Siendo esa “parte” semi-industrial, quien despertó en mí un temprano
recelo a lo que, a inicios de los 50s del pasado siglo XX, se definía en todos
los ambientes como progreso y desarrollo. Lo bueno que haya podido quedar de
aquella época lo vamos a “joder” ahora.