Antiguo proverbio judío
Indudablemente el hebreo עִבְרִית, como lengua semítica afroasiática, no puede renegar de su condición de lengua litúrgica y de oración, de ahí la “denominación”, que entre los hebreos y arameo parlantes, obtenga el calificativo de idioma de lo sagrado לשון הקודש, donde a pesar de ser muy hipocorísticas ellas, tienen proverbios como el que precede y encabeza a estas secuencias o “ciclo” de escritos, donde por la rotundidez de la misma pierde todo “tono” cariñoso, familiar y/o eufemístico. De la cabra y del cabrón, cabronadas y embestidas; del caballo, mordiscos o coces y del tonto, qué decir… “tontunadas” o salidas de tono como las arzobispales, con fondo musical de tuna, posiblemente con dedicación al “tunante”, quien obrando en su provecho, toma de la ya famosa “crucecita” (la de la declaración de la renta), lo que le conviene a mayor gloria de sus conocidas aficiones “sportivas”, a la buena mesa y… otras que la maledicencia y esas sus formas y saltarines pasos añaden… ¿Qué le vamos a hacer… va a quedarse atrás la ICAR con respecto a los nuevos tiempos? Él, ella, elle, que no falte, es la aportación Católica a la modernidad. A la verdad líquida y al vaciado de las iglesias; las exequias por “la palabra”; los casados, por “casorios”. Ya rizando el rizo, los “bautismos laicos”, por lo de la manguera del agua a utilizar… supongo dependiente de algún concejal de parques y jardines o bomberos… no del cura, como fue habitual en la antigüedad inmediata.