domingo, septiembre 25, 2016
“No hay peor ciego que el que no quiere ver…”
Expuestas que ya fueron las cifras facilitadas por tan
“prestigioso” organismo, la OIM, y totalmente cuestionadas en la verosimilitud
del porcentaje que podríamos asignarles a los “caídos” transaharianos (seguimos
hablando de fríos números, pero de números detrás de los cuales está la vida de
personas, con nombres, de los cuales, sus deudos nunca sabrán más… qué… un día
partieron…). Nos toca así llegar al otro foco inmediato, Siria, caminando
oportunamente a los más lejanos geográficamente, América del Sur – Central, pero
al menos para mí más próximos en lo espiritual. Después, ya para finalizar, el océano
Índico, actualmente olvidado, mor al dicho “Ojos que no ven, corazón que no
siente”.
Independientemente de la cuantiosa corriente humana inmigratoria
generada por claras razones de índole económica – social, a las que en parte
hice referencia en el escrito precedente, debemos unir las que se producen como
consecuencia de las persecuciones étnico – religiosas, políticas o simplemente
por huir de la violencia, caso este último, que tristemente se da con más
frecuencia de la que en principio pensar se puede, afectando en gran medida a
niños y jóvenes. Cuando se habla de Siria y de los inmigrantes Sirios, siempre
se suele hacer, dando por hecho, que es un problema creado por un sátrapa que
hereditariamente los manda, no gobierna, y por los gastos en “modelitos” de
“grandes modistos”, que hasta épocas recientes su flaca esposa lucía.
lunes, septiembre 12, 2016
“Ojos que no ven, corazón que no siente…”.Oh cartera que te llevan…
Frecuentemente,
cuando hablo de inmigración suelo referirme al OIM (Organización Internacional
de la Migración), ente dependiente de Naciones Unidas, que dentro de lo que
cabe y de mis personales experiencias, es una de las menos malas, de las
“covachas” que se fueron desarrollando a través de los años, dentro de ese
“conglomerado” de intereses nacionales – internacionales. Donde por encima de
todo, priman los personales, los de los amigos, y la de los amigos de sus
amigos. Créanme, que tras ver la calaña de algunos personajes que alcanzaron la
Secretaria General del Organismo Madre – Padre (O.N.U.); me hace preguntarme,
qué puede suceder en los escalones inmediatamente inferiores y/o en los medios
y bajos.
domingo, agosto 28, 2016
Una vez más “vuelvo por los fueros”, ahí tienen esa verdad… “La del barquero...”
Pido disculpas a mis amables lectores por la
demora en que estoy incurriendo, para completar, la a mi ver y entender, semblanza
del Rvdo. P. P. Arrupe.
domingo, agosto 14, 2016
El silencio del envidioso está lleno de ruidos…
(Khalil Gibran, ensayista y poeta Libanes - Maronita)
Por distintas personas más o menos próximas, en ambientes y situaciones diferentes, se me advirtió de viva voz y/o por escrito, que fulano, citano o mengano, me tenían envidia, y que éste u otro comportamiento hacia mí, eran un claro manifiesto de la misma.
Por distintas personas más o menos próximas, en ambientes y situaciones diferentes, se me advirtió de viva voz y/o por escrito, que fulano, citano o mengano, me tenían envidia, y que éste u otro comportamiento hacia mí, eran un claro manifiesto de la misma.
La
pereza (de acuerdo a mi educación: madre de todos los vicios), con la avaricia y la envidia son los únicos pecados capitales de los que
honradamente me considero exento. Suelo distinguir, por los comportamientos
individuales y colectivos, los efectos que los dos primeros ejercen sobre las
personas que los padecen. Apreciando asimismo la presencia del tercero: la envidia, cuando está dirigida a otras
personas o colectivos. Contrariamente cuando en mi entorno familiar o de
amistad alguien me indicaba que desataba envidias en tal persona, grupo o
cuerpo, nunca lo quise aceptar, ya que a priori era juzgar mal sin razón
aparente para ello, queriendo siempre interpretar por mi parte, que donde los
que me advertían veían envidia, quizás
fuese el rechazo que yo pudiese crear, dada mi forma de ser, pensar y/o
de comportarme. Queriendo presuponer que eran antipatías o incompatibilidades
de carácter que me ganaba a pulso.
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