Si
de algo soy consciente, es que el mundo, desde que es mundo y sobrevivió al “diluvio
universal”, citado al menos en cinco de las distintas religiones a las que por cultura
accedí, pasó por distintas y múltiples civilizaciones y los subsiguientes
avatares, que como herencia tangible nos dejaron ese “diluvio” y poco más.
El escarmiento en cabeza ajena, es algo a
lo que los humanos solemos hacer continua referencia en nuestra cotidianeidad,
pero a su vez, fuera del plano teórico, carece de toda efectividad práctica en
ese nuestro diario hacer y comportarnos. Sea a nivel individual o como
colectivo.
El legado griego - latino a la
civilización, considerada hasta “antes de ayer” occidental y por extensión
cristiana, fue una herencia que en los últimos trescientos setenta años, nos
encargamos de dilapidar de forma acelerada y progresiva. Siempre en base a la “modernidad”,
interpretando ésta, no en el plano histórico posterior a la conocida como Paz
de Westfalia, sinó como elemento conducente y justificativo, a relativizar
todas y cada una de las “barrabasadas”, que en base a esa traída, llevada y
manida “modernidad” se van adoptando y aceptando en el plano personal y
colectivo. Sintomático y fiel reflejo de la afirmación que antecede, es el
dicho, en versión antigua: “a fulanito, se le paró el reloj…”, más actual “tíoo,
no estas al loroo…”. El progresivo desconocimiento de la existencia de Esopo y
de Fedro, por consiguiente de sus fabulas, mal que nos pese no es una muestra
de ignorancia, es la carencia de un anticuerpo básico y elemental a la indebida
o mal interpretada modernidad.
El tríadico o triada al que hago
referencia en el encabezamiento del presente, y la transcendencia que tuvo y
tiene para ese mundo occidental cristiano, en total decadencia, viene de
antiguo. Aunque dio un fuerte “acelerón” con el “esplendor” económico
experimentado por la reconstrucción europea, tras la «penúltima “cagada”
Alemana» (más antes que después, vendrá la próxima), donde lo económico –
material, primó por encima de valores tradicionales afines a esa civilización asentada
en el trinomio: filosofía griega – derecho romano – monoteísmo hebraico.
Materialismo que dio alas a la floreciente “lacra pacifista”, aliñada por el “estultismo
pijo progre”, “papanatas”, “buenistas” y especies afines.
Para algunos, entre los que me cuento, que
por principios culturales, no creemos en la Paz simbolizada por la “hoja de
marihuana” y sí en la doctrina emanada de la congruencia de vida, palabra,
inmolación, consiguiente muerte y resurrección de un humilde judío, llamado
Jesús de Nazaret, engendrado, no creado en María (mí Santísima Madre), nieto de
Ana y biznieto de Emerenciana, de la familia de David y tribu de Leví. Quien
nos legó un patrimonio espiritual y social,
donde los múltiples errores históricos cometidos por esa su iglesia, la católica
y su jerarquía, lejos de conducirme a la “cristofobia” imperante y en aumento,
me reafirma en la condición de sobrenatural de su concepción, ya que los
sucesivos escándalos no pudieron con ella, a pesar de esa continua mezcla de
mentira – verdad, donde con cierta frecuencia incurren algunas veces, personas,
incluso de buena fe.
La expresa mención que hago a los trescientos
setenta años, coincide con el final de la “guerra de los ochenta años” (1568 –
1648) y la de los “treinta”, con los consiguientes tratados de Münster y Osnabrück
(Paz de Westfalia) firmados entre enero y octubre de 1648. Esta “paz” significó
el inicio de un nuevo orden internacional, por el cual se regulaba el emergente
concepto de estado, aceptado por las principales potencias de la época.
Debiendo de destacar, el establecimiento de una constitución para el Sacro Imperio Romano, la expresa
aceptación de la soberanía de la República Holandesa y la de la Confederación
Helvética, con las consiguientes limitaciones impuestas a la monarquía
universal de los Habsburgo y los reiterados
abusos a los que había sometido a Europa.
La realidad y efectos aceptados a priori
como favorables a la convivencia
pacífica, fue cuestionada inicialmente por Friedrich Rüsh*(1) en 1815, dejando
sentadas las bases para su racista cuestionamiento a finales del siglo XIX y dando
pie a los planteamientos de 1945, donde los “arios” nacionalistas alemanes,
argumentaron y afirmaron, con vistas a justificar a priori lo injustificable,
que este tratado de paz les impidió la unidad alemana y la imposibilidad de la creación
de la “Gran Alemania” durante dos siglos (menos mal). Todo ello organizado y
orquestado a favor de una Francia invicta. Teóricamente la derrota sufrida por
Alemania en la II Mundial, y en tanto y cuanto “organizan la III”, la creación
de la actual República Federal Alemana les obligó a la aceptación de los
principios emanados de 1648. ¿Por cuánto tiempo…? He ahí la cuestión…
La “paz de Westfalia”, todavía invocada
“antes de ayer” 23.05.1949 (a 301 años, con la creación de esa Alemania
occidental, hoy Federal, tras el correspondiente “apoquine” de todos los
europeos), si funcionó en parte, se debe, en principio, a que a todo el que se
“desmandase”, se le aplicaban los correspondientes “garrotazos”. Lo que ni se
podía hacer entonces y menos ahora, es la dejación de funciones, sea por la
conjunción «”Estultista pijo progre”, “papanatas”, “buenistas” y/o “Peronistas
a la romana*(2)”» o simplemente que el “buen musulmán”, quien o bien como buen
musulmán o como auténtico “e.p.p.”, en 2013 no cumplió con su inexcusable
obligación de castigar la violación de límites, dejando con el “culo al aire” a
sus aliados.
Esa “alegre panda” en la que por derecho
propio debemos incluir a nuestro “Sr. Diplomático”. Aún no se enteraron de que a siete años del inicio de la revuelta contra
el “Carnicero de Damasco”, con medio millón de muertos sobre su conciencia, aquello
dejó de ser un conflicto regional, para pasar a ser uno de carácter
internacional, abonado por el “buenismo” de los “pacifistas de salón”. Muy
progresistas ellos, con una realidad que se les escapó de las manos, que corre
serio riesgo de conducir a un enfrentamiento entre potencias nucleares. Esta
deriva, moral, política e intelectual, fruto del enunciado “pacifismo”, deja a
Occidente a merced de futuro “Zar de todas las Rusias”, pues la imagen
proyectada es que esa democracia blandengue y meliflua, secuestrada por la “triada”, carece de
capacidad de enfrentarse a las medidas necesarias para defenderse.
Cuando en el año 2012, el “Carnicero de
Damasco” lanzó gas sarín sobre la población de Guta, lo hizo pese a las
advertencias de que dicha arma no sería tolerada. Entonces, el “buen musulmán”,
en un alarde de "tomar el pelo" a sus aliados europeos, tras poner en “stand –
by” a las fuerzas aéreas francesas e inglesas, los dejó “vestidos y sin novia”.
¿Qué le impidió actuar: sus creencias religiosas afines, o por el contrario el
“relativismo” en el que él y toda su jodida administración estaban inmersos?
Toda ley o amenaza que no se cumple, pierde su valor disuasivo. De ahí, que
esta “alegre panda” de “pacifistas progresistas” nos haya conducido a la
encrucijada en la que nos encontramos. ¿Dónde empieza y termina la guerra Siria,
con el uso de armas químicas y bombas barril? ¿Dónde la propaganda “estulto
pijo progre”, que envenena a occidente? Para cuando dejar tanta “progresía y
buenismo de salón” y se le hablará a los pueblos europeos con raciocinio libre de “pendejadas”.
También es cierto que cuando algunos “Líderes
de verdad”, llaman a la “Kartofelera” y corte de ojetes por su nombre, pasan a
ser “populistas”. O quizás detrás de todo ésto y ese culto y proteccionismo a
los “muslines”, no existe ni más ni menos que el „jodido romanticismo
völkisch“
Capt. Willie
- Friedrich Rühs (Greiswald 01.03.1781 – Florencia 01.02.1820) fue un profesor universitario e historiador alemán. Er lehrte zunächst an der in , ab 1810 dann an der . Ejerció inicialemte la enseñanza en la Universidad de Greifwald, en la entonces Pomerania sueca. Posteriormente, a partir de 1810 en la U. Friedrich Wilhem berlinesa. Realizó estudios sobre la historia Er befasste sich mit skandinavischer und germanischer Geschichte. escandinava y germánica. En la guerra anti napoleónica, se destacó como furibundo nacionalista, publicando distintos escritos xenofobos anti – franceses, destacando por su antisemitismo practicante, encubierto con ese „jodido romanticismo völkisch“ con el que todo buen aleman trata de encubrir su imnato racismo y antisemitismo.
- Como los "calamares" a la ídem, bien “adobaditos”, con su “gabardina” y si me apuran con su “canesú”, pero eso sí muy “buenista”, no bueno.
- Al decir de su abuela paterna, casado con la de las anchas espaldas de estibador portuario, que por no ser racista, cuando habla de personas de raza blanca, nos cita como “blanquitos”. Posiblemente a nuestro “Sr. Diplomático”, lo que más le impresionase de esa proximidad a la que siempre que tiene oportunidad hace gala, fuese precisamente eso, que le llamase “blanquito” y le admitiese en ese su entorno de progresistas de “vía estrecha”.
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