Con cierta frecuencia, recuerdo el dicho de un excelente
amigo y compañero, ecuatoriano de pro,
Pancho de la Torre, el que ante “situaciones sangrantes” propias de la pobreza
endémica del área siempre me decía: “en casa del pobre, la alegría dura poco y
cuando tiende la ropa llueve”.
Puede que en este mí país, que un día debió de ser
madre amantísima y hoy hermana, en el dolor que la aflige por la tragedia
sufrida en la ciudad de Manizales, capital departamental de Caldas, en plena
estribación de la Cordillera Central de los Andes y vecina próxima del “Nevado
del Ruiz” o “Mesa de Herveo”, de infausto recuerdo en aquel 13 de noviembre de
1985, en el que, en directo, el mundo, pudo contemplar la tragedia que asoló
a Armero (drama al que con cierta
frecuencia suelo hacer referencia, al hablar de la mecánica del terreno y los
efectos hidrológicos sobre la plasticidad ). No olvidando en ningún caso los
del 3, 4 de diciembre del 2003 y el del 4, 5 de noviembre de 2011. Donde una
vez más la “pobreza endémica” y la falta de recursos públicos, hizo su
presencia, puede que azuzada por la naturaleza humana y/o los indeseados
efectos de la “Niña”.