En tal fecha como hoy, 8 de diciembre, día
de la Inmaculada Concepción, hace cuarenta y dos años, S.S. Pablo VI da al
mundo la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, fruto del trabajo en equipo del III
Sínodo de Obispos. ¡Cuán lejos está en el tiempo y en la sensibilidad de la
ICAR, aquel trabajo, dedicado por igual a unos y a otros (al episcopado, al
clero y a los fieles), donde de forma magistral se trataba, la evangelización de
aquel mundo, del de hoy y el de mañana!
El comunismo rampante de entonces, fue
sustituido por un materialismo quizás más sofisticado y menos doctrinario, pero
no menos dañino para el concepto de humanidad que encierra el evangelio de
Jesús. Con la salvedad de la pérdida de Rumbo a la que llevaron a nuestra
Iglesia, El Efimero, El Okupa de los Altares, El venido a menos con capitulaciones
e ínfulas de Teólogo y el Peronista. ¿Qué decir de lo que se rodea este último,
cuando ni él ni el “Negro” son capaces de saber a ciencia cierta lo que dijo Jesús?
El hijo de Dios, encarnado en María, mi Santísima madre, aquella judía hija de
Ana y Joaquín.
Lástima que el uno y el otro carezcan de grabaciones
que le diesen textualidad a las palabras del Maestro, pues esa falta los tiene
jodidos, permitiéndoles el improvisar; y la verdad tanto el uno como el otro lo
hacen a cual peor.
Con este par de dos y licenciados vía “Bolletino”:
¿A donde vamos a parar…? A la más absoluta nada.
En abril del presente año, hice referencia
a esta Exhortación, como respuesta a un
comentario externo, respuesta a la que accederán siguiendo el presente link:
http://elcaptwillieopina.blogspot.com.es/2017/04/de-la-evangelizacion-las-ong-made-en-la.html?showComment=1492547158451#c4432215704071238392
No puedo dejar pasar fecha tan señalada como
la de hoy, día de la Inmaculada, Celestial Patrona de la Gloriosa Infantería
Española, para felicitar a todos y cada uno de los componentes del Cuerpo. Felicitación
que hago extensiva a sus familias, pidiéndole a esa mí madre celestial con
ellos compartida, les cubra bajo su manto protector, preservándoles del peligro
y dándoles el valor necesario para el feliz desempeño de esas cotidianas e
incluso anodinas funciones, que cuando las demandas del servicio lo requieren,
saben transformar en grandiosas. Muestras de ello, las páginas de gloria por ellos
escritas.
Felicidades asimismo a todas aquellas que
tienen por onomástica su celestial nombre.
Capt. Willie