Con harta
frecuencia y en función del momento y un determinado estado de ánimo, suelo
recurrir a la obra e historia oral, transmitida en primera instancia por un
familiar próximo, quien vivió de cerca las peripecias intelectuales y vitales
del ante todo para mí, católico maronita, practicante y depositario espiritual
del saber acumulado de una civilización fruto de la sobre posición de muchas, y
profundo pensador, que nos legó la frase que da título al presente escrito.
El desconocimiento, por ignorancia o
interesado, de nuestra propia historia, nos conduce a situaciones que de no ser
por la tragedia que a corto plazo encierran, podrían considerarse cómicas. Una
y otra vez el oportunismo rastrero unido a la necedad y/o a la ambición
desmedida de mediocres dirigentes, en todos los ámbitos de la vida occidental:
religiosos, políticos, culturales y económicos, les hace incapaces de ver y
sentir esa continuidad perenne en la que la humanidad discurre, y hacia el
precipicio al que irremediablemente ellos la conducen, en base a crear esos
“vacíos” o falta de prolongación real, que permite a los necios afirmar que la
historia se repite. Llevándonos en todos los casos “Al pan para hoy y el hambre
para mañana”. La repetición es hoy lema generalizado de los cuatro estamentos
sociales citados.